Algunas veces el
gran historiador Herodoto (484- 425 a.C) contaba a sus coetáneos leyendas que les
dejaban atónitos. Una de ellas nos habla de una especie muy curiosa de hormigas
que se pirraban por el oro y que no paraban de abrir agujeros en el suelo
buscando este metal tan codiciado. Según él estos insectos eran:
“… una especie de hormigas gigantes, mayores
que un zorro pero más pequeñas que un perro. Estas curiosas criaturas tienen
sus madrigueras bajo el suelo. Para hacer sus nidos excavan en la tierra y
luego la amontonan fuera al igual que las hormigas que nosotros conocemos. Como
las tierras en las que habitan poseen un rico contenido en oro, estas hormigas
se encargan de sacarlo de las profundidades. Los indios asentados en las cercanías
roban esta arena cargada de oro y comercian con ella. (…)Incluso nos dice
dónde vivían estos ladrones de oro: En la
zona fronteriza a la ciudad de Caspatiro y a la provincia Pactica, y situada
hacia el Bóreas al Norte, con un modo de vivir parecido al de los Bactrianos,
estos indios y sobre todo los guerreros más valientes, son los encargados de la
conducción y extracción del oro citado. Esta es una zona donde el oro se
encuentra en gran cantidad, bien en las minas, arrastrado por los ríos o robado
a las hormigas”.
Ahí es nada. Y
es que en aquellos años, debido sobre todo a que la gente de a pie no hacía
mucho turismo, y que muchas veces se mezclaba la realidad y la fantasía en los
relatos de viaje, la palabra de Herodoto iba a misa. Tanto que se decía que los
reyes persas utilizaban a estas hormigas como esclavas para que les buscaran
riquezas sin límites. Hasta el sabio San Isidoro de Sevilla, en sus Etimologías habla sobre esta especie tan
curiosa. Pero pasado los siglos se descubrió que toda esta historia de las
hormigas buscadora de oro era una mera equivocación. En 1980 un antropólogo
francés llamado Michel Peissel decidió
buscar algún resto de verdad en esta leyenda y viajó a la zona que Herodoto nos
dice. Lo primero que hizo fue localizar la comarca donde deberían estar estas áureas
hormigas. Se trata de la llanura de Dansar, en la frontera indopaquistaní, un
sitio abrupto y seco difícil de llegar. Pero cuando investigó sobre el terreno
se dio cuenta de que dichas hormigas gigantes no eran otra cosa que una
variedad de marmota asiática conocida como marmota bobak. A este animal le gusta hacer agujeros en el suelo y al igual
que las supuestas hormigas amontonar la arena al lado de la madriguera.