El origen de
esta tradición hay que buscarlo en la boda de la princesa Victoria de
Sajonia-Coburgo-Gotha, hija de la reina Victoria de Inglaterra, con el heredero
de Prusia, Federico III, celebrada el 25 de Enero de 1858. Según parece esta
joven era una auténtica melómana y cuando fue a elegir los temas musicales para
el enlace, no dudó en escoger la Marcha
Nupcial de Mendelssohn para el momento en que se acercara al altar, y el Lohengrin de Wagner cuando se acabara la
ceremonia. A la princesa le gustó esta primera composición debido a que, por un
lado, ésta era parte del conjunto de músicas que acompañaba al Sueño de una noche de verano, obra que compuso
en 1827 basada en la obra teatral homónima de William Shakespeare y que por
ello imprimía una atmósfera de fantasía e ilusión al momento en que los dos
contrayentes se ven por primera vez en el altar, y por otro a un homenaje que la
joven quería hacer a su futuro marido.
Esta pieza
musical, que se acabaría siendo la más conocida del compositor, años antes,
había sido estrenada en 1843 en el Palacio Real de Postdam, y fue el mismisimo
rey de Prusia, Federico Guillermo IV, quien encargó a Mendelssohn una música
incidental que acompañara a los diferentes momentos en que se desarrolla la
obra de Shakespeare. Para ello el compositor introdujo una marcha nupcial entre
los actos IV y V que celebran las bodas de Teseo e Hipolita, Demetrio y Helena,
y Lisandro y Hermia.