lunes, 17 de junio de 2024

EL HAMBRE EN EL MADRID DE LA GUERRA CIVIL (1936 - 1939) - Carmen Gutiérrez Rueda y Laura Gutiérrez Rueda

 

Hambre, hambre. Madrid empezó a sufrir hambre al mes de empezar la guerra. Una vez estuvimos tres días con un huevo frito, untándolo y guardándolo… Yo no tenía miedo a morir, lo que tenía era el dolor de estómago que da el hambre (…) Recuerdo que mi hermana (vivía en Madridejos) me puso huevos fritos para comer y yo por poco me muero, primero de placer y luego de dolor de estomago. ¡Dos huevos fritos con aceite de oliva y untando el pan! El día más feliz de mi vida. Y luego me puse mala (Gloria Fuertes)

Madrid, por culpa de otra guerra ya había pasado hambre. Este penúltimo caso se produjo durante la Guerra de Independencia, entre 1811 y 1812, en donde el soldado francés Nicolás Marcel, por citar un testigo de esa tragedia, vio como un niño que acababa de morir de inanición fue comido por sus pequeños compañeros, que devoraban delante nuestro sus miembros descarnados. Pues bien, más de un siglo después el martirio de Tántalo y la guerra volvieron a enseñorearse de la capital del Reino de España. Esta vez durante la guerra fratricida que asoló nuestro país entre 1936 y 1939. Durante esos tres años la ciudad fue asediada por las tropas nacionales, y de la misma forma las tropas republicanas consiguieron pararlas en la fortaleza en que se convirtió ese gran rompeolas de nuestro país que es Madrid. Por un lado se puede ver como un acto heroico, pero por otro lado esta defensa numantina tuvo como consecuencia el desabastecimiento de la urbe y, debido a ello, el hambre que sufrieron alrededor de un millón de personas durante más de 30 meses. Para comprender como lo vivieron, cuál fue su desarrollo y los medios de abastecimiento que emprendieron las autoridades madrileñas les invito a analizarlo (y comprenderlo) a través del interesante trabajo realizado por Carmen Gutiérrez Rueda y Laura Gutiérrez Rueda en su libro El hambre en el Madrid de la Guerra Civil (1936 – 1939) (Ediciones La Librería, 2014)

Para centrarnos en este triste episodio de nuestra Historia, las autoras, primero, encuadran la situación hablándonos del avance de las tropas sublevadas hacia Madrid y los diferentes caminos que éstas emprendieron para llegar a los alrededores de Madrid entre Octubre y Noviembre de 1936 y las disposiciones que la Junta de Defensa de Madrid tomó para repeler al enemigo creando una red de trincheras alrededor de la capital, sobre todo en el flanco Oeste, Noroeste y Sur; distintas fortificaciones claves en esos puntos y de resultas de ello las distintas batallas que se produjeron como la sangría ocurrida en Ciudad Universitaria y el Hospital Clínico, el toma y daca bélico del Retiro, y así hasta el fallido intento de toma de la ciudad cerrando el asedio por el Este en la Batalla de Guadalajara (1937) que tenía la intención cortar la carretera de Madrid-Valencia y así cerrar con condado de hierro el cerco a la capital. Al fracasar este último movimiento dicho asedio quedó parado en una guerra de desgaste que duraría tres largos años y que los madrileños sufrirían, nunca mejor dicho, en sus propias carnes.

