John Montagu
(1718 – 1792), además de ser IV conde de Sandwich, fue lord del Almirantazgo,
vicetesorero de Irlanda, embajador en Madrid y secretario de Estado. Es decir
uno de los grandes personajes de la época, y aunque a él siempre le hubiera
gustado que le recordaran por sus hazañas pasará a la historia por ser la persona que
dio a luz uno de los inventos culinarios más importantes que existen: el sándwich.
Parece ser que el señor Montagu tenía su lado oscuro ya que era un amante de
los vicios, un glotón empedernido y sobre todo un fanático de los juegos de
azar, como por ejemplo las cartas. Un día de 1762 que estaba sentado a la mesa
junto con sus amigos de parranda, le entró mucha hambre y como no quería
esperar mucho tiempo a que le preparan una comida le dijo a uno de los
sirvientes que le preparara un aperitivo consistente en dos rodajas de pan y
que además pusiera dentro unas tajadas de carne. Tanta sorpresa causó que sus
amigotes quisieron probarlo y como el invento les gustó mucho pidieron que les
hicieran otro para el camino. Acababa de nacer el sándwich como lo conocemos
hoy en día. Pronto se popularizó en Londres y muchos nobles y personas del
pueblo llano empezaron a pedirlo en las tiendas y a preparar en sus propias
casas una comida al estilo del conde de
Sandwich. Curiosamente cuando el propio capitán James Cook descubrió las
islas Hawaii originalmente las llamó Islas Sandwich en honor al lord Almirantazgo…
¿o porque tal vez se estuviera comiendo uno en el momento en que las divisó en
el horizonte?
miércoles, 30 de noviembre de 2016
martes, 29 de noviembre de 2016
CURIOSIDADES DE LA FERIA DE ABRIL
Cada año cuando
llega el mes de Abril la ciudad de Sevilla se engalana con sus mejores galas y
sus habitantes no dudan un momento en acercarse a un lugar en concreto de la
ciudad a celebrar la mundialmente famosa Feria de Abril. Sevillanas vestidas de
faralaes y jóvenes agraciados luciendo palmito recorren el Real de la Feria buscando
divertirse a base de bailes, jarana, y tapas aderezadas de deliciosa
manzanilla. Esa es la imagen típica y tópica que los forasteros tienen de la
fiesta. Pero pocos de éstos son los que saben el verdadero origen de la Feria y
cuál es el oscuro secreto que ocultan las explanadas donde se realizan.
Por ejemplo
¿sabían ustedes quiénes fueron sus fundadores? Puede pensarse que al ser una
fiesta puramente andaluza sus creadores deberían ser oriundos de aquellos
lugares. Pues no, siento decirlo. Según parece desde la Edad Media ya existía
en la ciudad y alrededores una feria de ganado, y fue en el siglo XIX cuando dos
empresarios venidos de fuera pensaron revitalizar esta feria que se estaba perdiendo
poco a poco. En 1846 José María de Ybarra, oriundo de Bilbao, y Narciso
Bonaplata, originario de Barcelona, presentaron a las autoridades de Sevilla el
proyecto de una nueva Feria que trajera lustre a la ciudad. Un año después, en
1847, la reina Isabel II dio el visto
bueno a la idea y decreto que entre el 19 de Abril y el 21 de ese mes se
celebrara por todo lo alto la Feria Ganadera de Sevilla. Ésta se celebró en el
Prado de San Sebastián hasta 1973, y a partir de entonces el Real de la Feria
se traslado al Barrio de la Tablada en el distrito de Los Remedios. En un
principio la Feria era puramente ganadera, es decir compra y venta de ganado,
pero poco a poco se fueron poniendo puestos de comida y bebida con los que
alegrar a los tratantes. Pasado el tiempo estos puestos fueron comiéndole
terreno a la venta de ganado, y aunque sus fundadores se opusieron a ello no
pudieron hacer nada por evitar que la Feria se transformara en la fiesta que es
hoy en día.
