Siempre se ha
dicho que fueron los hermanos Wright los primeros humanos en volar con un
aparato más pesado que el viento. Y aunque los libros lo dicen así, es justo
desmentir esta afirmación ya que en verdad fue el burgalés Diego Marín Aguilera
(1757 – 1599) quien surcó primero los cielos en la Historia. Diego era natural de
Coruña del Conde (Burgos) y pastor de profesión. De observar el movimiento de
los pájaros es de donde le vino el ansia de elevarse por encima del suelo y ver
el mundo desde lo más alto. En el tiempo libre que le dejaba el cuidado de las
ovejas hacía de mecánico y era tan hábil que no solo era requerido por los
lugareños para que les arreglara algún azadón estropeado sino que también
inventaba herramientas que les facilitara el trabajo.
Un buen día
pensó en construir un aparato volador y ver hasta donde podía llegar. Quiso que
tuviera la forma de un águila gigante y no dudo en ponerle unas alas de dos metros, hechas de varillas de hierro y
forradas de plumas con un sistema articular para guiar la nave. En el centro
puso un fuselaje de madera y un asiento, en donde estaría el piloto, y
finalmente una cola para equilibrar el vuelo. Así pues el 15 de Mayo de 1793
subió el aparato, vestido con un traje emplumado, a la peña más alta del
castillo de Coruña del Conde decidido a volar lo más lejos posible. Ya se lo
dijo a su amigo Joaquín Barbero y su hermana, que hacían de testigos: “Voy a
Burgo de Osma, de allí a Soria y volveré pasados unos días.” Acto seguido se
lanzó, y aunque parecía que se iba a precipitar al vació consiguió volar unas
431 varas castellanas, o 360 metros, que viene a ser lo mismo. (Cien más que
los que consiguieron los hermanos Wright
110 años después). Hubieran sido muchos más pero en mitad de vuelo uno
de los pernos que cogían las alas se soltó lo que produjo que Diego Marín
tuviera que aterrizar forzosamente en un valle cercano. Su amigo y su hermana
lo encontraron allí, sentado en la hierba, junto al aparato volador bastante
enfadado y prometiéndose a si mismo que al día siguiente volvería hacerlo.
Pero no fue así
ya que sus vecinos se mofaron de él e incluso le llamaron loco. Acabaron
quitándole su preciado ingenio y en un prado lo quemaron. En la actualidad,
poco a poco, se está volviendo a recuperar su figura, y desde el 2009 existe en
el Aeropuerto de Burgos una placa homenajeando este hecho. E igualmente no hace
mucho el Ejército del Aire instaló en el pueblo natal de Diego Marín Aguilera
un monumento para que nadie se olvide de este maravilloso precursor de la
aeronáutica en España.