Leyendo viejas
crónicas de la antigüedad, uno se da cuenta de que debía ser muy común que mucha
gente de entonces fuera cuidada por animales en su infancia. Por ejemplo se me
viene a la cabeza la leyenda del rey Ciro amantada por una perra, o los míticos
fundadores de Roma, Rómulo y Remo que fueron acogidos por una loba cuando
fueron abandonados en medio del campo. Pues bien, a este club tan selecto hemos
de incluir a la reina Semiramis (810 a. C), que según la tradición no solo fue
la fundadora de Babilonia, sino que también fue alimentada por unas palomas. Cuentan
que cuando era pequeña fue abandonada por su madre en un lugar desierto y que
cerca de allí había un nido con palomas, quienes al oír el llanto del bebe se
apiadaron de ella y le dieron de comer. Como los humanos no comen la misma
comida que los pájaros, estas comenzaron a robar leche a los pastores que había
en los alrededores, y acto seguido transportaban el líquido en su pico, dejándolo
caer en la boquita del hambriento bebe. Y lo mismo hacían con el queso. Lo partían
con las patitas y lo depositaban igualmente en su boca. Así fueron pasando los
días, hasta que un pastor, al observar el comportamiento de las aves, siguió a
una de ellas y ¡cuál no fue su sorpresa al encontrarse con una preciosa bebita
rodeada de palomas! La recogió del suelo y sin dudarlo un momento se la llevó a
palacio. Allí fue criada y con el tiempo llegó a convertirse en la todopoderosa
reina de Asiria.