Cuando alguien
conseguía ser templario la Orden era la encargada de abastecerle. Esta es la
lista de la compra que el utillero debía entregar a su nuevo monje-soldado:
Ropa: Dos camisas, dos pares de calzas,
dos calzones y un sayón, una pelliza forrada de cordero y oveja, una capa, dos
mantos, uno de verano y otro de invierno, túnica, cinturón y dos bonetes, uno
de fieltro y otro de algodón, y finalmente calzado resistente.
Útiles cotidianos: una servilleta para cuando comía, dos copas, una
cuchara, un cuchillo y una navaja, un cuenco y una escudilla para comer,
caldero, hacha para talar, tres pares de alforjas, una toalla, un jergón y dos
mantas para dormir que solían ser negras y blancas como la bandera de la orden.
Armas: una loriga (armadura), calzas de
hierro, casco con protección nasal, yelmo, espada, puñal, lanza con gallardete
triangular, cota de armas blancas y gualdrapa para el caballo. La cruz paté de
la orden debía ir en el gallardete de la lanza, en el extremo superior
izquierdo del escudo, y en la cota.
Además de haber
fuertes sanciones para los que perdían su equipamiento, la orden templaria
abominaba de todo lo superfluo y de cualquier adorno inútil que se incorporara
al vestido.