viernes, 27 de julio de 2018

DE CUANDO LA IGLESIA PERSEGUÍA EL TABACO


Es sabido que muchos papas han sido grandes fumadores, pero hubo un tiempo en que el Vaticano no fue tan favorable al “vicio traído de América”. En 1642 el papa Urbano VIII publicó una bula llamada Cum Ecclesiae en la que anunciaba que cualquiera que fumara, mascara o aspirara tabaco dentro de las iglesias de Sevilla quedaría automáticamente excomulgado ya que temía que el humo de esta sustancia empañara la visión dentro de la iglesia además de evitar que los propios sacerdotes se entretuvieran tomando un poco de rape o liándose algún cigarro en mitad de la liturgia. Tiempo después, en 1650, Inocencio X amplió esta prohibición a más iglesias de la cristiandad. No fue hasta 1745 que Benedicto XIII decidiera anular este castigo ya que se daba cuenta de que la mayoría de los feligreses no hacían otra cosa que entrar y salir continuamente de la iglesia para fumarse un cigarrito.

Como ejemplo de los recelos que suscitaba el tabaco a las altas esferas eclesiásticas hay que señalar que la Santa Inquisición española no dudó en condenar a Rodrigo de Jerez, que ostentaba el título de ser el primer europeo en fumar tabaco, por haber exhibido dicho “invento satánico” en mitad de la calle, a la vista de todo el mundo, e incluso haberlo cultivado en su propio huerto. A consecuencia de ello estuvo encerrado casi cinco años. Me imagino que lo primero que hizo nada más salir de la prisión fue echarse una calada.