jueves, 4 de septiembre de 2014

EL EMPERADOR QUE QUISO SER GLADIADOR



Uno de las cosas que más pronto aprendían los dirigentes de Roma, ya fueran cónsules o emperadores era que los juegos de circo eran un arma esencial para tener contenta a la plebe pues no solo la congraciaban con ella sino que también la distraía de los problemas cotidianos y así de esta manera se evitaban las típicas revueltas debido a los malos gobiernos o a las hambrunas. Esto ya lo apuntaba el escritor Juvenal al hablar sobre el pueblo romano: … duas tantum res anxius optat panem et circenses (ya solo desea con ansiedad codiciosa dos cosas: pan y juegos).

Pero hubo un emperador al que los espectáculos circenses le apasionaban hasta la demencia: Cómodo. Y no solo fue pródigo al ofrecer multitud de juegos a sus conciudadanos sino que incluso también quiso participar activamente en ellos. Para los romanos este hecho fue todo un shock ya que veían como su señor se rebajaba al mismo nivel que los gladiadores los cuales estaban compuestos casi en su totalidad por prisioneros de guerra, condenados a muerte, hombres libres que habían preferido luchar a pagar sus deudas o indigentes que servían de carne de cañón para el espectáculo. Este sentimiento de vergüenza ajena lo describió muy bien el cronista Herodiano:

Un triste espectáculo: el muy noble emperador de Roma, después de tantas victorias conseguidas por su padre y sus antepasados, no tomaba sus armas de soldado contra los bárbaros en una acción digna del imperio romano, sino que ultrajaba su propia dignidad con una imagen vergonzosa en extremo y deshonrosa.

Se empezó a rumorear que Cómodo no era hijo de Marco Aurelio sino de una mujer llamada Faustina que había sido amante de un gladiador. Ante el asombro de todos saltaba medio desnudo a la arena y se hacía llamar Paulo, en honor de un gladiador famoso que había muerto hacia ya tiempo, y cuando estaba en palacio le gustaba que todos le llamaran por el nombre artístico que se había puesto: Vencedor de mil gladiadores. Luchó un total de 735 veces, ya fuera utilizando el arco contra las fieras, o con la espada en el papel de secutor (o gladiador especializado en luchar contra los retiarius o guerreros que portaban una pesada red para atrapar a su oponente) En todos los combate resultó ganador lo que claramente indica que la gran mayoría de las veces sus oponentes estaban drogados, desangrados (acuérdense del general Máximo en la película Gladiator) o adormecidos. Y encima, todo este despelote no lo hacía gratis sino que cobraba una prima de casi un millón de sestercios por mostrar al público sus bien lubrificados músculos.

Todos estos actos excéntricos, como la obsesión malsana por los espectáculos circenses, pensar que era Hércules redivido, o tener como escolta a un grupo de gladiadores, fue lo que le llevó a la muerte. Un día dos condenados, Lecto y Eclecto, aleccionados por Marcia, la concubina preferida de Cómodo, vertieron un poco de veneno en el vino del emperador y cuando éste estaba medio dormido, entró en sus aposentos un gladiador llamado Narciso (otros dicen que un forzudo atleta) que acabó ahogándole con un cojín. Este fue el fin de uno de los mayores dementes que dio la historia de Roma: Cómodo.