Una de las
personas más fascinantes de la Historia fue sin duda Cleopatra. Cuenta Plinio
el Viejo en su Historia Natural que la
mítica reina del Egipto poseía incluso las dos perlas más caras del mundo y que
una vez quiso mostrar a todos lo rica que era. Con este fin un día apostó con
Marco Antonio a que era capaz de gastarse diez millones de sestercios en una
cena fantástica. El otrora lugarteniente de Julio César no dudó un momento en
apostar en contra ya que era totalmente imposible que una persona pudiera
gastarse tantos millones de una sola vez. Llegó el día y cuando la comilona
estaba dando a su fin, Marco Antonio se volvió hacia su amada reina y le espetó
que el banquete había estado bien, casi fabuloso, pero que en verdad no había
costado la cantidad de diez millones. Cleopatra, no se lo tomo mal, y volviéndose
hacia él le dijo que la cena era un mero aperitivo pues ahora llegaba el plato
fuerte. Mandó llamar a un camarero el cual le trajo un vaso de vinagre de vino.
Ante el asombro, no solo del romano, sino de todo el mundo, la reina se quitó
uno de los pendientes en los que había una de las famosas perlas y la introdujo
en el vaso. Es obvio que la perla comenzó a desaparecer en el líquido pues de
todos es sabido que el acido del vinagre disuelve rápidamente el nácar de la
perla. Acto seguido, Cleopatra, tras asegurarse que no había restos en la copa,
se bebió aquel vinagre tan caro. Marco Antonio, por tanto, no tuvo otro remedio
que aceptar la derrota.
¿Y qué fue de la
perla que estaba incrustada en el otro pendiente? Pues que con el tiempo fue
cortada en dos mitades y puestas en las orejas de la estatua de Venus de Roma,
a modo de homenaje a la belleza eterna.