Ni por dejadez
ni por olvido, sino por la guerra y la sinrazón humana el monumento griego del
Partenón se encuentra hoy en el estado que todos conocemos. El templo
consagrado a Atenea Partenos fue construido en la parte más alta de la acrópolis
ateniense entre el 448 al 432 a. C por los arquitectos Ictinos, Calícrates y
Fidias y hasta el siglo VI d. C mantuvo su función original cuando los
cristianos la consagraron como una iglesia. Años después en 1456, en cambio, fueron
los otomanos quienes reconvirtieron el templo griego en una mezquita a la que
se le añadió al lado un minarete para que los creyentes fueran llamados a la
oración. Pero las guerras de religión que mantuvieron austriacos, polacos,
rusos y venecianos contra los otomanos entre 1683 y 1699 cambiaron por completo
la fisonomía del Partenón. Los venecianos, tras la conquista de Mórea,
quisieron ocupar Atenas y rodearon el monumento griego que por aquel tiempo
había sido reconvertido en un polvorín por los otomanos. Éstos se creían a
salvo dentro del complejo arquitectónico porque pensaban que quién iba a
disparar contra uno de los monumentos más importantes del mundo. Pero se
equivocaron porque fueron los venecianos quienes el 26 de Septiembre de 1686
bombardearon el lugar provocando que el Partenón volara en pedazos. Obviamente
el templo quedó hecho pedazos y por ello siglos después, en 1806, Thomas Bruce,
conde de Elgin, viendo el estado en que se encontraba el lugar quiso adquirir
las esculturas y mármoles supervivientes y llevárselos a Inglaterra en donde
hoy día todavía pueden ser admirados en el Museo Británico de Londres.