Una de las
ciudades más bonitas de Suiza es Lucerna. Allí además poderse contemplar el Kapellbrücke (o puente de la capilla)
que atraviesa el rio Reuss también se puede observar una de las esculturas al
aire libre más impresionantes y sobrecogedoras que existen en el mundo: la del León Moribundo de Lucerna. Tallada en
roca por el escultor danés Bertel Thorvaldsen entre 1819 y 1821 la obra nos
muestra a un león herido de muerte, con evidentes signos de dolor y que reposa
su cuerpo moribundo sobre un escudo con el emblema de Suiza y otro con la flor
de lis perteneciente a Casa de los Borbones. Además sobre la triste figura, a
la que Mark Twain llamó “el trozo de piedra más triste, conmovedor y
contundente del mundo”, nos encontramos una frase en latín que reza lo
siguiente: Helvetiorum fidei ac virtuti
(a la lealtad y la valentía de los suizos).
Esta
inscripción, y esta escultura, por descontado, tiene un por qué. Desde el siglo
XVII la Casa Real Francesa tenía asignado un grupo de mercenarios de la Guardia
Suiza para su cuidado personal. Pero al producirse la Revolución Francesa en
1789 su estatus cambió por completo. El 6 de Octubre de 1789 el rey fue
trasladado desde el Palacio de Versalles a el de las Tullerías pero dos años
después, en 1791, el rey trató de escapar al extranjero aunque fue atrapado a
punto de atravesar la frontera. Debido a ello fue confinado en su nuevo hogar
pero la paciencia de la ciudadanía se había agotado y en 1792 quisieron asaltar
la residencia del rey provocando en un principio que cinco miembros de la
Guardia Suiza fueran asesinados delante de su capitán. Luis XVI mientras tanto
había conseguido refugiarse en la Asamblea Legislativa en donde, para calmar
los nervios del momento, pidió a su leal guardia que se retirase a sus
cuarteles de buena fe. En cuanto el capitán Dürler recibió la orden por escrito
procedió a darle cumplimiento pero cuando la Guardia Suiza salió indefensa a la
calle fueron masacrados sin piedad por la turba revolucionaria y sus cabezas,
ensartadas en picas, paseadas por todo París. De unos 1100 guardias que había
en ese momento solo sobrevivieron unos 350. Por eso debajo de la figura del
león moribundo aparecen grabados los nombres y número de los soldados y
oficiales asesinados junto con el de los supervivientes
Años después un
oficial de la Guardia Suiza, Karl von Pfyffer Altishofen, que en el momento de
la matanza estaba de vacaciones en Lucerna, quiso honrar el sacrificio de sus
compañeros para lo cual comenzó a reunir dinero en 1818 con el que erigir un
monumento para que todo el mundo recordara la enorme valentía que había
demostrado la Guardia Suiza en el empeño de su oficio.