Después del
invierno medieval llegó el Renacimiento con una nueva visión del mundo, del
hombre y del arte. Las líneas son claras, luminosas, funcionales, a la moda de
los antiguos. Todo parece diáfano hasta que a partir del siglo XVII algo empieza
a cambiar en el mundo occidental. Europa es sacudida por el terremoto de la
Reforma y su antagonista la Contrarreforma católica y aquellas líneas y
pensamientos tan directos comienzan a curvarse y llenarse de una emoción
religiosa que parecía desterrada un siglo antes. Asistimos al nacimiento de un
concepto, una época, y una forma de pensar conocida universalmente como
Barroco, que durara, más o menos, desde el siglo XVII hasta mediados del XVIII
en el que de nuevo la diosa Razón y el Rococó acabará con el exceso de siglos
anteriores. El tiempo que dura el Barroco es un tiempo fluctuante y algunas
veces difícil de explicar por lo ornamentado y recargado que es, así que para
ello es fundamental recurrir al ensayo Breve
Historia del Barroco escrito por el especialista en Arte, Carlos Javier
Taranilla de la Varga.
El barroco, apelativo despectivo utilizado
ya en el siglo XVIII para designar aquello que no es clásico ni equilibrado,
nace en Italia en un momento en que las espadas de los protestantes y católicos
están en todo lo alto, a la vez que sirve de propaganda política para las
nuevas monarquías absolutas que van naciendo en Europa. De ahí fue saltando a
distintos países acomodándose a la coyuntura del lugar, pero casi siempre
mostrando las mismas características en los distintos campos del saber, ya
fueran artísticos (sobre todo) como funcionales, ya sea el caso de la política.
Mientras que en el movimiento anterior todo era sobrio y directo, el barroco
destaca por dar prioridad al sentimiento, la emoción y a todo lo desorbitado
que emana de las entrañas del autor. Las líneas rectas del Renacimiento se
curvan y existe una preferencia por romper la armonía buscando lo exuberante.
Como ya he dicho, en el barroco importa el pathos,
el sentimiento, que ahonde en el interior religioso de cada ser. Es por ello
que lo podemos considerar, en ciertos momentos, como el arte de la
Contrarreforma, como por ejemplo se pueden ver en las iglesias italianas o
españolas, en las esculturas de amor desaforado al estilo del Éxtasis de Santa Teresa de Bernini, e
incluso en el nacimiento de los famosos pasos de Semana Santa.
El color de sus pinturas, claroscuros, la
decoración excesiva y cualquier juego de artificio imaginativo también sirve al
barroco para ser publicidad y exaltación de las monarquías y de los poderosos.
He aquí como nuestro autor nos lleva de la mano a conocer aquellos Estados y
como era el mundo que en ellos habitaba. Nos extasiaremos observando el lujoso
mundo de Luis XIV y su gran siglo. Pasearemos por el barroco de Flandes,
anglosajón, italiano e incluso encontraremos sitio en el español, a la vez que
conoceremos los vaivenes de autores e intelectuales
como Bernini, Velázquez, Rubens, e incluso Shakespeare. Gran copia de ellos,
sin duda alguna. Breve Historia del
Barroco nos hace recorrer sus vidas y saber cómo era aquel arte para aquel
nuevo mundo en donde la Guerra de Treinta Años, el siglo de Oro español, la corte
versallesca del Rey Sol o la casa de Habsburgo convivían y se odiaban mutuamente.
Un universo retorcido y vibrante que impregnó e hizo florecer al arte y la
cultura en general alumbrando una nueva Europa en continuo crecimiento.