Uno de los
grandes anhelos del pintor Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (1599 – 1660)
fue pertenecer a la famosa Orden de Santiago.
Por eso cuando el pintor sevillano fue propuesto para conseguir tal
honor dos años después de pintar Las Meninas (1656) obviamente se debió de
llevarse una alegría inmensa. Pero entrar en tal selecto club no era fácil pues
se debían de hacer un total de 150 entrevistas para demostrar que sus ancestros
no eran ni judíos ni conversos. Y algo debieron encontrar los entrevistadores
en Portugal ya que después de cotejar todos los documentos, ipso facto se le
negó su ingreso en la Orden de Santiago. Pero Velázquez no se quedó quieto y
apeló a su buen amigo el rey Felipe IV, quien de inmediato se puso en contacto con el Papa para desfacer este entuerto. Y como entre
poderosos todo se arregla en un momento, en 1659 Velázquez, por fin, fue
admitido en la prestigiosa orden. Aunque su sueño le duró poco pues en 1660 murió
el gran pintor.
Por ahora las
fechas cuadran, pero si son aficionados a la pintura se darán cuenta de que
algo no encaja en esta historia. Volvamos al cuadro de Las Meninas. Recuerden
que fue pintado en 1656 y que si se fijan un poco más en el pecho del pintor
podrán observar claramente una Cruz de Santiago que atestigua que pertenecía a
dicha Orden. ¿Cómo puede ser esto posible si Velázquez no fue propuesto hasta
dos años después de terminar la obra, 1658, para ostentar dicho honor? Es aquí
donde entramos en el campo de las suposiciones e incluso de las leyendas. Vamos
a lo primero. La mayoría de los expertos en Velázquez sostienen que debió de
ser el propio pintor el que durante el año que le quedaba de vida se acercara al lienzo y que con una fina filigrana pintara
la anhelada cruz sobre su figura. Es lo más plausible, pero otros prefieren
acercarse más a la leyenda la cual dice que fue el propio rey Felipe IV quien
ejerció de pintor y que el mismo fue el responsable de tunear el cuadro un año después de la muerte de Velázquez como
homenaje no solo a su mejor pintor de cámara sino también al que verdaderamente
fue su amigo.