Tras ponernos en situación, Carmen y Laura Gutiérrez Rueda (entiendo por los apellidos que pueden ser hermanas) nos llevan al grueso del tema que nos tratan: el abastecimiento de Madrid, que siempre fue difícil y escaso. El causante de ello fue sobre todo la desorganización y la improvisación que hubo al iniciarse el asedio. Llama la atención el tema de la despreocupación pues aunque parezca increíble en los primeros compases del susodicho asedio hubo un gran derroche de alimentos, como si no hubiera un mañana, tanto que incluso se mató gran parte de las vacas y toros de los alrededores sin previsión alguna, sin control, echándolo de menos los años posteriores en que solamente se daba carne en las cartillas de racionamiento por prescripción médica. Y si hablamos de cartillas, éstas inevitablemente nos conduce al segundo tema: los conflictos y competencias derivadas de la multiplicidad de jerarquías que querían manejar la distribución de los alimentos en Madrid. Partidos políticos y sindicatos daban comida a sus afiliados, iban a las tiendas que empezaban a estar desabastecidas y se llevaban lo que quedara dando una especie de vales que no servían para nada. Y a esto se sumaba la lucha en la Junta de Defensa de Madrid por ver quién canalizaba la distribución alimenticia, pisándose unos a otros llegando a haber incluso cartillas de racionamiento duplicadas o triplicadas. Y si todo esto no fuera suficiente la falta de transporte dificultaba el ingreso de comida en la capital. No solo era difícil la comunicación entre Valencia y Madrid por la única vía de acceso por carretera sino que también los milicianos de retaguardia acaparaban los transportes o bien para acercar tropas al frente o acercarse a mirar las trincheras y por la tarde volverse a casa a dormir o darse un garbeo por la ciudad derrochando gasolina que hubiera sido necesaria para otros menesteres. Y finalmente, a todo este desbarajuste político-logístico que claramente repercutía en los estómagos de los famélicos madrileños que querían sobrevivir día a día, se le añadía la picaresca española: el acaparamiento de productos, el mercado negro, los fraudes (obvio) en las cartillas de racionamiento o la especulación y el trueque.

Y así durante más de 30 meses. Es por ello que este trabajo se ha complementado con casi un centenar de testimonios de personas que sobrevivieron a la gran hambruna. Cada testimonio le pone a uno los pelos de punta porque son verdaderas historias de supervivencia. No hay invención alguna. Las hay desde las más duras en las que se luchaba prácticamente por conseguir un simple alimento, como un huevo por ejemplo, carne de perro, gato o burro, pasando por las que nos ejemplifican como era la jornada cotidiana por conseguir los alimentos que aportaran las calorías necesarias con las que  pasar el día (no llegaba ni de lejos), como se hacía trueque en los pueblos de los alrededores, los viajes hasta allí por conseguir una simple berza mientras las balas le silbaban a uno cerca de la cabeza, la valentía de las madrileñas que hacían colas en las pocas tiendas que daban alimentos mientras las bombas caían a su lado y ninguna se movía para no perder la vez;  y las hay en las que dentro de la tragedia cotidiana el testigo octogenario todavía las recuerda con humor (un tanto negro, la verdad) o con asombro surrealista como aquel que rememora cuando se encontró para comer un pavo real y su carne era muy dura pero que luego se consolaron jugando con las plumas de esa bella ave.  Al final incluso tuvieron hasta problemas para tener encendido un simple fuego con el que cocinar los reducidos alimentos que se conseguían quedando muchas casas por dentro totalmente vacías pues además de los muebles habían tenido que quemar el suelo de madera (si lo había), las puertas, contraventas, libros, revistas, llegándose a darse de tortas por conseguir algún trapo con el que prender la cocina. Imagínese uno este panorama en los duros meses de invierno meseteño.

Por tanto, la carencia de alimentos y la continua lucha de la vida, pasaron factura a lo largo del tiempo. Las autoras nos cuentan que tras terminar la guerra y entrada de las tropas nacionales en Madrid el 29 de Marzo de 1939 una serie de médicos hicieron un estudio para observar que enfermedades había producido el hambre durante el asedio. Y estos fueron, en grandes líneas, las enfermedades más comunes: Pelagra, neuropatías carenciales, neuritis óptica y acústica, glositis simple y edemas de hambre. A lo que claro está hay que añadirle las cientos de personas que murieron por ésta durante aquel tiempo. Así pues, tras orientales por el libro que les traigo, El hambre en el Madrid de la Guerra Civil (1936-1939) no queda otra que recomendárselo, y aunque sea algo sintético en el tema tratado es francamente interesante de leer para que el lector se haga a la idea de uno de los episodios más duros de nuestra última guerra civil.

Carmen Gutiérrez Rueda y Laura Gutiérrez Rueda, El hambre en el Madrid de la Guerra Civil (1936 – 1939). Madrid, Ediciones La Librería, 2014, 158 páginas.