En verdad
desconozco si el oficio de catador real todavía existe. Sin duda ha sido uno de
los oficios más conocidos y peligrosos de todos los tiempos. Debieron ser cientos
los catadores que fueron envenenados antes de que la comida llegara a su
destino. Pero ¿sabías que hubo otro oficio parecido en la Edad Media que era casi
igual de arriesgado? Pues sí, se trataba del cortador o trinchante de corte.
Hay que recordar que durante aquellos años la dieta básica en las altas esferas
era la carne. Cuando había un banquete la carne no se servía en platos
individuales (como mucho en gruesas rebanadas de pan que se impregnaban con el
caldillo que rezumaba la pieza) sino que se despiezaba entero en medio del
jolgorio. El encargado de trocearlo y servir el pedazo de carne al rey era el
cortador el cual era uno de los personajes principales que había en el castillo
o palacio del noble de turno. El que ostentara este cargo no era solamente por
lo bien que cortaba la carne sino porque se aseguraba que ésta no estuviera
envenenada. Así que es por ello que no solo hacia su oficio dentro del castillo
sino que también viajaba con el rey a cualquier sitio donde éste fuera. Al
trinchante o cortador se le obligaba a guardar su material, cuchillos, tenedores…,
dentro de un baúl cerrado con llave para evitar cualquier contacto ajeno y
cuando había que cortar y servir al rey o noble primeramente cortaba una
rebanada de pan y se la daba a probar al repostero real, quien tenía también el
cargo de vigilar dicho baúl. Es evidente que si el cuchillo estaba envenenado
moriría éste primero y después el cortador, ambos acusados de haber intentado
matar al rey. Como se puede ver un oficio que solo se podía otorgar a
verdaderos hombres de confianza leales al monarca.