Es indiscutible
que la caída de la ciudad bizantina de Constantinopla en 1453 a manos de los
turcos otomanos, comandados por Mehmed II el Conquistador, supuso un duro golpe
para la cristiandad. Pero aunque el hecho había sido terrible fueron muy pocos
los que quisieron partir de inmediato a reconquistar la ciudad. Uno de ellos
fue Felipe II de Borgoña, también conocido como el Bueno, quien quiso organizar
ese mismo año una nueva cruzada para recuperar Constantinopla. Con ese fin
reunió en Lille (Francia) a los caballeros del Toisón de Oro y anunciarles que
tenía pensado recuperar una antigua tradición medieval: el Voto del Faisán, el
cual consistía en que los nobles reunidos debían jurar fidelidad sobre esta ave
tan señorial. Se realizaba de la siguiente manera: primero una bella dama traía
en una bandeja de plata un magnifico faisán cocinado y decorado. A continuación
se entregaba el ave al caballero más distinguido quien a su vez lo entregaba a
su compañero del al lado y así, de mano en mano, hasta el último caballero el cual era considerado como el más honrado.
Acto seguido se trinchaba el faisán y se pronunciaba el solemne juramento. Como
curiosidad añadir que en este caso ninguno de los presente lo respeto, aunque, eso sí, aprovecharon para darse un buena
comilona.