Parece ser que
uno de los jóvenes pupilos de Hipatia de Alejandría (355/370 – 415 d. C), entre
clase y clase de matemáticas, se había enamorado de su maestra. Un día al
acabar las lecciones remoloneo al fondo y cuando todos hubieron salido se acercó
a ella y le confesó que la amaba pues la consideraba la mujer más bella del
mundo. Ella no se enfado, sino que espero al día siguiente para darle una lección
filosófica para que aprendiera no
solo el sino el resto de sus compañeros. En medio de la clase se acercó a su
alumno enamorado y poniéndole en las manos un paño ensangrentado de su última menstruación
le espetó lo siguiente:
Esto es lo que amas en realidad, jovencito,
y no la belleza por sí misma.