Parece ser que
las clases que impartía Ramón y Cajal en la Universidad eran bastante aburridas
por lo que el número de alumnos que tenía era muy bajo. Pero al poco tiempo el
científico empezó a darse cuenta que el aforo de estudiantes que acudían a sus
clases aumentaba día a día. Extrañado
por tal suceso no dudó en ir hablar con su sobrino, que también era estudiante
suyo, y preguntarle el por qué de aquel prodigio. Éste le comento que todo se
debía a una apuesta que hacían los alumnos consistente en contar las veces que
su tío decía la muletilla “completamente”. Si al final de la clase salía par
ganaban unos y si, al revés, era impar ganaban otros. Al día siguiente Ramón y
Cajal volvió a impartir normalmente sus lecciones pero al terminar de darlas y
mientras todo el mundo se dirigía a la salida, éste se volvió dijo en alto:
¡Señores!: completamente, completamente, y
completamente… hoy ganan impares.