viernes, 15 de noviembre de 2024

BREVE HISTORIA DE LA CIENCIA FICCIÓN - Luis E. Íñigo Fernández

 

“Yo... he visto cosas que vosotros no creeríais: atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán... en el tiempo... como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.” (Blade Runner, 1982)

En la Biblia, precisamente en Hebreos 11,  encontramos la siguiente sentencia: Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. O sea la confianza en que algo en que no tenemos seguridad, o que no existe en este momento es cierto y se puede realizar. Es decir que si utilizamos la misma definición para la ciencia ficción vemos que no se aleja demasiado de ella. Y es que el hombre siempre ha querido ver más allá de lo que tiene delante de sus ojos, de lo que hay detrás del ocaso del sol. Tiene la certeza de que lo que les hacen soñar las novelas de ciencia ficción y sus películas es posible, y que los universos que les muestran serán realidad en un futuro no muy lejano. Este género, la ciencia ficción, no es algo novedoso, ni ha surgido de la noche a la mañana sino que es algo que ha acompañado al ser humano desde la antigüedad hasta nuestros días, así que por ello damos la bienvenida al libro de Luis E. Íñigo Fernández, Breve Historia de la Ciencia Ficción (Nowtilus, 2024), en donde analiza las claves de este género y su evolución a lo largo de la Historia.

Podríamos decir que la ciencia ficción nació de forma paralela a la creación de la religión por parte del ser humano. Ya lo podemos observar en las aventuras, mundos, y artilugios que utilizaban los dioses de la antigüedad, ya fueran los promiscuos griegos y romanos, los valientes mesopotámicos con Gilgamesh a la cabeza buscando la inmortalidad, o en el más allá de los egipcios con sus mil y una pruebas para llegar o al paraíso o caer en el olvido completo. Y aunque con la llegada del cristianismo los sueños se convirtieran en anhelos de cielos iluminados por la faz de Dios Padre, la imaginación y el deseo de quimeras se sigue cultivando, ya fuera a través de cuentos populares, de las fantasías de alquimistas que dan vida a golems de barro primigenio, o de inventores que sueñan con máquinas del futuro.

Pero fue el siglo XIX y la literatura de fantasía o terror la que impulsó definitivamente a la futura ciencia ficción como la conocemos actualmente. Visionarios como Julio Verne y sus novelas Veinte mil leguas de viaje submarino o Viaje al centro de la tierra entre otras muchas; quiméricos como H. G Wells con sus inquietantes relatos centrados en los peligros de la humanidad y sus locos intentos por dominar la ciencia (La guerra de los mundos; El hombre invisible; o La máquina del tiempo); y literatos como la romántica Shelley o el oscuro Poe, fueron los que pusieron las bases iniciales de este género que tantos adeptos tiene en la actualidad. Desde ese momento, ya en el siglo XX,  la ciencia ficción se impone dentro del mundo de la literatura con Hugo Gernsback a la cabeza, o las elucubraciones robóticas de Asimov. Y fue en el siglo anterior cuando un invento vino a reforzar estos libros y estas revistas que hacían las delicias de los jinetes del futuro: el cine. Las sagas cinematográficas como la Guerra de las Galaxias, Star Trek, o películas como Encuentros en la tercera fase, Atmosfera Cero, Blade Runner, y cientos de ellas las que han traído luz, y color a la ciencia ficción. Sus imágenes refuerzan nuestra imaginación, y eso hace que más y más adeptos a este género crezcan día a día, ya sean en nuevas corrientes como el cyberpunk o el steampunk, o los que analizan cada libro y cada película desde puntos de vista realistas, feministas, religiosos…

Entrar en el mundo de la ciencia ficción es adentrarse en un universo en continua expansión, en donde solo la imaginación es una frontera en la que no existen límites. Es un mundo en donde caben todas las corrientes, ya sean literarias, a través de libros, revistas, fanzines; cinematográficas mediante películas o series; e incluso visuales en comics de bella factura. Es por ello que analizar la ciencia ficción es muy difícil debido a que no es posible abarcarla del todo ni etiquetarla con precisión milimétrica. Así que si quieren darse una vuelta por este género tan fascinante no dude en pasar un buen rato con Breve Historia de la Ciencia Ficción, con el que conseguirá una buena base para disfrutar de lo que hoy no es posible pero mañana sí y en el que todo es posible y más allá.

Luis E. Íñigo Fernández, Breve Historia de la Ciencia Ficción. Madrid, Ediciones Nowtilus, 2024, 399 páginas.


domingo, 3 de noviembre de 2024

CASABLANCA - Juan Tejero

 

“Si no subes a ese avión, te arrepentirás. Quizás hoy no, quizás mañana tampoco, pero pronto y para el resto de tu vida.” (Humphrey Bogart, como Rick Blaine)

A mí me pasa como a Woody Allen. Ahora la tengo en DVD pero hace ya muchos años, en una galaxia muy muy lejana, la tenía en una cinta de VHS grabada de la televisión (entonces era la Segunda, creo recordar). Y, como decía anteriormente, me pasaba lo mismo que a Woody Allen al comienzo de Sueños de Seductor (1972), la veía una y otra vez, embobado y repitiendo los diálogos que me sabía de memoria. En verdad, aquella cinta de VHS la tenía bastante machacada. Puede parecer locura u obsesión, aunque no creo que sea así ya que las dos películas más visionadas de la historia del cine son sin duda Lo que el viento se llevó se llevó (1939) y de la que voy a hablar a continuación: Casablanca (1942), auténtico epítome para más señas, y el film más afortunado que existe, como muy bien nos recuerda el escritor, periodista y especialista en el Séptimo Arte, Juan Tejero, en su libro, que como no podía ser de otra forma se titula: Casablanca (Bookland Press editores, 2017). Hay cientos de estudios acerca del fenómeno Casablanca además del legado que nos dejó, no solo cinematográfico sino también filosófico, psicológico, histórico, etc. Y todos ellos coinciden, junto con éste de Juan Tejero, en que Casablanca no solo es una película extraordinaria sino que es todo un símbolo o como mínimo una de las leyendas del cine clásico estadounidense y universal por antonomasia. Al igual que todo el mundo va al café de Rick en la ciudad homónima del norte de África, creo que todo el mundo ha visto alguna vez en su vida este film (nunca se fíen de alguien que no la ha visto) y se han dejado influenciar por aquel microcosmos que representaba la Humanidad en aquellos primeros años de la Segunda Guerra Mundial. Y si no la han visto… pues bueno, todavía tienen tiempo de hacerlo, aun pueden redimirse de ese baldón, pero les recuerdo que no lo dejen pasar en exceso ya que como dice el adagio: tempus fugit.