Y ahora pasemos
a un dato oscuro que a lo mejor, incluso algunos sevillanos, desconocen de la
Feria. ¿Sabían que los lugares donde se realiza han tenido mucho que ver con el
devenir de la Inquisición? Pues sí, parece ser que donde se festejaba la
antigua Feria, en el llamado Prado de San Sebastián (en donde hoy está la
Diputación de Sevilla) era una explanada donde se quemaban herejes en el tiempo
más duro de la Inquisición. Y para colmo, en donde se festeja hoy, es decir en el
Barrio de la Tablada, era otro quemadero
donde la Santa Inquisición ponía un patíbulo de tablas en el que ajusticiaba a
los pobres reos que caían en sus manos. De ahí el nombre de La Tablada.
lunes, 28 de noviembre de 2016
MANOS BLANCAS NO OFENDEN
En el idioma
español uno de los refranes o dichos populares más machistas que existen es
aquel que reza lo siguiente: “Manos blancas no ofenden”. Este refrán, que
recoge el título de una obra de Calderón de la Barca, viene a decir que la
acción de una mujer no insulta al honor de un hombre. Y además de ser un refrán
poco correcto llama la atención que fuera una de las causas que llevaron de
rebote al país a las llamadas Guerras Carlistas. ¿Cómo fue esto posible? Hemos
de remontarnos al siglo XIX, precisamente a 1829. Ese año se produjo la muerte
de la tercera esposa de Fernando VII, María Josefa Amalia de Sajonia. No solo
era triste el fallecimiento, sino también preocupante ya que no dejaba ningún
hijo varón para suceder a su padre. Es por ello que meses después Fernando VII
volviera a casarse con su sobrina, María Cristina Borbón-Dos Sicilias, quien,
desgraciadamente, y desde el punto de vista de la época, tampoco solucionó el
asunto al dar a luz en poco tiempo dos niñas: María Isabel Luisa, y María Luisa
Fernanda. Así pues no le quedó más remedio al monarca que emitir en 1830 un
real decreto, conocido como la Pragmática Sanción en el que derogaba la Ley
Sálica fijada por Felipe V, con lo que al morir el rey su primera hija ocuparía
el trono (en este caso sería con el sobrenombre de Isabel II).
Este devenir de circunstancias
no contentó a los estamentos más reaccionarios de la corte, quienes estuvieron
al acecho de cualquier cambio que les pudiera beneficiar. Y esa oportunidad les
llegó dos años después. En Septiembre de 1832, el ministro de Gracia y
Justicia, Francisco Tadeo Calomarde, aprovechando que el rey estaba bastante enfermo
le convenció para que volviera a reinstaurar la Ley Sálica con el que facilitaría
el ascenso al trono de un hombre, en concreto el hermano del rey, Carlos María
Isidro de Borbón. Pero cuando la hermana de la reina, Luisa Carlota de
Borbón-Dos Sicilias, se enteró de lo ocurrido acudió a palacio y viendo que su
cuñado había mejorado algo hizo que firmara otro decreto en el que volvía a
abolir la Ley Sálica. Calomarde, avisado de lo que estaba ocurriendo, se
presentó de nuevo ante el rey e intento que firmara otro decreto revocador, lo
que propició una de las escenas más rocambolescas que hayan ocurrido en la
corte española. Luisa Carlota se acercó al ministro oportunista y le propinó
una bofetada tan grande que incluso los cortesanos que estaban cerca quedaron
congelados. Como decía, tan grande debió de ser el guantazo que años después Benito
Pérez Galdós dijo que había sido “la más sonora bofetada que se ha dado”.
