Tener una afición es sano y entretenido a la vez, pero cuando se convierte en una obsesión puede llegar a ser preocupante. Y si no que se lo digan al compositor checo Antón Dvorak el cual era un fanático de los trenes. Se dice que iba todos los días a la estación Francisco José de Praga no solo a contemplar las bellas máquinas de vapor sino también a estudiar de arriba abajo los horarios de entradas y salidas de los trenes. Incluso muchas veces, no pudiendo resistir la tentación, abandonaba sus clases en el conservatorio para ir corriendo a la estación no fuera a ser que alguno se hubiera retrasado. Las malas lenguas dicen incluso que aceptó la dirección del Conservatorio Nacional de Nueva York ya que allí podría contemplar todos los días las bellas locomotoras que llegaban a la Estación Central.