Aun así, para situarnos, y aunque confío en que no haya nadie en la sala que no la haya visto, pues siempre existe algún despistado, el argumento sería el siguiente: Casablanca, como ya he mencionado antes, es una ciudad situada al norte de Marruecos que en 1941, tras la entrada en París del ejército alemán y la caída de Francia con la instauración del gobierno títere de Vichy, se llena de refugiados que ansían escapar de las garras de la guerra y quieren un billete de avión que les sirva de trampolín con el que llegar a la mítica y libertadora América. Pero claro, para poder subirse a ese avión se necesita un costosísimo salvoconducto que se puede conseguir o bien por la vía legal a través de la corrupta policía francesa que está a cargo del prefecto de policía Louis Renault, o bien, y como los refugiados no pueden esperar una eternidad pues muchos de ellos son evadidos con peligro de ser detenidos por la misma Gestapo, recurren a puestos del mercado negro como por ejemplo el que regenta el orondo Ferrari en el Loro Azul. Y ya sea de una forma o de otra, y mientras el tiempo languidece con monótona languidez, como los versos de Paul Verlaine, todos pasan el rato yendo al local más famoso de toda Casablanca: El Rick´s Café, en donde una orquesta distrae los sueños de quienes quieren ver la antorcha de la Estatua de la Libertad.

Ahora nos queda aclarar quién es ese famoso Rick de quien todo el mundo habla. Se trata del oscuro Richard “Rick” Blaine del cual solo se sabe que tiene un pasado turbio y un halo de misterio que cuadra muy bien con los otros misterios que encierra esa pequeña ciudad marroquí. Todo son habladurías: unos te dirán que fue contrabandista de armas; otros en cambian aseguran que fue brigadista en la Guerra Civil Española y otros finalmente, asegurarán, ya rendida toda certidumbre, que es una figura envuelta en tinieblas y que desconocen el motivo por el que no se va a Estados Unidos. Lo que sí es cierto, en cambio, es que es un verdadero apátrida cargado de resentimiento, pasado ya de rosca y con un negro sentido del humor en el que se aprecia el dolor de vivir. Por ejemplo cuando una vez le preguntan acerca de su nacionalidad él solamente dice: “Soy borracho”; mientras que interpelado una vez por el prefecto de policía acerca del por qué esta en Casablanca, él responde alegando que “vine a tomar las aguas” y que “le informaron mal”. He aquí el dueño del único café del mundo en donde los maderos de deriva de la civilización acaban llegando. Y uno de esos maderos es su antigua amante Ilda Lund y su esposo, el heroico luchador de la resistencia: Victor Lazslo. Menuda casualidad, o como Rick diría con pesar: “De todos los cafés y locales del mundo aparece en el mío”. Ya es mala suerte. Y si además de que ese trío amoroso no fuera suficiente en aquel ambiente asfixiante de desesperación, se le añade el robo de dos salvoconductos nazis que permiten llegar a América; la lucha entre los antiguos amores y la aceptación de la realidad; la resistencia frente a los totalitarismos; la guerra, las ansias de libertad y la ironía de vivir en un mundo que se derrumba donde los protagonistas se enamoran.

El libro de Juan Tejero nos lleva a contemplar la epopeya de este icono del Séptimo Arte y de la cultura general, pues al igual que aparece en pantalla Casablanca si fue concebida en un mundo que se derrumbaba en la Segunda Guerra Mundial. Nuestra película tiene su origen en una obra teatral y en concreto en una experiencia personal que le ocurrió a uno de aquellos dramaturgos. La obra de teatro se llamaba Everybody´s comes to Rick´s y fue escrita por Murray Burnett y Joan Alison. Pues bien, la idea de esta obra teatral la tuvo Burnett cuando en 1938 viajó al sur de Francia y allí observó en un pequeño local, muy parecido al de Rick, a un grupo de refugiados del nazismo que añoraban con escapar de Europa, aunque, a diferencia de la película, éstos no miraban con anhelo la sombra de un avión que les ayudara a salir sanos y salvos de aquel infierno. Tiempo después la idea de la obra llegó a la productora Warner Bros, previo pago de 20.000 dólares a Murray Burnett y Joan Alison, pero cambiando el título a algo más exótico, Casablanca, a imitación de otra anterior llamada Argel (1938) en la que destacaban el lacónico Charles Boyer y Heidy Lamarr.

Y es aquí donde aparece la primera casualidad (de las muchas exitosas casualidades que jalonan la leyenda de Casablanca). El 8 de Diciembre de 1941, justamente un día después del ataque japonés a Pearl Harbour, y con el país supurando las heridas del ataque y la consiguiente entrada en la guerra, llegó a los estudios de Warner Bros la idea de producir la película. Por tanto, aunque suene un tanto fuerte, el primer escalón del éxito del film fue la entrada de los americanos en la guerra mundial ya que a partir de ese año, por un lado, los estudios empezaran a producir en masa películas patrióticas, que los actores acudieran a la llamada del deber, y sobre todo que debido a la escasez de materiales fílmicos hubiera pocos repuestos de películas en las salas de cine y que por ello Casablanca estuviera más tiempo en cartelera que otras que antes de la guerra solo duraban alrededor de una semana. Y, hasta finalmente la propia guerra la que hizo el trabajo de publicidad perfecto ya que el 8 de Noviembre de 1942 las tropas americanas desembarcaron en África, apareciendo en todos los periódicos el nombre de la ciudad de Casablanca. Rápidamente y aprovechando el tirón se pensó en estrenar el film antes de que terminara el año y se hizo el 26 de ese mismo mes, día de Acción de Gracias, en Nueva York. Un golpe de suerte tras otro.