Calomarde aguanto de pie, y con estoica indiferencia, aunque con el carrillo
encarnado, dijo a los asistentes la famosa frase: “Manos blancas no ofenden”. A
lo que, según algunos dicen, Luisa Carlota le respondió: “Pero hacen daño”.
lunes, 21 de noviembre de 2016
DEFINICIÓN BAROJIANA DE LOS ESPAÑOLES
El escritor Pio
Baroja (1872 – 1956) ha pasado a la Historia de las Literatura Española por ser
no solo uno de los máximos exponente de la llamada Generación del 98, sino
también por ser una persona muy huraña y poco social. Era extraño verle en
cualquier reunión o tertulia, y de la misma manera era norma general que
rechazara cualquier invitación para ir a un evento o presentación de un libro.
Así que muchos se asombraron un día al verlo en una tertulia literaria que
organizaba Valle-Inclán en el Nuevo Café de Levante, y más increíble que en
medio de la charla levantara el brazo para pedir el turno de palabra. Cuando
estaba en pie, después de aclararse la garganta, dijo a los concurrentes una de
las mejores definiciones que existen sobre los españoles:
“En España existen siete clases
de españoles, al igual que los siete pecados capitales. A saber:
-Los que no saben
-Los que no quieren saber
-los que odian el saber
-Los que sufren por no saber
-Los que aparentan que saben
-Los que triunfan sin saber
-Y los que viven gracias a que
los demás no saben. Es decir los políticos y algunos intelectuales”.
Tras decir esta
verdad, grande como un templo, y ante la admiración y sorpresa de todos, se
sentó y no volvió abrir la boca en toda la tarde.
sábado, 19 de noviembre de 2016
EL REY EFIMERO SE SALVA POR LOS PELOS
Para lo poco que
duró Amadeo de Saboya en el trono de España (1870 – 1873), casi lo sacan con
los pies por delante ya que en aquellos tres años estuvo a punto de ser
asesinado en un atentado perpetrado en la castiza calle del Arenal (Madrid) una oscura noche de 1872. El 17 de Julio, los
reyes, es decir Amadeo y su esposa María Victoria volvían de dar un paseo por
el Retiro pero llegar a la calle de Arenal la comitiva fue frenada por dos
coches de tiro y un grupo de asaltantes los cuales sin mediar palabra alguna se
liaron a tiros contra la carroza real. Al momento los reyes se encontraron tirados
en el suelo de su habitáculo en medio de un fuego cruzado entre la policía y aquellos
tiradores anónimos, con la esperanza de no sufrir daño. Uno de los asaltantes murió,
otros tres fueron detenidos y algunos consiguieron huir en dirección a la Plaza
de las Descalzas y la de Santo Domingo. Aun así, lo que más llama la atención,
es que el propio Amadeo de Saboya ya tenía noticias de que un atentado de estas
dimensiones se podía producir en cualquier momento. Se dice que un ciudadano
había informado a la policía que por casualidad había escuchado a la salida de la
Biblioteca Nacional a dos personas hablando sobre el plan regicida que acabaría
con la vida del monarca, además de que el rey había estado recibiendo semanas atrás
una serie de anónimos en los que alguien le decía: “Morirás joven, Saboya”. A
pesar de ello, Amadeo no varió sus planes, ya sea por creer que fueran fanfarronadas,
o por pensar que aquellas cartas eran obras de un perturbado.
Al día siguiente
el rey fue aclamado por la multitud, pero el idilio con su propio pueblo duró
poco ya que en cuanto pasó el momento, comenzó a funcionar de nuevo la máquina
de las intrigas y malquerencias que rodeaban al monarca. Ante esta situación no
es de extrañar que Amadeo de Saboya dijera lo siguiente: Ah, per Bacco, io
non capisco niente. Siamo una gabbia di pazzi (Ah, por Baco, yo no entiendo
nada. Esto es una jaula de locos). Harto de ser odiado por todos, o casi todos,
el 11 de Febrero de 1873 el rey presentó a las Cortes su renuncia a la corona,
y sin volver la vista atrás se marchó a Italia con la idea de olvidar la
pesadilla que había vivido en España.