Se trataba de la
guardia personal de los dos reyes de Esparta. En realidad eran llamados hippeis (caballeros) y eran valientes
hoplitas que se colocaban en el centro de la falange junto a su soberano. Los
candidatos a este honor tenían que tener entre 20 y 29 años y para llegar a ser
miembro de esta guardia personal debían demostrar en una difícil competición su
destreza con las armas, una gran fuerza física y una valentía extrema. Como le
habían inculcado muy bien en la agoge
(el sistema de educación espartano) no existía nada más vergonzoso para ellos
que ser llamados cobardes si regresaban de una batalla perdida. Si alguno
volvía se le cosían parches de colores en su capa, se le negaba la
asistencia a la sysitia (comedores comunitarios), también le retiraban sus
derechos cívicos y se le negaba el casamiento con la hija de un igual. Como
curiosidad señarlarles que de la Batalla de las Termópilas regresaron a Esparta
dos soldados de la guardia personal de Leonidas, Pantitas y Aristodemo, y
ninguno de los dos supo afrontar la humillación de ver las caras de sus
compatriotas. El primero se ahorcó nada más llegar y el segundo se separó
adrede de su falange y se lanzó en solitario contra las huestes persas en la
Batalla de Platea (479 a.C) buscando una muerte segura.