Además, Estados Unidos, y los estudios de Hollywood se llenaron de excelentes actores europeos, emigrados desde sus países convirtiendo el plato de rodaje en una auténtica ONU con hasta 34 nacionalidades distintas. ¡Todo un guirigay de lenguas! Así pues se aprovechó esta cantidad ingente de refugiados para configurar una estela de actores secundarios que acompañarían a los actores principales a conseguir el milagro de una película que parecía condenada al fracaso desde el principio. Frente a ellos se encontraban, por un lado, y en una excelente forma artística, a Humphrey Bogart haciendo del sardónico Rick (existe el mito de que el papel se lo ofrecieron a Ronald Regan, pero solo era eso, una leyenda urbana); a Ingrid Bergman como Ilsa Lund; a Paul Henreid como el resistente y sacrificado Victor Lazslo (papel que no le gustaba en absoluto), o al malvado oficial nazi Heinrich Strasser, interpretado por alemán Conrad Veidt,  que curiosamente había huido de los propios nazis que lo perseguían. Y dirigiendo todo aquello, todo aquel conglomerado de actores de distintas nacionalidades y con egos tan dispares, la elección de Michael Curtiz fue todo un acierto pues era un director todoterreno y polivalente. Pero en este campo de actores, actrices y directores, no nos olvidemos de la segunda casualidad que ennoblece esta película. La actriz que iba a hacer de Ilsa en un principio no iba Ingrid Bergman sino Michele Morgan, pero el caché de la sueca era más barato, a lo que hay que añadir que Heidy Lamarr no estaba disponible en esos momentos. Y no quiero dejar en el tintero otra afortunada casualidad, ésta es la tercera: la música. La banda sonora estaba en manos de Max Steiner y está tan bien escogida y elaborada que impregna cada escena. Sobre todo lo más recordado entre todas estas composiciones fue sin duda el tema central interpretado por el jovial pianista Sam (Dooly Wilson): As time goes by. Pues bien, Juan Tejero, nos informa que el tema que toca y que es un auténtico calvario para Rick Blaine estuvo a punto de no existir ya que el compositor odiaba esa melodía y quería que fuera cambiada por otra más amorosa y sensual cantada por Lena Horner o Ella Fitzgerald… menos mal que se impuso el criterio de El tiempo pasará.

Y terminamos con el asunto de las casualidades afortunadas. Cuando se quiso comenzar a rodar la película ya se tenían elegidos los actores, las flamantes actrices, sus secundarios, los platos que recrearían la enigmática Casablanca, pero faltaba algo que sin ello no podía llegar a buen fin: el guión. Fue encargado a los hermanos Epstein, Julius y Philip, y también a Howard Koch que lo llenaron no solo de romanticismo, humor negro, cinismo y canto a la libertad frente a la opresión. Pero dicho guión que ahora nos maravilla no estaba muy pulido y continuamente las escenas se cambian de día en día al igual que los diálogos, se hacían correcciones y se improvisaba en la marcha volviendo loco a los actores, encolerizando, por ejemplo, a Bogart o despistando a la propia Bergman que tan descolocada estaba que hasta el último momento no sabía a qué personaje amaba, si a Rick o a Lazslo, vamos que no tenía ni idea de con quien se iba a subir al famoso avión.

Como se pude ver, y como muy bien nos señala Juan Tejero, Casablanca es no solo una película audaz, llena de improvisaciones o remiendos, sino que este hito del cine es todo un  milagro. Un milagro que siguiera adelante y tuviera el existo que tuvo y que sigue teniendo hoy en día. Pudo ser un simple folletín y no lo fue porque no se quiso desde el principio; pudo ser una mera película romántica y no llegó a ello porque Casablanca toca todas las fibras de nuestro ser; y tampoco fue un arma propagandística del sueño americano y de la América redentora porque es universal en su concepción y su espíritu y si no vean como se cuelan esas notas de la Marsellesa no solo en la banda sonora sino también a través de las puertas del Café de Rick y como todavía nos pone los pelos de punta verla cantarla a coro. Hay películas que se vuelven caducas con el paso del tiempo, otras que envejecen mal, pero hay otras que ganan cada vez que se ven pues son universales, observamos más matices en su desarrollo y en las interpretaciones de sus actores y te quedas con ganas de visionarla de nuevo porque ¿a quién no le gustaría tomarse algo en el Rick´s Café? Yo creo que a todos porque verla por primera vez es como conocer a alguien y porque, verdaderamente, es el comienzo de una hermosa amistad.

 Juan Tejero. Casablanca, Bookland Press editores, 2017, 332 páginas.

También podéis leer mi reseña en la página de Hislibris: https://www.hislibris.com/casablanca-juan-tejero/


martes, 29 de octubre de 2024

ASESINATO IMPERIAL - Paul Doherty

 

Una serpiente acecha en la hierba.  (Virgilio, Églogas, III.64)

Al norte de Roma se encuentra el llamado Puente Milvio, uno de los más antiguos de la Ciudad Eterna, y por el que han desfilado desde soldados romanos hasta garibaldianos, ha soportado batallas que han decidido la historia de la Humanidad, e incluso ha servido como soporte de cientos y cientos de candados con los que se demostraba amor eterno gracias a la moda que impuso la película y libro Tengo ganas de ti de Federico Moccia. Pero en este caso nos vamos a retrotraer al hecho bélico y político en sí, justamente al año 312 d.C  cuando se produjo la famosa Batalla del Puente Milvio en donde el ejercito de Constantino I derrotó de forma aplastante a la huestes de Majencio, el otro emperador reinante, con lo que consiguió coronarse como líder indiscutible de la parte occidental del Imperio Romano, y años más tarde lo haría de la oriental tras vencer al otro emperador Licinio y rendirlo allá en Nicomedia (324). Pero, sin adelantar el tiempo y volviendo al éxito del Puente Milvio, esta victoria no solo fue importante en la carrera de Constantino I sino que también lo fue para la religión que en esos momentos estaba en alza en el imperio: el cristianismo. Sobre esta victoria se instauró una leyenda según la cual Constantino, antes de la batalla vio una cruz en el cielo en la que ponía: In hoc signo vinces (Con este signo vencerás). Nada más aplastar a Majencio, recoger su cuerpo del Tíber y clavar su cabeza en una pica,  impuso este crismón como nuevo símbolo de las armas del ejército romano, conociéndose desde entonces como Victor, Victorioso o Escudo de la Victoria (de ahí también el origen del crismón salmantino).

Pues bien, tras instalarse en el Palatino, Constantino quiso hacer una política de tolerancia hacia sus antiguos enemigos y reinar sobre un clima de buen entendimiento. En un principio pareciera que las aguas se tranquilizaban pero en el fondo de éllas, se movían serpientes dispuestas a picar y arruinar las victorias de Constantino y al auge de la iglesia cristiana. Y sobre esos primeros momentos y las intrigas palaciegas que existían entonces es sobre lo que se centra esta novela histórica que les traigo: Asesinato imperial, de Paul Doherty (2010). Se trata de lo que llamaríamos un thriller histórico en el que una espía llamada Claudia, al servicio de la madre de Constantino, la augusta Elena, tiene que investigar el asesinato de varias cortesanas, más bien prostitutas de alta standing, que se están produciendo en diferentes puntos de Roma, incluso hasta dentro del mismo palacio imperial. Pero lo que podría ser una mera investigación criminal que podría ser desarrollada por el servicio policial, comienza a enrarecerse debido a cómo son encontradas muertas estas mariposas de la noche: asesinadas y después de ello mutiladas tallándolas cruces tanto en las mejillas como en la frente y siempre dejando un recado haciendo referencia al lema de In hoc signo vinces. Por tanto un claro ataque a la figura del emperador como a la iglesia cristiana.

