Todo el mundo
cree que las luchas de gladiadores eran la autentica pasión de los romanos.
Nada más erróneo, pues donde verdaderamente se desataban las pasiones más
primarias y las rivalidades irreconciliables era en la arena del Circo Máximo,
en las carreras de caballos. Y es aquí donde surgen distintas facciones que
animan a sus favoritos durante las competiciones. En Roma, durante la época
imperial, sobre todo, existían cuatro de estas facciones representadas por
distintos colores: Los Rojos, Verdes, Azules y Blancos. Se cree que en épocas
anteriores solo hubo dos colores, los Blancos que simbolizaba el Invierno, y
los Rojos que al contrario encarnaba el fuego del Verano. El emperador Nerón,
que era un apasionado de estas carreras en las que incluso había participado
alguna vez, subvencionó a estos equipos permitiendo que hubiera hasta tres
carros de cada equipo en la misma carrera o que los corredores incluso pudieran
cambiar de equipo en medio de la temporada.
Durante el siglo
III estas facciones siguieron existiendo pero ya simbolizando cosas distintas.
Los Rojos llevaban ese color por Marte, Dios de la Guerra; los Blancos por los
dioses de los vientos; los Verdes por la Madre Tierra; y los Azules por el
Cielo, el Mar e incluso el Otoño. Otro emperador, Domiciano, introdujo otros
equipos representados por los colores morado y dorado, pero no tuvieron mucho
éxito y desaparecieron con el tiempo.
Aun así, si la
rivalidad en el Circo Romano era fuerte, no tuvo nada que ver con los
encuentros sangrientos que hubo en el Hipódromo de Bizancio. Durante aquel
tiempo se conservaron los clubes romanos, imperando por encima de todo las
facciones azules y verdes. No eran simples equipos pues aumentó su importancia
en la sociedad en tres campos distintos: el militar, el político y el teológico.
Por ejemplo los Verdes representaban a los comerciantes y arrendatarios, y en
cuestiones religiosos profesaban el Monofisismo, pues crecían que Jesús era en
esencia divino sin ningún atributo humano. En cambio los Azules, estaba
compuesto por terratenientes y aristócratas, además de que eran ortodoxos. Justiniano
pertenecía a estos últimos.
La rivalidad
entre Azules y Verdes era tan grande que incluso se agrupaban en bandas
callejeras que mataban en las esquinas a sus rivales. Tanta tensión existía que
en el 532 provocaron una de las crisis más graves que hubo en época bizantina y
que estuvo a punto de acabar con el reinado de Justiniano. Se le conoce como Los Disturbios de Nika (se le llamó así
por el grito de Nika “Victoria” que
entonaban los alborotadores) comenzaron en el mismo Hipódromo debido por un
lado a las rivalidades religiosas y por otro al aumento de impuestos provocados
por las negociaciones entre Bizancio y Persia. La revuelta se extendió por toda
la ciudad destruyéndose gran número de palacios e incluso la iglesia de Santa Sofía.
Verdes y Azules se unieron e incluso eligieron a un nuevo emperador de manera
temporal, Hipatio, pero la serenidad de Teodora, la esposa de Justiniano y la valía
militar del famoso general Belisario acabaron de ahogar en un mar de sangre
este levantamiento popular.
Para que luego
digan que los ultras de los distintos
equipos de fútbol de ahora son violentos…