Como a muchos gobernantes
de la Historia, al rey Enrique IV de Francia (1553 – 1610) le encantaba ir de
caza. Un día estando a las afueras de
París en plena jornada cinegética se encontró de pronto con un labriego el cual
no le reconoció. Este buen hombre pensando
que se encontraba con algún caballero de la corte, le pregunto si por
casualidad estaba cerca el rey pues le hacía mucha ilusión saludarlo, pero que
debido a su ignorancia no sabría reconocerle ni comportarse ante él. Enrique IV
le tranquilizó y le dijo lo siguiente: “Lo reconocerás enseguida, pues será el
único que permanezca cubierto”. Cuando
ambos llegaron a donde estaban los cortesanos, como era previsible, todos se descubrieron,
y el rey le pregunto si ya sabía quién era, a lo que el labriego respondió: “O
vos o yo, porque somos los únicos que llevamos el sombrero puesto”.
domingo, 11 de diciembre de 2016
sábado, 10 de diciembre de 2016
UNA BARRA LIBRE UN TANTO CARA
Un día el
multimillonario norteamericano John Pierpont Morgan (1837 – 1913) se acercó al bar donde
habitualmente solía acudir y pidió un whisky de malta. Cuando el barman se lo
sirvió miró a los concurrentes y grito: “Cuando Morgan bebe, todo el mundo
bebe”. Aprovechando esta oportunidad única todos los que estaban allí corrieron
a la barra pidiendo las bebidas más caras. Rápidamente se corrió la noticia por
la ciudad de que el ricachón Morgan invitaba a todos a barra libre, provocando,
claro está, que éste se llenara hasta la bandera. Hasta se dice que hubo tortas
para poder entrar. Pero mientras se desarrollaba la fiesta, el mismo JP Morgan,
tras depositar una moneda en el mostrador,
volvió a levantar la voz y dijo: “Si Morgan paga, todo el mundo paga”.
Aquello cayó sobre los bebedores como un jarro de agua fría, y al igual que se
había llenado el bar en un momento, éste se vació en una auténtica estampida. Algunos
incluso saltaron por las ventanas.
Y por cierto,
como curiosidad, decirles que el personajillo que aparece en la caja del
popular juego de mesa Monopoly, está
inspirado en la figura del tacaño JP. Morgan.
viernes, 9 de diciembre de 2016
UNA MOSCA ANTICLERICAL
Para quien no lo
sepa, Adriano IV, (1100-1159) ha sido el primer y único Papa inglés que ha existido
en la Historia. Y para uno que tienen llama la atención la manera tan ridícula que
tuvo de morir. Nos hemos de remontar al momento en el que este Papa volvía a su
palacio tras haber hecho un ataque, a través de un ferviente sermón, contra el emperador
Federico I Barbarroja. Pues bien,
como iba diciendo, cuando volvía parece ser que era un día muy caluroso y se
paró en un pueblo a beber un poco de agua. Precisamente cuando estaba
trasegando de un jarro que un buen hombre le había traído, una mosca caprichosa
se coló en su boca y se metió directo en su garganta. Allí quedó aprisionada, y
entre el asco que le dio al Sumo Pontífice y la obstrucción provocada por el
insecto, los médicos no pudieron hacer nada por auxiliarle. Murió de asfixia
allí mismo, rodeado de lugareños que no
daban crédito a lo que acababan de ver.
jueves, 8 de diciembre de 2016
CHARLOT, UN PERSONAJE IMPROVISADO
El personaje
cómico de Charlot, creado por el
inimitable Charles Spencer “Charlie” Chaplin (1899 – 1977) es no solo uno de
los iconos más importantes de la Historia del Cine sino también de la Historia
del Siglo XX. Su manera de andar, de comportarse, o de reír ha sido imitada una
y otra vez hasta la saciedad, y no creo que haya persona en el mundo que no
reconozca su peculiar atuendo. Pero ¿cómo nació el personaje de Charlot y por
qué va vestido de esa manera?