Así pues la madre de Elena, que parece manejar los hilos y los secretos tras su adorado hijo, decide que este asunto se llevado por uno de sus mejores espías que tiene en nomina en palacio: Claudia. Ésta en concreto no es una sirvienta más, sino toda una agente in rebús, que ha seguido a la Domina y Constantino desde que este emprendió camino desde Mediolanum hasta su victoria en el Puente Milvio. Como he mencionado antes Claudia es lo que llamaríamos una agente in rebús o espía profesional, bien entrenada (un 007 de la época)  que se ocupa de los trapos sucios más importantes que existen en lo más oscuro de los resortes del poder. Tienen su origen en los antiguos frumentarii o vulpes y estaban un escalón por encima de los cientos de informadores anónimos con los que se nutrían las altas esferas. Claudia, por tanto, tendrá que moverse no solo entre las trampas de palacio, sino también investigar a una siniestra figura llamada El Sicario, un asesino muy especial, casi de leyenda,  que tiene atemorizada a toda Roma y que ha sido utilizado desde tiempos del otrora Majencio y que parece tener cuentas pendientes con la emperatriz y con el nuevo emperador. Hay mucho en juego en el tablero político y por eso Claudia (o como la llama Elena, mi ratoncita) tiene que averiguar contra reloj qué está ocurriendo pues hay peligro de que tras la muertes de estas prostitutas pueda caer el propio Constantino.

Esto en lo que se refiere la trama principal de la novela, pero también es interesante el entorno en que se mueve la ratoncita Claudia. En ella el autor, Paul Doherty, nos muestra como era la Roma Bajo Imperial, el ambiente de sus calles y de sus gentes, pero sobre todo las preocupaciones ante el alzamiento del cristianismo. Un punto a favor de esta novela histórica es que no es hagiográfica con respecto a la religión sino más bien realista. Dejen que me aclare: por ejemplo no se ve a un Constantino ni a su madre convertidos al cristianismo de buenas a primeras, al contrario, hace hincapié en que ambos compaginan dicha religión con los dioses antiguos, es decir que permite la tolerancia e igualdad entre credos, además de manejar al cristianismo para sus ambiciones políticas y expansionistas con vistas al futuro ataque a la parte oriental del Imperio. A veces da la impresión de que a Constantino, mientras sea emperador, le da igual el tema de la religión, y a su queridísima madre (la que en un futuro será Santa Helena, la descubridora del Lignum Crucis, por obra y gracia del cristianismo triunfante) lo utiliza como una herramienta más, para conseguir sus fines políticos y acabar con sus enemigos. Y a todo ello se añade las presiones por parte de la alta jerarquía cristiana del momento para conseguir más prebendas del augusto con respecto a la expansión de las iglesias por el mundo conocido. Así pues puede el lector darse cuenta de la preocupación que existe en palacio por las muertes de esas prostitutas y la responsabilidad que éstas puedan salpicar al emperador y a los cristianos en general.

La novela Asesinato imperial está bien narrada y con un estilo muy directo que mantiene enganchado todo el rato al lector. Este pulso continuo es una de las marcas características de este prolífico escritor que a lo mejor lo conocen por  la archi famosa saga del hermano Fray Athelstan ambientada en el siglo XIV. Especialista por tanto en intriga histórica también describe muy bien el ambiente de los primeros años de reinado de Constantino I y cómo era esa convivencia entre los primeros cristianos y la decadente religión pagana que parece que empieza a abandonar el escabel principal y dejar paso a un nuevo tiempo donde la cruz será el signo principal.

 

Paul Doherty, Asesinato Imperial, traducción de Juan Miguel Lobo. Bóveda, 2010, 343 páginas.

También podéis leer mi reseña en la página de Hislibris: https://www.hislibris.com/asesinato-imperial-paul-doherty/

domingo, 6 de octubre de 2024

BREVE HISTORIA DE EUROPA: LA ANTIGÜEDAD Y LA EDAD MEDIA - Eladio Romero

 

Si la civilización de Europa se hundiese, como se hundió en Grecia, la desolación intelectual que resultaría de ello sería tan profunda como lo fue entonces. (Albert Einstein).

A ojos de la sociedad actual y de su  juventud logsetomizada, la idea de Europa y el concepto de su propia historia frente a otras grandes súper potencias del momento, como pueden ser el dinamismo que ofrece Estados Unidos o la inmensidad de la China fabril, el desconocimiento, como decía, de la historia del llamado Viejo Continente es supina. Si pudiéramos preguntar a la gente qué imagen le viene a la cabeza acerca de la importancia de ésta en el mundo en el que vivimos seguramente responderá, fascinados por la riqueza de otras potencias, que nuestro continente se ha convertido en un mero árbitro con una antigua dignidad que ya no resuelve nada en el tablero mundial. Es decir una especie de club de rancio señores que se cuentan batallitas unos a otros, con pelucas empolvadas, que brindan con orondas copas brandy y  a la que por lo tanto sería acertado aplicarle la etiqueta de Viejo Continente. Y esto conduce a un pensamiento derrotista que en muchos casos puede hacernos caer en el peligroso juego de los nacionalismos enfrentados. Es por ello que, hoy más que nunca, sea necesario que la sociedad actual conozca cual es su historia conjunta y el pasado de su tierra que tanto ha dado y decidido a lo largo de los siglos. Un periplo rico y fascinante que el escritor Eladio Romero nos muestra y principia en su libro: Breve Historia de Europa: la Antigüedad y la Edad Media (Nowtilus, 2024).

Permítanme que incida en la segunda parte del título, Antigüedad y Edad Media, porque este trabajo que les traigo de Eladio Romero es, si Dios quiere, el primer volumen de una trilogía que describe de forma cronológica la historia de este continente, sus principales evoluciones y claves que nos hacen o harán entender por qué es y ha sido importante el entorno europeo en el que vivimos y nos movemos. Es decir que los volúmenes siguientes trataran acerca de la evolución de Europa en la era moderna y, evidentemente, la contemporánea, o lo que es lo mismo caminaremos de la mano del autor a través del Renacimiento, la configuración de los imperios en el continente, el colonialismo, sus guerras mundiales, la Guerra Fría y así hasta la Unión Europea y la reciente guerra de Ucrania que ha vuelto a traer de nuevo a nuestras puertas la sangre, el fuego y la muerte cuando todo ello parecía una lejana pesadilla de otros tiempos.

