En el idioma
español uno de los refranes o dichos populares más machistas que existen es
aquel que reza lo siguiente: “Manos blancas no ofenden”. Este refrán, que
recoge el título de una obra de Calderón de la Barca, viene a decir que la
acción de una mujer no insulta al honor de un hombre. Y además de ser un refrán
poco correcto llama la atención que fuera una de las causas que llevaron de
rebote al país a las llamadas Guerras Carlistas. ¿Cómo fue esto posible? Hemos
de remontarnos al siglo XIX, precisamente a 1829. Ese año se produjo la muerte
de la tercera esposa de Fernando VII, María Josefa Amalia de Sajonia. No solo
era triste el fallecimiento, sino también preocupante ya que no dejaba ningún
hijo varón para suceder a su padre. Es por ello que meses después Fernando VII
volviera a casarse con su sobrina, María Cristina Borbón-Dos Sicilias, quien,
desgraciadamente, y desde el punto de vista de la época, tampoco solucionó el
asunto al dar a luz en poco tiempo dos niñas: María Isabel Luisa, y María Luisa
Fernanda. Así pues no le quedó más remedio al monarca que emitir en 1830 un
real decreto, conocido como la Pragmática Sanción en el que derogaba la Ley
Sálica fijada por Felipe V, con lo que al morir el rey su primera hija ocuparía
el trono (en este caso sería con el sobrenombre de Isabel II).
Este devenir de circunstancias
no contentó a los estamentos más reaccionarios de la corte, quienes estuvieron
al acecho de cualquier cambio que les pudiera beneficiar. Y esa oportunidad les
llegó dos años después. En Septiembre de 1832, el ministro de Gracia y
Justicia, Francisco Tadeo Calomarde, aprovechando que el rey estaba bastante enfermo
le convenció para que volviera a reinstaurar la Ley Sálica con el que facilitaría
el ascenso al trono de un hombre, en concreto el hermano del rey, Carlos María
Isidro de Borbón. Pero cuando la hermana de la reina, Luisa Carlota de
Borbón-Dos Sicilias, se enteró de lo ocurrido acudió a palacio y viendo que su
cuñado había mejorado algo hizo que firmara otro decreto en el que volvía a
abolir la Ley Sálica. Calomarde, avisado de lo que estaba ocurriendo, se
presentó de nuevo ante el rey e intento que firmara otro decreto revocador, lo
que propició una de las escenas más rocambolescas que hayan ocurrido en la
corte española. Luisa Carlota se acercó al ministro oportunista y le propinó
una bofetada tan grande que incluso los cortesanos que estaban cerca quedaron
congelados. Como decía, tan grande debió de ser el guantazo que años después Benito
Pérez Galdós dijo que había sido “la más sonora bofetada que se ha dado”.
Calomarde aguanto de pie, y con estoica indiferencia, aunque con el carrillo
encarnado, dijo a los asistentes la famosa frase: “Manos blancas no ofenden”. A
lo que, según algunos dicen, Luisa Carlota le respondió: “Pero hacen daño”.