En 1914 el director
y productor de cine Mack Sennett estaba
buscando un actor que diera vida a un divertido vagabundo que debía aparecer en
una pequeña comedia titulada Carreras
sofocantes. Buscó y rebuscó en la lista de actores que tenían en nómina los
estudios Keystone pero no encontró nadie que le pareciera bien. Desesperado salió
a la calle y dio la casualidad que por allí pasaba un joven actor inglés llamado
Charlie Chaplin. Después de echarle un vistazo le propuso hacer el papel de
vagabundo pero con la condición de que debía de dejar todo lo que estaba
haciendo y ponerse a rodar en seguida. Chaplin accedió y se metió ipso facto en
los vestuarios de la compañía para vestirse y salir rápidamente a escena. Nadie
le había dicho como vestirse y es por ello que tuvo que improvisar sobre la
marcha. Empecemos desde la cabeza a los pies:
-Para el bombín tuvo que coger prestado uno
del suegro del actor cómico Fatty Arbuckle que además de estarle pequeño estaba
algo chafado debido a que su obeso yerno se había sentado encima.
-El bigote se lo preparó como el que
llevaba el actor Mack Swain y que rememoraba a los que se pusieron de moda
cuando las Guerra Boers.
-Le cogió una chaqueta roída y llena de polvo, unos
dicen que al actor Chester Conklin y otros que a Charles Avery. Pero ya sea de
uno o de otro, igualmente le estaba pequeña.
-Los pantalones que lleva pertenecían al
mismísimo Fatty Arbuckle, y por eso se ve que le están caídos de lo grandes que
son.
-Y finalmente los zapatos eran del actor cómico Ford
Sterling. Éste era todo un gigante y es por ello que calzaba un 48. Chaplin,
para que no se le salieran al andar, se los cambió de pie y esa es una de las
razones por las que al andar parece que va anadeando.
En cambio lo único
que era de su propiedad era el bastón. Cuando salió del vestuario Sennett le
pidió explicaciones de por qué se había vestido así. Chaplin le describió el
personaje de la siguiente manera:
“No es uno, es
muchos. Es un tipo polifacético. Un vagabundo y un caballero. Un soñador, pero
con sentido práctico. Te puede hacer creer que es un profesor de física o un
jugador de polo, y aunque es un tipo orgulloso, no tiene inconveniente en
recoger del suelo una colilla, robar el caramelo de un niño y, si está
enrabietado, dar una patada en el culo a una dama.”
Había nacido el
mítico Charlot.
jueves, 1 de diciembre de 2016
BLONDI, LA MASCOTA DE HITLER
Aunque parezca
mentira una de las aficiones de Adolf Hitler eran los perros. Incluso llegó a
afirmar que el mejor momento del día era aquel en se encontraba con su perra, una hembra de pastor alemán llamada Blondi.
Fue su secretario personal y jefe de la Cancillería Martin Bormann el que se la
regaló y desde aquel día fueron uña y carne. Paseaban juntos, descansaban uno
al lado del otro, y le enseñaba toda clase de trucos, como saltar alto, dar la
patita, coger un palo o una pelota que el Führer le tirara lejos… Quién sabe si
a lo mejor, en aquellos momentos de juego Hitler se acordaba de aquel otro
perrillo que lo acompañó en las frías trincheras de la Primera Guerra Mundial. Pasaron toda la contienda juntos pero cuando
los rusos estaban a punto de tomar Berlín en 1945 y acabar la guerra de forma definitiva,
la amistad entre amo y mascota se torció de forma dramática. Hitler, antes de
suicidarse, decidió probar el cianuro con su ella y sus cachorritos para ver si
el veneno era lo suficiente efectivo para cuando él lo tomara. De esta forma
tan triste acabó sus días Blondi, el amigo más intimo que nunca tuvo el Führer.