No éramos los primeros ni seriamos los
últimos cobayas utilizados en este gran experimento humano.
En 1966 el líder
comunista chino Mao Zedong (1893 – 1976), también conocido como el Gran
Timonel, comenzó a poner en práctica una de las ideas más surrealistas que se
han expuesto a lo largo de la Historia. Se trataba de la Revolución Cultural
Proletaria China en la que cientos de miles de intelectuales, jóvenes con
estudios, o personas con algún tufo reaccionario fueron enviadas al campo con la idea de que
se reeducaran y volvieran a las
costumbres básicas chinas y abandonasen de esta manera el confort burgués en el
que estaban instalados. Curiosamente años después otro país asiático, Camboya,
también adaptó una solución parecida con el resultado de miles y miles de
muertos. Mao quería alejar a la sociedad china de las influencias capitalistas
y con esa excusa deportar fuera de las ciudades a posibles opositores a la vez
que fomentar su propio culto. Y fue
precisamente en esos años sin sentido en donde Dai Sije, el autor de la novela
que ahora les presento, cuando fue arrastrado por esa revolución y llevado sin
ningún tipo de apelación a una de aquellas granjas especiales con la única
misión de reeducarse en los valores del Partido Comunista Chino.
Balzac y la joven costurera china es una
pequeña novela autobiográfica que narra los años en que el autor estuvo en el
campo haciendo distintos tipos de trabajos hasta que le dieran la orden de
volver a la vida normal tras comprobar que efectivamente se había alejado de
las perniciosas ideas que venían de Occidente. En 1971 Dai Sije, hijo de
médicos encarcelados durante la Revolución Cultural, y su amigo Luo, también
hijo de un famoso dentista, el cual había tenido la osadía de decir que había
arreglado los dientes a Mao, fueron enviados a un pueblo cercano al Tíbet
situado en lo alto de una montaña muy elevada conocida como el Fénix del Cielo.
Según nos cuenta el autor para llegar allí se tenía que andar por caminos
empinados muy estrechos, entre rocas, e incluso atravesar las nubes que pasaban
por aquellas latitudes. No había carreteras que los llevara allí por lo que el
camino se debía hacer a pie, cargados con sus pertenencias hasta alguna de las
aldeas que les iba a acoger.
Pero ahí no se
acabaron sus penalidades pues cuando llegaron a la aldea que les había tocado
en el proceso, ambos protagonistas observaron que era un lugar en el que sus
habitantes estaban totalmente embrutecidos, no habiendo salido casi nunca de
aquellas cumbres, y en el que muchas de las cosas de la vida diaria del siglo
XX les eran desconocidas, como por ejemplo un despertador o un simple violín
que porta el autor de la novela. Y es por eso que nada más llegar Dai y Luo se
convierten en una auténtica curiosidad, como si vinieran de otro planeta. Desde
ese momento empieza su infierno pues el jefe de la aldea, que es un verdadero fanático
del presidente Mao (además de un ignorante, ya que cree que Mozart es un íntimo
amigo de su añorado presidente), les hace trabajar de manera implacable en los
quehaceres más duros de la aldea como sembrar arroz de sol a sol, cuidar
bueyes, llevar cubos con excrementos sobre sus cabezas, o sacar carbón de unas
pequeñas minas excavadas en el suelo, entre otras cosas.
Pero entre todas
aquellas miserias, va a haber dos cosas que van a transformar su día a día. Por
un lado conocerán a una joven costurera,
hija del sastre de la localidad, por la que se enamoraran perdidamente (sobre
todo su amigo Luo), y por otro descubrirán una maleta llena de libros
prohibidos hasta los topes. Esencialmente son libros prohibidos por varias
razones: una de ellas porque son novelas occidentales; y en segundo lugar
porque la mayoría son de autores burgueses, como por ejemplo Balzac, Dumas,
Flaubert, Stendhal, Tolstoi, Dickens, Gogol, Dostoievski, Baudelaire, Kipling,
Romain Roland, entre otros. Aquella maleta, y aquel amor de juventud harán que
el mundo de semi esclavitud en el que viven se convierta en un universo de
pasión por la lectura, la poesía, y el amor sin límites. Los libros, al igual
que Fahrenheit 451, se convierten en
un secreto, en un tesoro a esconder con el que escaparse, aunque sea con la
mente, a otros lugares ajenos a aquel mundo de tribunales populares, comunas, y
miedo soterrado, además de ser también un arma con el que conseguir el amor de
la pequeña sastrecilla.
En verdad les
recomiendo esta novela, Balzac y la joven
costurera china, pues no solo conocerán de primera mano cómo fue aquella
Revolución Cultural y los suplicios a los que tuvieron que enfrentarse cientos
de miles de jóvenes intelectuales de entonces, sino que además podrán gozar de
un libro que es un auténtico canto a la libertad, al amor a los libros y a los
sentimientos más íntimos de un hombre. Aquella maleta y aquellos libros
afectaran no solo el modo de vida de Dai y Luo, o de los habitantes de las
aldeas radicadas en torno al Fénix del Cielo, sino que también ampliará los
horizontes de la hija del sastre que descubrirá que más allá de aquellas
nieblas, lluvias, y campos de arroz interminables se abre un mundo que visitar.
Es, desde luego, una de esas pequeñas novelas que con el paso del tiempo se
convierte en inolvidables.