Uno de las cosas
que más pronto aprendían los dirigentes de Roma, ya fueran cónsules o
emperadores era que los juegos de circo eran un arma esencial para tener
contenta a la plebe pues no solo la congraciaban con ella sino que también la
distraía de los problemas cotidianos y así de esta manera se evitaban las típicas
revueltas debido a los malos gobiernos o a las hambrunas. Esto ya lo apuntaba
el escritor Juvenal al hablar sobre el pueblo romano: … duas tantum res anxius optat panem et circenses (ya solo desea con
ansiedad codiciosa dos cosas: pan y juegos).
Pero hubo un
emperador al que los espectáculos circenses le apasionaban hasta la demencia:
Cómodo. Y no solo fue pródigo al ofrecer multitud de juegos a sus conciudadanos
sino que incluso también quiso participar activamente en ellos. Para los
romanos este hecho fue todo un shock ya que veían como su señor se rebajaba al
mismo nivel que los gladiadores los cuales estaban compuestos casi en su
totalidad por prisioneros de guerra, condenados a muerte, hombres libres que
habían preferido luchar a pagar sus deudas o indigentes que servían de carne de
cañón para el espectáculo. Este sentimiento de vergüenza ajena lo describió muy
bien el cronista Herodiano:
Un triste espectáculo: el muy noble
emperador de Roma, después de tantas victorias conseguidas por su padre y sus
antepasados, no tomaba sus armas de soldado contra los bárbaros en una acción
digna del imperio romano, sino que ultrajaba su propia dignidad con una imagen
vergonzosa en extremo y deshonrosa.
Se empezó a
rumorear que Cómodo no era hijo de Marco Aurelio sino de una mujer llamada
Faustina que había sido amante de un gladiador. Ante el asombro de todos
saltaba medio desnudo a la arena y se hacía llamar Paulo, en honor de un
gladiador famoso que había muerto hacia ya tiempo, y cuando estaba en palacio
le gustaba que todos le llamaran por el nombre artístico que se había puesto: Vencedor de mil gladiadores. Luchó un
total de 735 veces, ya fuera utilizando el arco contra las fieras, o con la
espada en el papel de secutor (o
gladiador especializado en luchar contra los retiarius o guerreros que portaban una pesada red para atrapar a su
oponente) En todos los combate resultó ganador lo que claramente indica que la
gran mayoría de las veces sus oponentes estaban drogados, desangrados (acuérdense
del general Máximo en la película Gladiator)
o adormecidos. Y encima, todo este despelote no lo hacía gratis sino que
cobraba una prima de casi un millón de sestercios por mostrar al público sus
bien lubrificados músculos.
Todos estos
actos excéntricos, como la obsesión malsana por los espectáculos circenses,
pensar que era Hércules redivido, o tener como escolta a un grupo de
gladiadores, fue lo que le llevó a la muerte. Un día dos condenados, Lecto y
Eclecto, aleccionados por Marcia, la concubina preferida de Cómodo, vertieron
un poco de veneno en el vino del emperador y cuando éste estaba medio dormido,
entró en sus aposentos un gladiador llamado Narciso (otros dicen que un forzudo
atleta) que acabó ahogándole con un cojín. Este fue el fin de uno de los
mayores dementes que dio la historia de Roma: Cómodo.