Durante la
Segunda Guerra Mundial no solo se luchó en el frente o tras las trincheras en
una auténtica guerra de espías y sabotaje, sino que también en muchos países en
conflicto apareció lo que se llamó el “frente doméstico”. Se instaba a los
ciudadanos a colaborar en cualquier cosa que ayudara a sus soldados, ya fuera
comprando bonos de guerra, no derrochando recursos naturales o incluso asociándose
con sus vecinos para crear lo que se llamó Los
Jardines de la Victoria. Estos comenzaron a proliferar en países como
Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá o incluso en Alemania, y tenían como
misión, además de cultivar comida, hacer que la gente se sintiera participe
aumentando con ello el orgullo personal y nacional. En Estados Unidos, por
ejemplo, se llegaron a plantar entre 1939 y 1945 alrededor de 20 millones de
ellos. La población se reunía en estos lugares y compartían información y
experiencia para conseguir una cosecha excelente. Se cultivaba en cualquier
sitio productivo, ya fuera en el jardín de casa, algún descampado o en campos
de golf. En Gran Bretaña además reutilizaban los cráteres dejados por las
bombas alemanas. Estos nuevos granjeros trabajaban incasablemente en sus
pequeños huertos comunales pues sabían que todo esfuerzo era poco con tal de
que sus alimentos alimentaran a los jóvenes que luchaban por la victoria.