El rey es más bien bajo que alto, no mal
formado, feo de rostro; tiene el cuello largo, la cara larga y como encorvada
hacia arriba; el labio inferior típico de los Austria; ojos no muy grandes, de
color azul turquesa y cutis fino y delicado. El cabello es rubio y largo, y lo
lleva peinado para atrás, de modo que las orejas quedan al descubierto. No
puede enderezar su cuerpo sino cuando camina, a menos de arrimarse a una pared,
una mesa u otra cosa. Su cuerpo es tan débil como su mente. De vez en cuando da
señales de inteligencia, de memoria y de cierta vivacidad, pero no ahora; por
lo común tiene un aspecto lento e indiferente, torpe e indolente, pareciendo
estupefacto. Se puede hacer con él lo que se desee, pues carece de voluntad
propia. (Imagen que
tenía el Nuncio del Papa sobre la figura de Carlos II)
Según la necropsia hecha tras la muerte de Carlos II se observó que el
cuerpo del monarca que había regido los destinos de un Imperio en donde nunca
se ponía el Sol no tenia una gota de
sangre, el corazón aparece del tamaño de un grano de pimienta; los pulmones
corroídos; los intestinos putrefactos y gangrenados; un solo testículo negro
como el carbón, y la cabeza llena de agua. El Rey acababa de entregar su
alma al Todopoderoso un aciago 1 de Noviembre de 1700, Día de Todos los Santos,
y los mentideros de la Corte hervían de chismes y negros presagios pues parecía
que el finado monarca había no solo enterrado su cuerpo sino finiquitado a la
Casa de los Austrias. Su lastimero estado era un fiel reflejo de la situación
en que se hallaba la monarquía más poderosa del planeta: un mundo en el que no había
energía, un país agostado sin recursos ni fuerzas, y que estaba postrado frente
a la esplendorosa Francia del Rey Luis XIV. España ya no era el titán que
marcaba los destinos del orbe sino una mera mercancía, una manzana podrida a
punto de ser subastada entre las potencias europeas. Aquel 1 de Noviembre de
1700 el futuro del país se presentaba oscuro como el Averno. (Sigue)
Este es el momento histórico que ha elegido José Calvo Poyatos en su
libro Carlos II, el Hechizado, una
excelente biografía sobre el último rey Austria que gobernó desde 1661 hasta
1700 el gigante con pies de barro en que se había convertido el mayor Imperio
de la época. El autor desde el comienzo del libro nos enseña, citando a García
Márquez, la crónica de una muerte anunciada. El estado en que se encontraba
España era la consecuencia del agostamiento de la rama de los Habsburgo y los
conflictos sociales y militares que comenzaron a golpear a la monarquía a
partir, sobre todo, de 1640 con los frentes abiertos en Cataluña, Portugal y
Francia. Calvo Poyatos nos muestra al hijo de Felipe IV como símbolo de este
final de ciclo. Un hombre enfermo e incapaz de llevar el timón del Estado y que
en todo momento estuvo manejado por todo el mundo, desde su madre Mariana de
Austria, sus tutores como el jesuita Everardo Nithard o Portocarrero, sus
esposas María Luisa de Orleans y la Pro francesa Mariana de Neoburgo, sus
ministros y nobles más allegados como el Duque de Medinaceli o el “duende”
Valenzuela, e incluso el calderoniano hermanastro Juan José de Austria. Como
dice el dicho “entre todos lo mataron” y todos quisieron sacar réditos y
fortuna de un pobre desequilibrado.
Esta biografía recorre toda la existencia vital de este rey desde su
nacimiento hasta su muerte, de una manera precisa y deliciosa a la vez, pero
que en muchos momentos da algo de pena y sana curiosidad al ver el estado de
locura en que se había convertido la Corte a finales del siglo XVII. Recorremos
los recovecos de una España que se había convertido en una casa de locos en
donde cualquier despropósito era posible desde aplaudir de forma mentirosa y entusiasta
el simple baile de un niño rey casi paralítico de nueve años, que casi no sabia
andar ni leer ni escribir, hasta admitir y dejar entrada libre en el Alcazar a
un mundo paranoico de exorcistas y magos con el único fin de sacar el
encantamiento o demonio travieso que estaba alojado en su cuerpo andrógino y
que no le permitía tener descendencia. Igualmente el autor nos introduce en la
historia del final de la Casa de los Austrias en la Península Ibérica mezclando
por un lado de manera acertada la apasionante vida y enfermedades tanto físicas
como mentales (que fueron en gran número y muy desagradables), y su entorno
cercano con un anecdotario jugosísimo mostrándonos la situación penosa en que
se había transformado este país de tócame Roque llamado España. Como siempre
hace José Calvo Poyatos los hechos históricos que nos enseña como por ejemplo
el nacimiento de rebote de Carlos II (Su
Majestad deja para la reino sólo las escurriduras, como dijo un medico a
Felipe IV) y la Regencia de su madre en su minoría de edad (1665-1675) la
influencia de los validos, las luchas intestinas en la Corte entre estos últimos
y la familia real, o el mundo de hechicería que condujeron a marchas forzadas a
la muerte y la desafortunada herencia, que auguraban una sangrienta guerra
civil futura, son escritas con el máximo rigor y respeto a la figura del Rey,
haciendo que no sea una obra morbosa ni efectista sino muy didáctica y
entretenida llegando a ser un buen ejemplo sobre como un ensayista deber
abordar un hecho histórico y una biografía sobre uno de los reyes más enigmáticos
que ha dado nuestra historia moderna. Solamente me queda recomendarles la
lectura de este libro, Carlos II, el
Hechizado, que les hará conocer un momento histórico en que la decadencia,
la codicia, e incluso lo mágico hizo mella en uno de los Imperios en que no se
ponia la luz del Sol.