Pero eso será más adelante. Ahora el autor se centra en este primer volumen en cómo nació la historia en nuestro continente y ésta fue irradiada hacia todo occidente. Es por ello que Eladio Romero nos conduce de forma obvia a la prehistoria y en como en un primer estadio el hombre prehistórico y sus técnicas fueron únicas en Europa pero que con el paso del tiempo a partir sobre todo del Neolítico dicho eje de poder fue desplazándose a Oriente recibiendo de forma progresiva influencias de Mesopotamia o Egipto. De ahí pasamos a Grecia y Roma, es decir, el alma y el esqueleto de la construcción europea y nos enseña como evolucionaron ambos y cuáles fueron los legados de los que fuimos depositarios. Tras la caída del imperio romano entramos de lleno en la Edad Media y asistimos a los primeros años de aquella “Europa bárbara” en donde parecía que de un momento a otro las invasiones de los pueblos barbaros o las fatales razias de los vikingos, entre otros, iban a apagar la única vela de cultura que todavía iluminaba al ser humano en un mundo salvaje de ruinas y desolación. Pero la preponderancia de la iglesia y el comienzo de la vertebración política europea con el proyecto carolingio aderezado con la implantación del feudalismo, el nacimiento de nuevos reinos, o el florecimiento de la economía hicieron que poco a poco Europa evolucionara  hacia una mayor reestructuración en todos los aspectos.

Este es un simple bosquejo de algunos elementos que configuran el libro que humildemente les reseño. Y todo ello a través de una visión de conjunto de las distintas historias de cada siglo y de cada región del continente, con sus temibles guerras y enfrentamientos, con el brillo de la cultura y las ciencias, o con una gran variedad de nombres y hechos históricos hasta el siglo XV que harán las delicias de los amantes de la Historia Universal. Puede parecer que Eladio Romero se ha metido en una aventura que le puede desbordar pero les aseguro que él encaja cada pieza del inmenso puzle europeo de forma amena, didáctica y con elementos novedosos que, les aseguro, les van a sorprender. Buena lectura.

Eladio Romero, Breve Historia de Europa (Volumen 1): La Antigüedad y la Edad Media. Madrid, Nowtilus, 2024, 450 páginas.


martes, 1 de octubre de 2024

PIES DESCALZOS 1: UNA HISTORIA DE HIROSHIMA - Keiji Nakazawa

 

Hay una especie de honradez en el modo en que los japoneses levantan nuevamente sus casas después de cada desastre. Pero esta vez algo había cambiado. La bomba lo había sido todo para ellos. (Hiroshima, de John Hersey)

El 6 de Agosto de 1945 es una de esas fechas claves, principales, de la Historia Contemporánea pues fue ese día donde la humanidad comenzó a temer la luz del sol. Su brillo y destrucción. Ese día, como iba diciendo, el ejército americano, tras años de guerra en el Pacífico y de desolar parte del territorio japonés a base de bombardeos ya fueran explosivos como incendiarios decidió zanjar el asunto lanzando un arma de destrucción masiva y así doblegar al resistente ejército nipón. Temprano, por la mañana, ya salido el sol naciente el bombardero Enola Gay lanzó el artefacto Little Boy sobre la ciudad de Hiroshima dado que el tiempo era excelente por aquella zona. Un hongo de varios kilómetros de altitud, precedido por una luz cegadora y mortal terminó con la vida de cientos de miles de personas en un abrir y cerrar de ojos demostrando que la humanidad había encontrado el arma perfecta para destruirse así mismo. Tres días después viendo el gobierno estadounidense que los japoneses no se rendían decidieron de nuevo arrojar otra de estas bombas atómicas, Fat Man,  sobre Nagasaki teniendo idénticos y mortales resultados. Esta nueva carnicera tuvo como resultado que días después el pueblo japonés oyera por primera vez la voz del emperador a través de la radio anunciando la capitulación del Imperio del Sol Naciente. Las lágrimas de los ciudadanos que escucharon esta noticia y la impotencia de saber que habían sido utilizados por las clases dirigentes fueron el comienzo de una dolorosa paz.

Desde ese momento la influencia de la bomba atómica en la psique de la ciudadanía japonesa se convirtió en un elemento importante de su día a día y de su cultura en general desde el mismo momento en que acabó la Segunda Guerra Mundial. Pocos años transcurrieron para que este terror y miedo reverencial a la ciencia destructiva apareciera reflejado en el cine o en sus representaciones más famosas (sobre todo en la actualidad) como son el manga y el anime. En estos medios comenzaron a aparecer historias sobre la caída de las bombas;  críticas al gobierno militar que los metió en la guerra haciéndoles creer que eran una raza superior encabezada por la figura del dios-emperador Hiro Hito; o como el pueblo japonés se fue alzando de nuevo poco a poco de las ruinas en una dura posguerra. Si uno mira con atención los mangas y animes tanto actuales como antiguos (los aparecidos tras las Segunda Guerra Mundial) uno se da cuenta que en ellos todavía salen referencias a bombas atómicas, ciudades convertidas en eriales debido a la catástrofe y radiación atómica, grandes hongos de luz, o el susodicho miedo a la ciencia desbocada, sin control. Es una constante que a cualquier persona interesada en este mundo gráfico podrá ver en obras, citando más antiguas, como Astro Boy (Osamu Tezuka), Akira (Katsuhiro Otomo), Neon Genesis Evangelion, Ghost in the Shell… solo por citar cientos y cientos de ellas. Éstas serian obras que toman referencia de esos hechos acaecidos, pero los que a mi modo de ver se centran más en lo vivido en Hiroshima y Nagasaki son, por un lado la película La tumba de las luciérnagas (1988), en el que se muestra la resistencia de los personajes infantiles ante la devastación; y por otro la obra monumental que hoy les traigo: Pies descalzos, una historia de Hiroshima, de Keiji Nakazawa (1973) que nos muestra sobre todo el horror y las consecuencias en la población civil tras el estallido de las bombas atómicas.


                                                                Akira (Katsuhiro Otomo)    

Como pueden leer en el párrafo anterior he utilizado la palabra monumental y no solo para decir que esta obra sea (y es) una obra referencial dentro del enorme universo que es el manga y el cine de animación japonés (incluso se hicieron películas posteriores, como la de 1983) sino también por su gran tamaño físico ya que en total este manga está compuesto por más de tres mil páginas que aquí en España han sido normalmente editadas en cuatro tomos bastante gruesos. Yo, en particular he de aclarar que he tardado más de una semana en leerlo. Pero, aun así, su tamaño no es óbice para señalar que nos encontramos ante una de las muestras gráficas e históricas más importantes del siglo XX, que incluso influenció a gran copia de dibujantes y narradores como por ejemplo a Art Spiegelman que no duda en aclarar que su obra Maus bebe directamente de la de Keiji Nakazawa (1939 – 2012). Este autor japonés tenía seis años cuando estalló la bomba atómica en Hiroshima y pudo observar como toda su familia falleció a consecuencia de ello viéndose solo y desvalido con su madre, y por tanto convirtiéndose en testigo directo de todos los horrores y el caos devastador plasmándolo después de manera brillante en su obra. Tras sobrevivir a aquel infierno con los años se convirtió en un mangaka de referencia en el país nipón y en el mundo de la ilustración occidental gracias a su obra Pies descalzos (Hadashi no gen). El manga, en su totalidad, nos habla del mar de fuego y destrucción que provocó el estallido de Little Boy en Hiroshima, las consecuencias psicológicas que produjo en la sociedad nipona y sobre todo los miedos y el dolor de los habitantes de esta ciudad devastada y sus alrededores, y en tomos siguientes en la dura posguerra y el renacimiento de la ciudad tras la pesadilla atómica que habían sufrido.

