Después del
invierno, viene la primavera. Al retirarse la nieve y fundirse con el sol, las
primeras flores lucen con una belleza deslumbrante. Pues esto mismo es lo que
supuso el Renacimiento en la Historia Universal: un vespertino despertar tras una
noche de siglos medievales. Carlos Javier Taranilla de la Varga, autor de
varias obras para la editorial Nowtilus, como la Breve Historia del Arte, Breve
Historia del Románico, o Breve
Historia del Gótico, nos acerca una postrera historia de ese tiempo, Breve Historia del Renacimiento, en la
que enumera como este movimiento, esta forma de vida y expresión, impregnó
todos los órdenes de la vida ya fueran sociales, artísticos, urbanísticos,
agrarios, políticos, filosóficos o económicos. Toda una eclosión que hizo
estallar en mil pedazos el orden establecido en la Edad Media y a la que consideró
como una etapa de lo más barbará y gótica.
Nacido en Italia
a finales del siglo XV (unos lo datan en la caída de Constantinopla en 1453 y
otros con el alumbramiento de la edad de los descubrimientos a partir de 1492,
en esto hay disputa) el Renacimiento es ante todo un movimiento humanista en el
que el hombre ocupa el lugar central. Un antropocentrismo que le convierte en
eje y que a la vez desbanca al Dios del centro del universo. Este paulatino
abandono del teocentrismo tendrá como consecuencia que el arte (en lo que más
incide nuestro autor) plasme las maravillas del ser humano y personajes como
Leonardo da Vinci, Miguel Angel o Rafael, entre una gran pléyade de genios
nacidos de ese mundo, centren su visión en las cualidades de ese ser que pocos
siglos antes parecía aterrado ante la visión de un Dios inmisericorde. Es por
ello que tanto en el Quattrocento o
en el Cinquecento se vuelva a la estética
grecorromana buscando las magnificencia de aquel tiempo de gloria y color sin
fin.
¿Pero que es el
Renacimiento? Hablamos de él pero no sabemos de dónde viene ese término. La
primera mención a él hay que buscarlo en el historiador italiano Giorgio Vasari
que en sus Vidas, nos habla de la Rinascita aplicado al renacer de la
cultura clásica frente al oscurantismo medieval. Aunque hay que esperar unos
siglos a que el término acabe de cuajar, y no será hasta el siglo XIX cuando el
historiador francés Jules Michelet nos hable de este tiempo en su obra La Renaissance (1855), y que otro
historiador Jakob Burckhardt también lo trate en su ensayo titulado El Renacimiento en Italia (1860). En resumidas
cuentas, una vuelta a los laureados tiempos de antaño. Un sueño que invade a
los artistas y una fiebre que impregna el corazón de todos, ya que se comprende
que el hombre no es un trozo material destinado a sufrir hasta la muerte, sino
que está hecho para gozar, para vivir en un continuo carpe diem.
Aunque no solo
se vive una revolución artística sino que también hay una auténtica explosión científica
y social, ya que se buscan explicaciones racionales y naturales a los hechos
que acontece y no se fía todo al dominio de un todopoderoso Dios. La imprenta
de Gutenberg revolucionara la difusión de las nuevas ideas, y la teoría heliocéntrica
y las maravillas de Galileo Galilei harán que el hombre vea los cielos de
manera distinta, sin barreras. De igual manera con el Renacimiento la humanidad
entra en la Edad Moderna y con ella ya se empiezan a perfilar una concepción
novedosa de la política pues ya se empezara hablar de naciones y no de feudos
encastillados. A consecuencia de ello las ciudades vuelven a llenarse y en
ellas nace una burguesía mercantil que creará bancos en los que se movilizará
grandes cantidades de dinero con los que embellecer su entorno y pagar el
mecenazgo de artistas que darán color y vida a esta etapa esplendorosa.
Carlos Javier
Taranilla de la Varga trata de manera didáctica y erudita todos estos temas y
no los circunscribe solamente a la Italia renacentista sino que también nos
muestra como impregnaron el sino de los demás países limítrofes, como por
ejemplo España. Leer esta Breve Historia
del Renacimiento es zambullirnos en un mar de arte sin fin, de literatura e
historia sin límites y de una visión humanística sin paragón hasta ese momento.
Así pues les invito a adentrarse en él y disfrutar de un tiempo en el que, como
decía Petrarca, la razón habla y el
sentimiento muerde. Un mundo donde todo era posible bajo la luz de la
inmortalidad.