jueves, 20 de junio de 2019

BREVE HISTORIA DE LOS TRASATLÁNTICOS - Víctor San Juan



- ¿Quién pensó el nombre del Titanic? ¿Fue usted Bruce?
- De hecho sí, quería transmitir el tamaño puro y el tamaño significa estabilidad, lujo y sobre todo, fuerza.
- El Dr. Freud estaría muy interesado en el significado de su comentario. (Titanic, 1997)

Parecía que su tiempo ya había pasado, pero por culpa de una película los famosos trasatlánticos volvieron a la vida. En 1997 vivimos el amor del pobre Jack y la acaudalada Rose a bordo del mítico Titanic en la película homónima dirigida por el director de cine James Cameron. Este film batió todos los records en cuanto a premios, dinero recaudado y tiempo de permanencia en cines (todavía me acuerdo de los años que duró en un cine de la Gran Vía). Pero no solo embargó el corazón de cientos y cientos de espectadores a ritmo de Celine Dion sino que también fue el causante de que se extendiera la titanicmania por todo el orbe. Libros, documentales, y un sin fin de exposiciones rememoraron cómo fue la vida de aquel gran buque, cómo era por dentro, y cuál fue el triste desenlace que tuvo. Esto fue bueno, tanto que incluso hoy siguen existiendo clubs de fans de este trasatlántico, aunque también hay que recordar que este no fue el único pues antes y después de él existieron algunos más tanto o igual de fascinantes. Por eso hoy les recomiendo el trabajo de Víctor San Juan titulado Breve Historia de los Trasatlánticos con el que podrán surcar las olas y revivir toda su magia para, en verdad, sentirse como auténticos reyes del mundo.

Y es que viajar en uno de ellos era una experiencia única. Actualmente nos movemos desde el punto A hasta el B sin darle mayor importancia. Incluso unos minutos de retraso nos hacen perder los nervios. Rapidez e inmediatez, es lo que gobierna el ritmo del mundo actual. Pero hubo un tiempo en que esto no era así. Quien tenía suerte (la gente adinerada, claro está) sabía que lo importante al viajar en un trasatlántico no era llegar a su destino sino gozar con la verdadera experiencia del momento. Era como vivir en un hotel de lujo durante días y horas. Nuestro autor nos habla no solo de ello sino también de las distintas generaciones de estos titanes del mar a través de la historia, cómo fueron diseñados y cuáles fueron las gestas que estos barcos llenos de ostentación y glamour batieron. Además nos hace verlos como símbolos de una época, además de ser también una muestra de la destreza humana y de el espíritu de superación de los ingenieros que los confeccionaron.

Los grandes viajes no surgieron de la nada, de la noche a la mañana. El origen más “primitivo” habría que buscarlo en la propia edad de los descubrimientos, en la era moderna, cuando países e imperios como Portugal o España establecieron rutas atlánticas a América o África con la intención de colonizar o comerciar en los lejanos puertos donde atracaran. Aunque si queremos un inicio algo más cercano Víctor San Juan lo retrotrae a 1938 cuando el vapor Great Western estableció la primera línea regular en el Atlántico, finalizando la odisea de estos buques en 1970 cuando el mítico Queen Elizabeth, ya medio herrumbroso, fue vendido en pública subasta. Pero eso es adelantar un poco los hechos, lo que ahora hemos de saber es que fue la Revolución Industrial quien revolucionó (evidentemente) los viajes por los mares y océanos del mundo al dotar a los barcos vapor, grandes hélices y un fuerte casco de hierro. Es en este momento cuando las empresas y los países empiezan a considerar a los trasatlánticos como escaparates de los avances técnicos y tecnológicos que atesoran. A partir de aquí comienza una autentica lucha entre las navieras, como por ejemplo la Cunard, al querer batir todos los records de velocidad y poder así ganar premios como la famosa Cinta Azul. Mientras que barcos como el Great Wester podían tardan quince días en hacer el viaje, otros como el Germanic, Britannic, City of Paris, Lusitannia, Normandia o Queen Elizabeth, entre otros muchos consiguen ir poco a poco bajando esta marca hasta situarla en tres días… aunque esta obsesión por la velocidad también produjo numerosos accidentes y naufragios.

Nuestro autor se detiene en los míticos trasatlánticos llamados de cuatro chimeneas entre el que destaca el Titanic. No era el más rápido ni el más increíble de todos ellos, pero desde su nacimiento tuvo algo que lo convirtió en leyenda.  Es por eso que su hundimiento durante su viaje inaugural, la noche del 14 al 15 de abril de 1912, al chocar con un iceberg conmocionara a todo el mundo convirtiéndose ipso facto en todo un símbolo de lujo y tragedia que todavía a día de hoy sigue vigente. Pero este ensayo no se detiene ahí (menos mal) sino que sigue con la historia fascinante de estos gigantes del mar. Durante la Primera Guerra Mundial, los trasatlánticos vivieron una reconversión de sus funciones iniciales y se convirtieron o bien en cruceros auxiliares armados o de transporte o en corsarios que servían para hostigar al enemigo. Aun así no estaban exentos de peligros pues los trasatlánticos eran un verdadero festín para los submarinos quienes dieron buena cuenta de ellos como por ejemplo les pasó al Lusitannia o al Carmania. Pero la historia sigue y durante el periodo de entreguerras hubo un resurgimiento de estos buques. Fueron más rápidos, más grandes y hay que destacar que en 1936 fueron botados el Queen Mary y en Queen Elizabeth. Pero con la llegada de la Segunda Guerra Mundial su progresión fue cortada en seco y los trasatlánticos sufrieron una nueva reconversión al igual que en la Gran Guerra, pero aquí se añadieron nuevas funciones desde trasporte de tropas hasta convertir el lujo en míseras y terribles cárceles acuáticas.

Desde ese momento ya nada sería igual para el mundo de los trasatlánticos. Poco a poco fueron convirtiéndose en grandes barcos más funcionales y prácticos, abandonando el gran lujo y glamour que les había caracterizado hasta convertirse en los típicos cruceros de vacaciones que tanto vemos en los puertos y que tanto se anuncian por la televisión en los paquetes estivales. De todas maneras, el espíritu humano y mágico de los antiguos trasatlánticos sigue ahí y a veces es bueno pararse un momento a conocer su historia y sentirse como excelsos viajeros adentrándonos en el interior de ellos, recorriendo sus largas y enormes bordas, conociendo su épica leyenda y observando el horizonte como hacía Jack, como auténtico rey del mundo. Y este libro, Breve Historia de los Trasatlánticos nos ayuda a ello. Se lo aseguro.
Buena singladura.