El Parque
Nacional de Doñana es sin duda una de las reservas naturales de flora y fauna
más importantes no solo de Europa sino también del mundo entero. Desde la Edad
Media esta zona fue lugar de descanso y coto de caza de reyes y gente
adinerada, sobre todo a partir del siglo XV cuando se empezaron a establecerse allí
los grandes señoríos como por ejemplo el de Medina Sidonia. No nos hemos de olvidar
de la gran cacería que esta casa ofreció al mismísimo Felipe IV en 1624 en el
que los grandes señores y nobles de toda España se dieron cita allí para cazar
y galantear en un ambiente idílico. Aun así, pasa conocer por qué este parque
obtiene el nombre por el que se le conoce en la actualidad hemos de retroceder
unos años antes de esta gran cacería. Parece ser que el séptimo duque de Medina
Sidonia, don Alonso Pérez de Guzmán, se casó con doña Ana de Silva y Mendoza y,
Dios los cría y ellos se juntan, ambos eran de igual carácter: tímidos y retraídos.
Ello se debía a que por un lado don Alonso por aquel entonces todavía rumiaba
la humillante derrota de la Armada Invencibles en la que era el comandante en
jefe de la fuerza expedicionaria, mientras que en el alma de Ana pesaba ser la
hija de la mítica princesa de Éboli. Así pues ésta convenció a su esposo para
que construyera en aquellos pagos un palacio recoleto rodeado de pinos y
alcornoques en el que poder establecer su residencia. Y como a partir de 1585
la pareja pasaba largas temporadas en dicho palacio los lugareños comenzaron a
llamarlo el Bosque o Coto de doña Ana, transformándose coloquialmente en el
tiempo como Doñana. Tal como hoy conocemos a esta fantástica reserva biológica.