Guernica fue
fundada por el infante don Tello, que era conde de Vizcaya a la vez que
hermanastro de Pedro I de Castilla. El nombre de esta localidad proviene de Gernikahazarra (Guernica la Vieja), que
era un robledal situado sobre una colina no muy lejos de Nuestra Señora de
Santa María La Antigua, en donde el Señorío de Vizcaya tradicionalmente
realizaban las juntas generales. No hay que olvidar que el mismísimo Fernando
el Católico juro los fueros de la zona el 30 de Julio de 1476 bajo el árbol de
las libertades vascas. La historia de Guernica no solo era conocida en nuestras
fronteras peninsulares sino que también en otros lugares del mundo se hablaba
de lo bien que se administraban los habitantes de este enclave. Por ejemplo
Rousseau, el autor del Contrato Social,
decía que Guernica era “el pueblo más feliz del mundo” pues la gobierna “una
junta de campesinos que se reúnen bajo un roble y siempre toman las decisiones
justas”. Incluso John Adams, que sería con el tiempo el segundo presidente de
los Estados Unidos de América, cuando redactaba la Constitución de su país en
1786 dijo de Guernica que era “la capital de la república democrática más
antigua del mundo”.
Uno de los
símbolos más importantes de esta ciudad y de el País Vasco es el árbol (Gernikako Arbola) pues todavía allí los
dirigentes o lendakaris vascos juran
defender las libertades de sus conciudadanos. Pero no lo hacen ante el árbol
original. Han existido varios llamados El Árbol Padre (siglo XIV-1742); El
Árbol Viejo (1742-1860); y el Árbol Hijo. En particular este último dio mucho
de que hablar ya que fue el que soportó el cruel bombardeo de Guernica en 1937
por las fuerzas aéreas alemanas de la Legión Cóndor. Cuando las tropas
nacionales estaban a punto de entrar en la ciudad se corrió la voz de que iban
a talarlo por lo que capitán del Tercio de Begoña, Jaime del Burgo Torres,
decidió acordonar el árbol junto con una tropa de requetés para evitar que lo
dañaran.