Uno de los
hechos más conocidos de la Segunda Guerra Mundial es que muchos de los
prisioneros alemanes capturados durante la contienda acabaron siendo alojados
en centros de detención de los Estados Unidos. Aun así, entre todos estos envíos
hemos de destacar uno en particular en el que 27.000 de estos soldados, de un
total de 50.000 capturados en Mayo de 1945 se perdieron durante su estancia en Norteamérica
sin tener ninguna certeza de dónde se habían escondido. Este hecho es, desde
luego, de lo más curioso, pero si además añadimos que estos temibles soldados
median unos 5 centímetros y que eran figuritas de plomo pintadas y hechas a
manos, hace que el interés de esta historia sea mayor. Para conocer este relato
hemos de retroceder a finales de la guerra cuando los americanos descubrieron
en el Museo de la ciudad de Hersbruck, localidad cercana a Núremberg, una excelente
colección de soldados de plomo que muy pronto, y a pesar de las protestas de
las autoridades de la ciudad, fueron requisadas como botín de guerra. Cuatro
años después, en 1952, los conservadores del museo reclamaron que les fueran
entregadas de nuevo pues no tenía ningún sentido el que se las hubieran
quitado, y aunque recurrieron al Departamento de Estados Unidos y al propio
Eisenhower, éste les respondió que no sabía nada de esta historia ni del
destino de aquellas figuritas de plomo. Con el tiempo las protestas alemanas
dieron su fruto y en 1958 el gobierno americano decidió devolver el tesoro a
sus verdaderos dueños aunque para ello tuvieron que buscar dichas figuras las
cuales estaban repartidas en colecciones particulares por toda Norteamérica. Algunas
incluso estaban en lugares tan separados como Texas, Nueva York o Massachusetts.
Aun así aquel mini ejército no volvió entero pues todavía unos 27.000 de esos
prisioneros se hallan perdidos sin saber cómo volver al hogar.