Como Pies descalzos es enorme, en este caso solo me voy a centrar en el primer tomo de los cuatro que componen esta magna obra. En ella nos lleva, como ya he mencionado varias veces, a la ciudad de Hiroshima unos días antes del desastre centrándose en la figura de un joven llamado Gen Nakaoka, trasunto autobiográfico del autor, y su familia, un clan antimilitarista que continuamente están recibiendo insultos y soportando el vacio de gran parte de sus vecinos debido al pensamiento pacifista del padre y que por eso son llamados antipatriotas. Tan fuerte es la influencia de los vecinos que al final incluso uno de los hermanos del protagonista tiene que alistarse casi a la fuerza, aun sabiendo que la guerra ya está perdida, para que la gente deje de hacer la vida imposible a su familia. Mientras tanto llega la fecha fatídica del 6 de Agosto y cae la bomba atómica sobre la ciudad salvándose Gen de milagro (estaba detrás de una tapia y por eso la radiación no impacta de lleno) aunque sus hermanos y su padre no tienen la misma suerte y acaban ardiendo en las ruinas de su propia casa, delante de él y su madre que casi se vuelve loca observando cómo sus seres queridos se queman vivos. Desde ahí Gen y su querida madre proceden a deambular por la ciudad arrasada buscando comida y agua y observando a la vez cientos de cadáveres desfigurados, llenos de pústulas y pieles caídas, centros de emergencias llenos a rebosar (recuérdese que más del 90% de los médicos y enfermeras murieron durante el bombardeo), y sobre todo la locura y la sinrazón de los supervivientes en aquel pandemónium. Tras ello para poder comer tienen que salir de la ciudad y volver a buscar ayuda en los pueblos de los alrededores en los que muchas veces en vez de ser acogidos por los lugareños son apartados como apestados, como parias, debido al miedo que tienen a que les infecten con la locura de la bomba o que les roben el poco arroz que les queda. Al final del primer tomo, de las primeras 780 hojas, Gen, su madre y su hermanita recién nacida deciden volver a Hiroshima, a aquel erial desierto de cascotes y casas derruidas, y comenzar una nueva vida.



                                                    Pies descalzos (Keiji Nakazawa)

En este punto hay que aclarar que el manga de Keiji Nakazawa no principia en el preciso instante de la caída de la bomba atómica, sino que aporta otros muchos más temas del antes y después del suceso y de la derivada de ella en la sociedad nipona. La bomba en sí es el epicentro de un mundo que se derrumba, de un mundo corrupto hacia un mundo mejor a través de un parto de dolor y horror en demasía. Uno de los temas principales de Pies descalzos nos habla de como los japoneses estaban muy abducidos por las soflamas del gobierno militar imperante en la que continuamente se les decía a sus ciudadanos que debían dar la vida por el suelo divino de Japón y por la figura del dios encarnado en la tierra, el emperador Hiro Hito. Es por eso que cualquier persona que se saliera del guión, que no compartiera el mensaje de sacrificio y muerte honorable debía de ser eliminada. El clavo que sobresale ha de ser machacado para igualarse a los demás. Es lo que le ocurre al padre del protagonista y a su familia que son condenados al ostracismo y golpeados por una maquinaria militarista bien engrasada y que en ese momento en concreto está a punto de colapsar. Observamos los desfiles populares, los gritos de banzai al emperador, las canciones patrióticas que se repiten de continuo y la entrega de hijos para que se sacrifiquen en aras del poder divino. Otro de las tramas es, claro está, todo lo relacionado con el desastre ocurrido tras la ola de fuego y luz que arrasa la ciudad: los protagonistas ven con sus propios ojos y sufren en sus carnes al ver gente derritiéndose y andando como auténticos zombis sin conciencia ni destino; gente comida viva por las cresas (gusanos) instaladas en sus heridas y muñones; o centros sanitarios y fosas comunes llenas a reventar. Y de esta destrucción, como si esta espiral de tragedias no tuviera fin, el mangaka también nos enseña la locura derivada de ellas al señalar la sinrazón de gente que ingiere polvos machacados de cráneos porque creen que según la medicina oriental así pueden revivir a los muertos; suicidios rituales o en grupos para expiar las culpas o para no caer en manos de los soldados americanos; ríos llenos de cadáveres inflamados que van reventando como globos unos tras otros, hasta (y este me ha impresionado mucho) una mujer llena de moscas que cree que es el espíritu de su hijo y por eso deja que se posen en ella como si fuera un burka hecho de insectos. El horror, como diría aquel Konrad.  Aparecen temas como la insolidaridad de las gentes de otros pueblos con respecto a los supervivientes de Hiroshima pues llegan a tratarlos como parias, un nolli me tangere en el que incluso les lanzan piedras o les dan palizas por miedo a que les transmitan las radiaciones de la bomba o les roben el arroz que tenían escondido. E incluso llama la atención que existiera episodios de racismo con respecto a los coreanos que habían sido llevados a rastras a Japón, ya que los pocos médicos que todavía había no les quisieran atender o se les negara un enterramiento digno al considerarlos una raza inferior.

Como se pude ver Pies descalzos es una obra maestra que no tiene piedad con el lector, hecha para estómagos duros, pero que vale la pena leer para comprender hasta dónde puede llegar la locura humana o su esperanza y bondad sin fin. El único pero que se le podría poner es el dibujo en sí pues en algunos momentos los sentimientos de los protagonistas pueden ser un tanto edulcorados, con muchas lágrimas en los ojos a cada momento y muy maniqueista en la actitud de ciertos personajes. Pero este punto hay que tomarlo con cierta precaución pues este melodrama tiene su por qué. En los años siguiente al final de la guerra mundial las ilustraciones de los mangas eran muy kawaii (adorables) tirando al trama shojo (cuasi romántico) con respecto al tema de los supervivientes de las bombas atómicas, pues esto se hacía para que el lector observara lo amable frente a la sinrazón de la guerra y las condiciones duras de las posguerra. Y aunque en un principio el manga Pies descalzos es una obra shonen (para jóvenes) la posteridad la ha colocado como una de los testimonios gráficos más importantes del siglo XX confiando en que la dureza de algunas de sus imágenes mueva a los lectores de ahora a no repetir los desastres de la antigüedad.

