¿Cuántas veces
no hemos salido de una tienda, de buen humor, contentos por haber adquirido un
producto a buen precio, casi regalado, y a continuación hemos pensado o dicho a
nuestro acompañante “¡Menudo chollo he
conseguido!”? Seguramente más de una vez.
Pues bien para buscar el origen de esta palabra hay que remontarse a
mediados del siglo XVIII, justamente en el reinado de Carlos III, más conocido por
todos como el mejor alcalde de Madrid.
Pues bien un buen día arribó a la corte de este monarca un perspicaz napolitano
llamado Cioglio quien ayudado por otros de su misma nacionalidad consiguió
licencia para colocar sillas y cómodos bancos en la calle para contemplar los pasos
de Semana Santa y los acostumbrados desfiles militares con que se entretenía la
ciudadanía. Claro está, cobraba por cada asiento que se ocupaba al igual que
los alquilaba con tiempo para poder ver mejor el espectáculo. Es por ello que
con el tiempo este hombre consiguió amasar una buena fortuna, a la vez que la
picaresca pronto castellanizó su nombre a chollo
como sinónimo de cosa adquirida a poca
costa.