sábado, 20 de agosto de 2016

UN CAFÉ CON MUCHO CUERPO



Uno de las cosas que más le gustaba al filósofo francés Voltaire (1694 – 1778) era beber café. No es que fuera un adicto a esta bebida, pero una tacita de vez en cuando le despertaba los ánimos cuando estaba algo fatigado. Un día que estaba en la corte del rey  de Prusia Federico el Grande,  nuestro humanista, sintiéndose un poco cansado, le dijo a un camarero que por favor le trajera un poco de café pues tenía que ir a ver al monarca y no era plan que se desmayara en su presencia. Acto seguido le trajeron en una bandeja una taza calentita de café y sin mediar palabra se la tomó. Pero antes de darse cuenta comenzó a sentirse mareado, con nauseas, pareciéndole que estaba borracho. Le comentó al camarero cómo era esto posible y éste le dijo lo siguiente: “En efecto, señor, puede haberse embriagado con el café. Su majestad, que, como sabéis, es un experto bebedor de café, nos obliga a prepararlo con whisky en lugar de con agua para intensificar su aroma”.