Normalmente en
las cortes reales, por lo menos en tiempos pretéritos, las costumbres y modas
que establecía el rey solían ser seguidas por todos sus cortesanos. Unas veces con
ganas de agradar al monarca y otras obligados bajo pena de quedar aislados del poder
real. En tiempo de los Austrias, en España, pasaba de igual manera. Un ejemplo:
hubo un tiempo en que el emperador Carlos V pasó una temporada en la ciudad de
Barcelona pero por desgracia suya, nada más llegar allí, comenzó a sufrir unos
fuertes dolores de cabeza. Pasaban los días y éstos no remitían por lo que se
mandó llamar a los médicos para que aliviaran las penas del monarca. Después de
estudiar esta dolencia y de hacerle un chequeo completo llegaron a la
conclusión que la mejor manera de aliviar sus dolores era raparse la cabeza. Y
aunque esto no sirvió de nada, los nobles y cortesanos que había a su alrededor
decidieron también cortarse el pelo. Ya sea porque pensaron en que era una moda
pasajera o porque de esta manera se solidarizaban con su rey lo cierto es que
hubo un tiempo en que la ciudad de Barcelona se llenó de gente a quien le
brillaba la calva y de peluqueros que se enriquecieron de la noche a la mañana.