Keiji Nakazawa, Pies descalzos 1: Una historia de Hiroshima (Traducción de Víctor Illera y María Serna Aguirre). Barcelona, DeBolsillo, 2015, 781 páginas.

También podéis leer mi reseña en la página de Hislibris: https://www.hislibris.com/pies-descalzos-1-una-historia-de-hiroshima-keiji-nakazawa/


jueves, 19 de septiembre de 2024

MAESTROS Y DISCÍPULOS EN LA ANTIGUA GRECIA - Javier Murcia Ortuño

  


Adiestra a los niños, pues no los adiestrarás de hombres. (Menandro)

Quitando los pupitres, las clases masificadas, los centros escolares parecidos más a colmenas y aparca niños que a lugares de aprendizaje o (sobre todo) la falta de respeto a los docentes, el lugar de estudio y la forma de practicarlo no ha cambiado mucho desde la antigüedad. Y es que el estudiar no es algo nuevo ni un castigo sádico que se hayan inventado nuestros padres para divertirse, al revés, nuestros antepasados ya sabían de la importancia de ser una persona cultivada y responsable. Un ejemplo de ello lo tenemos en la propia Grecia en la que sus ciudadanos estaban verdaderamente obsesionados con adquirir conocimientos y gracias a ellos buenos valores para desenvolverse en la vida. Comprendían por tanto que el saber es poder y que éste los haría más refinados y preparados frente lo que les iba a acontecer. Ante este ejemplo que les acabo de poner nos surgen varias preguntas: ¿Cómo era, por tanto, la educación en la antigua Grecia? ¿Quiénes la ejercían y como se comportaban sus alumnos en clase? ¿De qué medios disponían y cuáles eran las etapas por las que pasaba el infante hasta la efebia? Distintos tipos de preguntas, seguramente muchas más se han quedado con el tintero, que gustosamente son respondidas por el profesor y divulgador de cultura griega Javier Murcia Ortuño en su reciente obra: Maestros y discípulos en la antigua Grecia (Alianza editorial, 2024).

El autor nos ofrece un recorrido cronológico de (podríamos llamarla así) la historia de la enseñanza en Grecia desde los tiempos arcaicos, cuasi míticos en muchos momentos, pasando obviamente por el clasicismo hasta la expansión de este tipo de enseñanza desde el helenismo hasta nuestros tiempo, y la forma en que dicha forma de ennoblecer al joven estudiante se ha perpetuado no solo en el mundo romano sino también en el cristianismo y hasta la actualidad. Cuando digo tiempos cuasi míticos es porque Javier Murcia Ortuño retrotrae sus  comienzos hasta los tiempos mitológicos donde Quirón, el centauro más sabio, junto a su familia se dedicó a la enseñanza de los jóvenes héroes que después deslumbrarían al mundo en hazañas tan preclaras como la búsqueda del Vellocino de Oro o la toma de Ilión. Es un ejemplo de cómo desde tiempos oscuros y lejanos ya era importante la enseñanza en Grecia. Podríamos decir que los primeros, reales, enseñantes fueron los aedos que a través de sus recitados musicales en palacios dejaron impronta de las enseñanzas de Homero o Hesiodo en las mentes de los jóvenes que deseaban emular las hazañas de sus héroes preferidos. De ahí el autor pasa a los rapsodas, que recitaban ya sin música, a golpe de bastón, en templos y certámenes democratizando ya más la cultura y el aprendizaje y los coros que son clara muestra de la importancia de enseñar tanto con la danza como con la música a los más jóvenes. Esta forma de aprendizaje, ya más profesional, fijada con profesores y alumnos que acudían a las clases (las cientos de escuelas repartidas por toda Grecia), quedó fijada en la época clásica en donde también destacaron las escuelas filosóficas de Platón y Aristóteles, verdaderos gigantes de la educación, sin olvidar a los sofistas o educadores profesionales.

La paidea, la educación de los niños, no era una herramienta institucionalizada desde el gobierno de la ciudad, ni estaba institucionalizada a excepción de Esparta, aunque más o menos mantenía ciertos niveles de educación. Normalmente el primer escalón solía darse hasta los seis o siete años en que el estudiante, acompañado de su paidogogos iba a la escuela donde además de cultura el severo maestro le enseñaba moral, buen comportamiento, respecto a sus mayores y a emular a los mejores. El siguiente escalón seria una especie de secundaria entre 14 y 18 años en donde un grammatikos de renombrado prestigio, ya pasadas las primeras letra y los recitados memorísticos de Homero y Hesíodo, se adentraba más en la poesía, oratoria, dramaturgia y profundizaba en las obras científicas, astronomía, música y danza. Es decir recibía de estos grammatikos tan prestigiosos y que eran solicitados por medio mundo griego, una enkyklios paidea o educación integral. Y finalmente nos encontramos con la llamada efebia, a los dieciocho años en donde  además de recibir clases militares podía ponerse en manos de grandes oradores, sofistas o retores y recorrer el mundo acudiendo a conferencias (un Erasmus universitario de la época). Las escuelas en su mayoría eran privadas y estaban en sus primeros años regentadas por grammatistes, y aunque hayan pasado los siglos, al igual que hoy en día, estos maestros eran poco valorados, poco cualificados y muchos casos sumidos en la pobreza. E incido en las similitudes, pues, a diferencia de la ausencia de los pupitres, el maestro se sentaba delante de sus alumnos y éstos hacían lo mismo en taburetes con tablillas de cera en las rodillas, ostracas, o papiro los más pudientes, en donde aprendían  las primeras letras, leían en voz alta y memorizaban los eternos versos de Homero, Hesiodo, las enseñanzas de los Siete Sabios o los consabidos preceptos del buen Quirón. También hacían cálculo y le daban importancia a la música con la flauta o la lira, e incluso practicaban gimnasia en la palestra.

Pero Javier Murcia Ortuño, además de estas líneas básicas de aprendizaje, de la misma manera también nos enseña el lado más oscuro de aquel aprendizaje. Los alumnos tenían que madrugar mucho, se helaban de frio aunque fueran acompañado de pedagogos, los niveles de educación eran en mucho casos confusos y el maestro tenía barra libre para ejercer castigos físicos sobre sus alumnos menos aplicados a través, por ejemplo, de zurriagazos o partiendo una vara en el lomo del estudiante díscolo. A esto hay que añadirle, por un lado las inevitables desigualdades de género existente entre niños y niñas en aquellos tiempos, ya que sobre todo en época arcaica y clásica las mujeres tenían vetada dicha educación orientándolas sobre todo al ambiente del gineceo, aunque esto cambió en tiempos helenísticos en el que ya algunas podían acudir junto con sus hermanos a la escuela; y por otro lado, como siempre ha ocurrido en la historia de la Humanidad, dichas desigualdades venían promovidas por el estatus y el dinero que tuviera una familia para poder dar una educación mejor a un niño.

