Como muy bien
dice Víctor San Juan en el libro que les presento a ustedes, Breve Historia de las batallas navales de
los acorazados, la técnica, sobre todo en el campo naval, avanza que es una
barbaridad. ¿Quién le diría a un orgulloso capitán de navío del siglo XVIII que
un siglo después existirían buques en los que las balas de cañón podrían
rebotar como gotas de lluvia en un pulido cristal? Pues sí, a pesar de que
seguramente se reiría en nuestra cara, si éste pudiera mirar por una mirilla
mágica más allá del tiempo y del espacio
vería estupefacto cómo esos barcos iban a existir e iban a señorear los
mares y océanos por los que él navegaba ahora mismo. Y es que en el tema bélico
el bando que está bien pertrechado y avanzado es normalmente quien tiene las de
ganar. Es por eso que a partir del siglo XIX los países más poderosos del mundo
se encargaron de fabricar auténticas armas acorazadas con las que poder combatir a lo largo de todo un siglo. Esta es
la historia de esas fortalezas flotantes que tantas líneas escribieron en su
tiempo y que la editorial Nowtilus tiene el honor de volver a rescatar para deleite
de los amantes de las aventuras marítimas.
La
transformación de buques de madera, de velas hinchadas de viento salino y de
bellos mascarones de proa, en fortalezas acorazadas, es, claramente, una
evolución lógica dentro de la historia naval. Uno de los culpables de este paso
es sin duda alguna la Revolución Industrial que dotó de fibra metálica y de
impulso vaporoso a los buques que circunnavegaban el globo terráqueo a la vez
que destruían a otros que todavía se impulsaban a base de vientos y brazos
humanos. Pero que nadie se piense que los barcos acorazados surgieron de la
noche a la mañana pues sus orígenes fueron bastante más pequeños y
rudimentarios de lo que parece ulteriormente. Hemos de retroceder a finales del
siglo XVIII en concreto a 1782 cuando las tropas borbónicas que deseaban
arrebatar Gibraltar a los ingleses utilizaron una especie de baterías flotantes
llamados empalletados, nombre que en verdad tomaría la misma batalla. De igual
manera que estas baterías fueron un fiasco, el camino hasta llegar al verdadero
buque acorazado fue bastante accidentado pues estuvo lleno de probaturas y
experimentos. Por ejemplo los primeros buques blindados todavía tenían mástiles
y velas, e incluso por debajo de las láminas de coraza se podían ver todavía maderamen
como punto débil. Todavía quedaba mucho por pulir.
Fueron los
cambios de forma de luchar, a distancia frente al modo de hacerlo costado a
costado, y el poder armamentístico lo que hizo que las planchas de metal fueran
más gruesas y con ello se cubrieran del todo el barco. Adiós a la madera. El
grosor fue aumentado considerablemente y por eso se necesitaba que la fuerza de
propulsión fuera más potente pasando de barcos a tracción eólica a máquinas de
vapor y definitivamente a las que tenían afiladas hélices con las que
propulsarse por el agua fuera cual fuese el estado de ésta. Los cañones debían
apuntar en cualquier dirección por lo que igualmente se sustituyeron los
cañones de batería de cubierta por las temibles torres giratorias en las que se
añadieron cañones de una potencia inusitada. Pero uno de sus inconvenientes fue
que estos barcos, a diferencia de los anteriores de madera, sufrían de una
obsolescencia más rápida, aunque las necesidades bélicas lo prefirieron así.
El autor de este
erudito como apasionante ensayo, Victor San Juan, nos explica cómo podemos
consideran a la fragata Gloire (1862)
como el primer buque acorazado de la Historia.
De ahí fueron varios los adelantos que incorporaron los acorazados hasta
llegar al mítico dreadnought (1906) creado por el almirante Arbuthnor Fisher
bajo planos del italiano Vittorio Cunniberty. En verdad, en poco tiempo se
convirtió en la joya de la Royal Navy. Cada perfeccionamiento de este tipo de
buques fue incorporado en todas las marinas importantes de la época como la
susodicha inglesa, también en América, Japón, España, Francia… todos querían
excelentes barcos acorazados con los que domeñar los mares y combatir o
defenderse de sus enemigos. Breve
Historia de las batallas navales de los acorazados nos sumerge en un total
de veintitrés míticas confrontaciones marítimas en donde este tipo de barcos
fueron los verdaderos protagonistas, desde la ya mencionada Batalla de los
Empalletados (1782) hasta la última donde operaron, es decir en la de Surigao
(1944) durante la Segunda Guerra Mundial. Gracias a éstas el lector se podrá
mover por distintos teatros de operaciones a lo largo del globo como por
ejemplo la batalla de Tsushima (1905) librada entre buques de acorazados rusos
y japoneses; la mítica confrontación de Jutlandia (1916) durante la Primera
Guerra Mundial entre la Royal Navy y la
marina real alemana; o por ejemplos las distintas batallas navales de la
Segunda Guerra Mundial destacando la nombrada del estrecho de Surigao (1944)
donde asistimos al ocaso de los soberbios acorazados frente a los nuevos reyes
del mar que serán los portaviones. Estos son solo un ejemplo de las
confrontaciones que el caro lector va a encontrar entre las hojas de este
excelente ensayo. A bordo de buques emblemáticos como el Hood, el Bismarck, el Yamato o el Jean Bart, podrá sentir bajo sus pies como eran aquellos acorazados
y podrá ver cómo gracias a ellos medio mundo quiso luchar contra el otro medio
gracias a unas máquinas formidables a la vez que legendarias. En verdad fueron
los emperadores del mar.