El primer
emperador de China Qin Shihuang Di (260 – 210 a- C) era una persona obsesionada
con la inmortalidad. Su mayor miedo era dejar esta vida, y por eso no dudaba en
seguir los consejos de cualquier astrologo, alquimista o mago que hubiera cerca
de él. Tan crédulo era que si alguno de ellos le decía que la corte al completo
debía vestir de negro porque las constelaciones lo dictaban así, decretada que
todas las personas se pusieran ropas oscuras pues este color se correspondía
con el agua, que era el elemento protector de la dinastía Qin. ¡Hasta la ropa
interior debía ser negra! Como se puede ver este gran emperador hacía caso a
cualquier charlatán que hubiera en China. Pero según cuenta las crónicas su
miedo fue más allá pues en su obsesión por ser eterno mandaba regularmente al
mar una gran cantidad de barcos llenos de jóvenes chinos con la esperanza de
que alguno arribara a las famosas Islas de la Inmortalidad y traerle la pócima que
eludiera la muerte. Obviamente ninguno de ellos se la trajo y por eso
desesperado sustituyó esa añorada pócima por bebedizos hechos de mercurio, que
según los magos de la corte le iban hacer vivir muchos años. Y claro está este
hábito lo llevó directamente a la tumba.