Uno de los
valores más importantes de una sociedad secreta es precisamente eso, que sea
secreta. Si no, evidentemente, pierde toda razón de ser. Pues eso es lo que le
pasó a una de ellas llamada Los Amigos de
la Constitución, o más familiarmente El
Anillo, pues todos sus miembros llevaban como distintivo en el dedo un
anillo con forma de serpiente. Se fundó en 1821, en pleno Trienio Liberal, y no
solo eran reconocidos por el anillo que portaban, sino que incluso la mayoría de
sus socios eran figuras distinguidas de la política española de ese momento,
como por ejemplo Francisco Martínez de la Rosa. ¡Si hasta publicaron sus
estatutos fundacionales en El tribuno del pueblo español para que
los viera todo el mundo! Ahí es nada. Estos anilleros tenían como única
finalidad defender a ultranza la Constitución de Cádiz de 1812, y muy pronto se
expandieron por tierras de Levante y Andalucía. Pero como toda sociedad que actúa
en las sombras, enseguida les salió un duro rival Los Caballeros Comuneros con los cuales llegaron a enfrentarse
varias veces, y muchas de ellas no precisamente con palabras. Éstos, los
comuneros, acusaban a los de la sociedad del anillo de copar los altos cargos
del Gobierno (en verdad cinco de los siete ministros de aquel momento lo eran)
y de querer manejar la política española a su antojo. Muy pronto Los Amigos de
la Constitución, cayeron en desgracia pues tras producirse el levantamiento del
7 de Julio de 1822 fueron acusados de complotar contra el orden establecido y
fueron considerados desde entonces como cobardes y traidores. Su fin llegó con
la restauración de Fernando VII en 1823 y la instauración del absolutismo en España.