El rey Enrique VIII
de Inglaterra, culpable de romper con la Iglesia Católica debido a que el papa
se negaba a anular su matrimonio con la reina Catalina de Aragón, y por tanto padre
de la Iglesia Anglicana, estuvo obsesionado desde un principio con una de las
damas de honor de su esposa, la archifamosa Ana Bolena. Pero parece ser que
ésta no vendía tan barato sus favores, por lo que el rey se inventaba mil y una
tretas para conseguir un beso suyo. Así que un buen día se le ocurrió la
siguiente idea: construir un trono de madera en cuyo respaldo pusiera la
siguiente frase: “El dueño de esta silla tiene derecho a un beso de cualquier
dama que se sienta en ella”. En cuanto se lo trajeron del taller acudió rápidamente
ante Ana Bolena y la obligó a sentarse en el trono del amor. Acto seguido la
besó. Aquello cambio la Historia.