Zeuxis, artista
griego de finales del siglo V a.C, siempre se jactaba de que era el mejor
artista en plasmar la belleza femenina. Según cuenta la leyenda un día que se
disponía a pintar una mujer obesa, le hizo tanta gracia su aspecto que no pudo contener las carcajadas. Siguió riéndose y sus ayudantes vieron que
el color de su rostro pasaba de color rojo a morado, y a pesar de faltarle la
respiración continuaba riéndose como un loco. Cuando quisieron auxiliarle ya
era demasiado tarde y acabó muriendo. Cuando le llevaban a la tumba todavía
tenía una sonrisa en la cara.