A mediados de
1815 un volcán llamado Tambora (Indonesia) erupcionó de manera tan violenta que
provocó no solo un buen número de tsunamis por la zona de Bali y China, sino
que también, debido a su fuerte explosión, arrojó a la atmosfera una nube gigantesca
de cenizas y azufre ocasionando que ese año Europa y América tuvieran un año
sin verano. Los cielos quedaron encapotados y la luz solar no podía traspasar
el tupido velo de oscuridad que se cernía amenazador. Pasado un año, el 16 de
Junio de 1816, debido a ese mal tiempo y al ambiente frio que se cernía sobre
Europa un grupo de eminentes escritores, como Lord Byron, Percy B. Shelley, su
amada Mary Shelley, y John Williams Polidori, se vieron obligados a permanecer
tres días encerrados en una mansión llamada Villa Diodati, a orillas del Lago
Lemán, a la espera de que escampara. Pero aunque estuvieran atrapados no hubo
tiempo para el aburrimiento. Allí, arracimados frente a la chimenea pasaron
unas veladas deliciosas hablando de historia, literatura, contando chismorreos,
y leyendo historias de fantasmas. Animados por estas lecturas, y para pasar el
rato, alguno de los presentes, seguramente Lord Byron, propuso un juego: que
cada uno escribiera una historia de terror en un día, para luego juzgar cual
era la mejor. Aquellos cielos negros, el silbido del viento en los ventanales y
la lluvia que repiqueteaba en los alfeizares fueron el acicate perfecto para
que aquella mágica noche salieran dos historias clásicas e imprescindibles de
la literatura universal: Polidori escribió El
Vampiro, obra con la que creyó ganar. Pero la joven Mary Shelley no solo pergeñó
una gran novela sino que también dio vida a todo un icono del terror: Frankenstein o el Moderno Prometeo. Y
todo gracias a un lejano volcán que no paraba de arrojar lava y rocas a cientos
de kilómetros de distancia.