Hacia mediados
del siglo XVI la princesa de Éboli junto con su esposo se propusieron convertir
la localidad de Pastrana (Guadalajara) en un pequeño reino culto, prospero y
adelantado a su tiempo. Para ello no escatimaron dinero en construir talleres
textiles regentados por reconocidos artesanos flamencos y con moriscos
expulsados de las Alpujarras como mano de obra. Además enriquecieron la
Colegiata a la vez que reurbanizaron la ciudad. La de Éboli quería que su
ciudad se convirtiera en un faro de sabiduría por lo que en 1569 no dudó en
llamar a Santa Teresa de Jesús para que fundara allí dos conventos.
Todo parecía ir
tranquilo en aquellos centros carmelitas hasta que en 1573 murió Ruy Gómez de
Silva, esposo de la princesa. Tan afectada quedó que en medio de su dolor no
dudó en querer meterse a monja bajo el nombre de Sor Ana de la Madre de Dios.
Cuando la priora del convento se enteró de la noticia horrorizada y de su
inminente llegada al convento exclamó:
¡La Princesa monja, ya doy por deshecha la
casa!
Sus temores no
fueron infundados pues aunque la de Éboli sí ingresó en el convento no lo hizo
como una monja más sino que se trajo consigo todo lo que quiso: sus ricas
pertenencias, sirvientas, cocineros propios… todo, evidentemente, alejado de la
sobriedad y pobreza que predicaba la orden. Pero pronto se le pasó la congoja
pues a los dos meses ya se había aburrido de aquel mundo volviéndose a su
palacio. Aun así, mientras estuvo entre aquellos muros siguió comportándose
como una persona que estuviera por encima de las demás imponiendo una fuerte
disciplina a sus hermanas en oración. Es por ello que cuando Teresa de Jesús se
enteró de que la princesa se había ido no dudó en escribir:
He gran lastima a las de Pastrana. Aunque se
ha ido a su casa la Princesa están como cautivas… no halló por qué se ha de
sufrir aquella servidumbre.
Las pobres
monjas que se quedaron en Pastrana, en cuanto pudieron, una noche se escaparon
a tierras segovianas buscando acomodo en otros conventos carmelitas. Fue en ese
momento cuando la princesa se convirtió en enemiga acérrima de Santa Teresa de
Jesús. Tanto odió tuvo que en la corte no paraba de intrigar contra ella
llegando incluso a acusarla de hereje ante el Santo Oficio por su obra Libro de
la Vida a la Inquisición. Aquella aventura religiosa de la princesa por poco
hizo que la Santa acabara en la hoguera.