En la antigüedad,
autores griegos y romanos como Estrabón o Plutarco nos mostraron un pacto muy
peculiar que se producía entre los guerreros íberos: la llamada devotio ibérica. Se trataba de una
especie de clientela militar en la que un guerrero íbero, tras pronunciar un
juramento sagrado, se ponía bajo las órdenes de un caudillo consiguiendo de una
tacada protección frente a sus enemigos además de un rango social más elevado que
le acercaba a la aristocracia. Pero a cambio este guerrero se comprometía a dar
su vida por él en el campo de batalla, y si su padrino moría en ella a
suicidarse allí mismo. Vemos que era un juramento terrible, que, curiosamente,
fue aprovechado por los generales romanos para rodearse de una aguerrida escolta
íbera leal a su persona y fiel hasta la muerte.