- ¿Quién pensó el
nombre del Titanic? ¿Fue usted Bruce?
- De hecho sí, quería
transmitir el tamaño puro y el tamaño significa estabilidad, lujo y sobre todo,
fuerza.
- El Dr. Freud estaría
muy interesado en el significado de su comentario. (Titanic, 1997)
Parecía que su
tiempo ya había pasado, pero por culpa de una película los famosos
trasatlánticos volvieron a la vida. En 1997 vivimos el amor del pobre Jack y la
acaudalada Rose a bordo del mítico Titanic
en la película homónima dirigida por el director de cine James Cameron. Este
film batió todos los records en cuanto a premios, dinero recaudado y tiempo de
permanencia en cines (todavía me acuerdo de los años que duró en un cine de la
Gran Vía). Pero no solo embargó el corazón de cientos y cientos de espectadores
a ritmo de Celine Dion sino que también fue el causante de que se extendiera la
titanicmania por todo el orbe.
Libros, documentales, y un sin fin de exposiciones rememoraron cómo fue la vida
de aquel gran buque, cómo era por dentro, y cuál fue el triste desenlace que
tuvo. Esto fue bueno, tanto que incluso hoy siguen existiendo clubs de fans de
este trasatlántico, aunque también hay que recordar que este no fue el único
pues antes y después de él existieron algunos más tanto o igual de fascinantes.
Por eso hoy les recomiendo el trabajo de Víctor San Juan titulado Breve Historia de los Trasatlánticos con
el que podrán surcar las olas y revivir toda su magia para, en verdad, sentirse
como auténticos reyes del mundo.
Y es que viajar
en uno de ellos era una experiencia única. Actualmente nos movemos desde el
punto A hasta el B sin darle mayor importancia. Incluso unos minutos de retraso
nos hacen perder los nervios. Rapidez e inmediatez, es lo que gobierna el ritmo
del mundo actual. Pero hubo un tiempo en que esto no era así. Quien tenía
suerte (la gente adinerada, claro está) sabía que lo importante al viajar en un
trasatlántico no era llegar a su destino sino gozar con la verdadera
experiencia del momento. Era como vivir en un hotel de lujo durante días y
horas. Nuestro autor nos habla no solo de ello sino también de las distintas
generaciones de estos titanes del mar a través de la historia, cómo fueron
diseñados y cuáles fueron las gestas que estos barcos llenos de ostentación y glamour batieron. Además nos hace verlos
como símbolos de una época, además de ser también una muestra de la destreza
humana y de el espíritu de superación de los ingenieros que los confeccionaron.
Los grandes
viajes no surgieron de la nada, de la noche a la mañana. El origen más “primitivo”
habría que buscarlo en la propia edad de los descubrimientos, en la era
moderna, cuando países e imperios como Portugal o España establecieron rutas
atlánticas a América o África con la intención de colonizar o comerciar en los
lejanos puertos donde atracaran. Aunque si queremos un inicio algo más cercano Víctor
San Juan lo retrotrae a 1938 cuando el vapor Great Western estableció la primera línea regular en el Atlántico,
finalizando la odisea de estos buques en 1970 cuando el mítico Queen Elizabeth, ya medio herrumbroso,
fue vendido en pública subasta. Pero eso es adelantar un poco los hechos, lo
que ahora hemos de saber es que fue la Revolución Industrial quien revolucionó
(evidentemente) los viajes por los mares y océanos del mundo al dotar a los
barcos vapor, grandes hélices y un fuerte casco de hierro. Es en este momento
cuando las empresas y los países empiezan a considerar a los trasatlánticos como
escaparates de los avances técnicos y tecnológicos que atesoran. A partir de
aquí comienza una autentica lucha entre las navieras, como por ejemplo la
Cunard, al querer batir todos los records de velocidad y poder así ganar
premios como la famosa Cinta Azul. Mientras que barcos como el Great Wester podían tardan quince días
en hacer el viaje, otros como el Germanic,
Britannic, City of Paris, Lusitannia,
Normandia o Queen Elizabeth, entre otros muchos consiguen ir poco a poco
bajando esta marca hasta situarla en tres días… aunque esta obsesión por la
velocidad también produjo numerosos accidentes y naufragios.
Nuestro autor se
detiene en los míticos trasatlánticos llamados de cuatro chimeneas entre el que destaca el Titanic. No era el más rápido ni el más increíble de todos ellos,
pero desde su nacimiento tuvo algo que lo convirtió en leyenda. Es por eso que su hundimiento durante su
viaje inaugural, la noche del 14 al 15 de abril de 1912, al chocar con un
iceberg conmocionara a todo el mundo convirtiéndose ipso facto en todo un símbolo
de lujo y tragedia que todavía a día de hoy sigue vigente. Pero este ensayo no
se detiene ahí (menos mal) sino que sigue con la historia fascinante de estos
gigantes del mar. Durante la Primera Guerra Mundial, los trasatlánticos vivieron
una reconversión de sus funciones iniciales y se convirtieron o bien en
cruceros auxiliares armados o de transporte o en corsarios que servían para
hostigar al enemigo. Aun así no estaban exentos de peligros pues los trasatlánticos
eran un verdadero festín para los submarinos quienes dieron buena cuenta de
ellos como por ejemplo les pasó al Lusitannia
o al Carmania. Pero la historia sigue
y durante el periodo de entreguerras hubo un resurgimiento de estos buques.
Fueron más rápidos, más grandes y hay que destacar que en 1936 fueron botados
el Queen Mary y en Queen Elizabeth. Pero con la llegada de
la Segunda Guerra Mundial su progresión fue cortada en seco y los trasatlánticos
sufrieron una nueva reconversión al igual que en la Gran Guerra, pero aquí se añadieron
nuevas funciones desde trasporte de tropas hasta convertir el lujo en míseras y
terribles cárceles acuáticas.
Desde ese
momento ya nada sería igual para el mundo de los trasatlánticos. Poco a poco
fueron convirtiéndose en grandes barcos más funcionales y prácticos,
abandonando el gran lujo y glamour
que les había caracterizado hasta convertirse en los típicos cruceros de
vacaciones que tanto vemos en los puertos y que tanto se anuncian por la
televisión en los paquetes estivales. De todas maneras, el espíritu humano y
mágico de los antiguos trasatlánticos sigue ahí y a veces es bueno pararse un
momento a conocer su historia y sentirse como excelsos viajeros adentrándonos
en el interior de ellos, recorriendo sus largas y enormes bordas, conociendo su
épica leyenda y observando el horizonte como hacía Jack, como auténtico rey del
mundo. Y este libro, Breve Historia de
los Trasatlánticos nos ayuda a ello. Se lo aseguro.
Buena
singladura.