El origen de
esta expresión, que significa estar literalmente sin dinero, hay que buscarla
en la Edad Media, justamente en 1386 durante el reinado de Juan I de Castilla.
Este rey mandó acuñar una moneda llamada Blanca
del Agnus Dei para conmemorar las guerras que había mantenido con el duque
de Lancaster. Para su fabricación se utilizó plata, para darle un aspecto
blanquecino, además de cobre. Pero como la continua acuñación de esta moneda
era muy cara pronto llegó un momento en el que solo se utilizó el cobre
haciendo que se devaluara a ojos vista a la vez que desapareció pronto del
mercado y los bolsillos de la gente.