Durante el siglo
XIX y principios del XX era común en ciertas asociaciones estudiantiles
alemanas y posteriormente en fraternidades universitarias practicar un tipo de
esgrima, de carácter agresivo, llamado Mensur.
Al igual que la esgrima clásica se trataba de combates por el honor, pero si en esta última los combatientes
se movían según ciertas normas, en el mansur debían permanecer quietos como estatuas
aceptando recibir heridas (schmiss)
de manera estoica. Los estudiantes se reunían en tabernas o salones privados y
tras cubrirse la mayor parte del cuerpo, a excepción de la cara, se ponían uno
frente al otro y comenzaban el combate. Sin mediar ofensa alguna. Los duelistas
solo movían el brazo armado y tenían como misión principal llenar de cicatrices
la cara de su oponente. Para demostrar su valor los contendientes no se movían
ni siquiera cuando el filo de una espada se acercaba a su rostro. Cuantas más
heridas recibiera uno mejor, demostrando de esta manera que era una persona que
no tenía miedo a nada. En cambio si apartaba la cara en algún momento no solo
perdía el combate sino que también se le tachaba de cobarde. Finalmente hay que aclarar que los combates no eran a
muerte, y que cuando estos terminaban y se curaban las heridas estos
estudiantes volvían a ser amigos y se emborrachaban juntos. Hubo grandes aficionados
a la práctica del mansur, como por ejemplo el Canciller de Hierro Bismarck, y
un buen número de oficiales y soldados nazis como el cofundador de la SA, Ernst
Röhm, o el famosísimo Otto Skorzeny, alias Caracortada,
mote que se le puso por las grandes cicatrices que tenía en su rostro y de las
que estaba muy orgulloso.