Así pues, les recomiendo Maestros y discípulos en la antigua Grecia, en donde podrán ahondar en más cosas de lo que a vuela pluma les he anunciado en esta humilde reseña, sin olvidar, como siempre ocurre que tenemos entre manos un libro de Javier Murcia Ortuño, que el lector se va a encontrar con un gran trabajo y con un estudio impresionante, en este caso, del campo de la enseñanza en Grecia y todo ello trufado con una cornucopia de anécdotas y curiosidades que hace que este ensayo se lea de manera amena y nos haga no solo conocer como era el tipo de educación que existía entonces sino también a valorar y ponderar el papel de los maestros de aquellos siglos y de los de hoy en día. Todo un homenaje a ellos.

 

Javier Murcia Ortuño, Maestros y discípulos en la antigua Grecia. Madrid, Alianza editorial, 2024, 576 páginas.

También podéis leer mi reseña en la página de Hislibris: https://www.hislibris.com/maestros-y-discipulos-en-la-antigua-grecia-javier-murcia-ortuno/

lunes, 15 de julio de 2024

COMANDOS Y FUERZAS ESPECIALES EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL - Iván Giménez Chueca

 

Nunca tantos debieron tanto a  tan pocos (Winston Churchill)

Ahora parece un género cinematográfico en horas bajas, pero cuando era pequeño me encantaba ver películas clásicas de comandos. En el cine clásico surgido tras la Segunda Guerra Mundial (1939 – 1945) fueron muchas las películas que encandilaron mi niñez como Los cañones de Navarone, Objetivo Birmania, Ha llegado el águila, Los doce del patíbulo, El desafío de las águilas, entre otras… y aunque ya no se hacen tantas como antes (recuerdo a vuelapluma títulos recientes como Malditos Bastardos o la serie Los hombres del S.A.S), lo que sí recuerdo era sentarme en la silla del salón, o en el frio suelo frente al televisor en verano, y asombrarme con las aventuras de aquellos grupos de soldados que equipados con un macuto lleno de valentía, idealismo y loca aventura, desafiaban ejércitos enteros tras las líneas enemigas, saboteando instalaciones esenciales o secuestrando o eliminando a generales que estaban encerrados en castillos inexpugnables de corte gótico. Pues bien, aquellos recuerdos de cuando solo había dos canales y era de lo más normal que se emitiera cine clásico, los he vuelto a revivir con el libro que les presento ahora mismo: Comandos y fuerzas especiales en la Segunda Guerra Mundial, escrito por Iván Giménez Chueca (Nowtilus, 2024)

Nuestro autor nos lleva directamente a la Segunda Guerra Mundial, a un mundo donde la contienda era total, en tierra, cielo y mar, y donde ya no había ejércitos que se dispararan en línea en un lugar en concreto de forma ordenada sino, al revés, donde cualquier lugar era un campo de batalla, sin distinción alguna. Nadie estaba a salvo de morir. Y es en esa guerra donde los contendientes en liza deciden introducir un tipo de unidades o grupos pequeños tras las líneas enemigas con el fin de sabotear las instalaciones principales de abastecimientos, rescatar soldados, eliminar generales o incluso asaltar fortalezas y fortines donde el enemigo podía haber escondido el mapa de la siguiente ofensiva. A estas unidades especiales se les conocía como comandos que, respondiendo a la urgencia existente, fueron creadas en ese momento por los británicos ad hoc a partir de 1940 al ver las apabullantes victorias del Tercer Reich por Europa tomando como modelo las ágiles, flexibles y especializadas unidades de combate surgidas durante la Segunda Guerra Boer (1899-1902), los kommandos, y que tantos quebraderos de cabeza dieron  entonces al Imperio Británico. Curiosamente fueron estos últimos los que relanzaron este tipo de guerreros dándoles un rol especial y, debido a dicha movilidad relámpago, poder ser enviadas a cualquier parte del escenario bélico mundial y guerrear adaptándose a distintos entornos medioambientales.

Como podemos ver los comandos se especializaron en golpes de mano, rápidos y letales, aunque hay que señalar que muchas de estas unidades también fueron utilizadas en algunas ocasiones en primera línea, si así eran necesario, y luchar codo con codo junto a sus camaradas del ejercito ya que esto les daba un plus de animosidad en los momentos más duros del combate. La idea de demostrar que el enemigo no era invencible fue pensado por Winston Churchill ya que publicitar las victorias de estas unidades especiales, de la misma manera, hacia subir la moral de la población que en esos momentos necesitaba cualquier buena noticia para soportar los sacrificios de la guerra, el hambre o los bombardeos. Equipados con armas ligeras, equipamiento necesario para el sabotaje, hasta disfraces si era necesario, los comandos podían dar golpes de mano ya fuera en Europa, las ardientes arenas africanas o las tórridas junglas del Pacifico, y unidades como los Rangers, El Servicio Aéreo Especial (S.A.S), entre otras por parte de los Aliados, o las unidades Brandeburguesas o también la Friedentahl alemana, los hombres torpedos italianos, verdadera pesadilla de la Real Armada Británica en el Mediterráneo o la Tesihin Shudan japonesa, entre otras por parte de las armas del Eje empezaron a ser conocidas mundialmente inspirando tanto respeto como temor por parte del enemigo.

La historia de estos y otros comandos, su periplo, como se formaron y las increíbles hazañas que realizaron son contadas de manera detallada y  apasionante en el libro de Iván Giménez Chueca Comandos y fuerzas especiales en la Segunda Guerra Mundial. A través de sus páginas haremos un viaje por el mapa bélico de aquellos años y nos asombraremos con los golpes de mano y alto sacrificio que estas unidades realizaron en Europa, África o soportando las duras condiciones existentes en las islas del Pacifico o las junglas de Birmania y que solo hombres bregados y entregados en el combate podían realizar. Y de la misma manera también daremos valor a los actos que estos soldados realizaron ya que sin ellos no hubieran sido posibles aspectos y victorias importantes en el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial. Una acción en la sombra que muchas veces no fue reconocida e incluso olvidada pero que gracias al libro que humildemente les reseño podrán reconocer y valorar en su justa medida.

Iván Giménez Chueca, Comandos y fuerzas especiales en la Segunda Guerra Mundial. Madrid, Nowtilus, 2024, 324 páginas.