martes, 25 de febrero de 2025

BREVE HISTORIA DEL EJÉRCITO ISRAELÍ - Julio Sandoval Márquez

 

El 7 de Octubre de 2023 el mundo asistió sobrecogido, a través de los medios de comunicación, al ataque perpetrado por la organización palestina de Hamas contra el Estado Israelí en el que además de las muertes fueron tomadas como rehenes cientos de personas. Obviamente Israel respondió a dicho ataque y a día de hoy el conflicto entre palestinos e israelíes sigue abierto y de momento sin visos de arreglarse entre tanta muerte y destrucción. De la misma manera en los mismos medios de comunicación, por lo menos desde la óptica occidental, hemos visto a los corresponsales de televisión y prensa mostrarnos imágenes de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF o FDI en castellano) avanzando con su equipo ligero y pesado por las tierras de Gaza, Cisjordania o Líbano, y a muchos ciudadanos les ha asaltado la pregunta de cómo es ese ejército, cuál es su historia, cómo se prepara y sus características internas o su armamento, así que es oportuno que para resolverles estas dudas y otras me permita presentarles el libro de Julio Sandoval Márquez titulado Breve Historia del Ejercito Israelí: Fuerzas de Defensa de Israel (IDF), publicado por Nowtilus en su sección Breve Historia de los Ejércitos.

El autor se remonta en principio y como no puede ser de otra manera desde sus orígenes hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, 1848 en concreto, pues este joven ejercito de esta joven nación no surgió de la noche a la mañana. Hemos de buscar su inicio en las sucesivas migraciones que realizó el pueblo judío desde el siglo XIX hacia la palestina otomana y la creación de asentamientos en sus distintas aliyah (o migraciones). Tras organizar dichos asentamientos comenzaron a surgir fricciones con otros pueblos ya asentados en el territorio y por eso fue necesario que un grupo de defensa patrullara para resolverlo. Es aquí donde nace el Hashomer y otros grupos de índole paramilitar. Su influencia en la zona produjo que fueran alistados en distintos bandos en la Primera Guerra Mundial destacando por ejemplo en la zona británica la llamada Legión Judía o los cuerpos especiales como Haganá o Palmaj. Durante la Segunda Guerra Mundial destacaría la  Agrupación de Infantería de la Brigada Judía cuya formación militar integrada en el ejército británico fue creada en 1944 destacando su lucha en distintos lugares como por ejemplo Grecia.

Toda esta especialización y este continuo batallar dio como resultado que el 26 de Mayo de 1948, tras la Declaración de Independencia del Estado de Israel se creara lo que conocemos como las Fuerzas de Defensa de Israel en donde fueron integradas las unidades judías tanto del ejército británico como otras organizaciones que al final fueron absorbidas por este joven ejercito como fueron Irgún o Leji. Éste se fue modernizando con los años originándose unas unidades punteras, con un armamento bastante superior al de sus vecinos árabes y que resultaron cruciales en los subsiguientes conflictos que hubo en la zona como fueron la mítica Guerra de los Seis Días (1967), La Guerra de Desgaste (1967 – 1970), la Guerra del Yom Kippur (1973), las dos Guerras del Líbano (1982 – 1985, y 2006), las distintas Intifadas mantenidas con sus vecinos palestinos, o el actual conflicto todavía sin resolver y que vemos en los medios de comunicación.

En Breve Historia del Ejército Israelí el autor, Julio Sandoval Márquez, nos da una visión general del periplo de estas fuerzas de combate de forma cronológica, desde sus orígenes hasta nuestros días, de forma rigurosa, imparcial y critica a la vez, y además de este paseo histórico nos muestra como está formado, su organigrama y sus ramas militares, sus famosos servicios de inteligencia como es el Mossad, sus símbolos e incluso hasta sus himnos de combate. En verdad nos encontramos con un libro interesante que en verdad nos va a descubrir muchas claves de los que en estos momentos está ocurriendo en Oriente Próximo.

 

Julio Sandoval Márquez, Breve Historia del Ejército Israelí: Fuerzas de Defensa de Israel (IDF). Madrid, Nowtilus, 2025, 353 páginas.


domingo, 16 de febrero de 2025

TEMPLARIOS: RELIGIÓN, GUERRA Y POLÍTICA EN TIERRA SANTA - Eduardo R. Callaey

 

Non nobis Domine, non nobis Domine, sed nomine tuo da gloriam

Acerca de la Orden del Temple y en concreto de sus miembros los templarios, se han escrito no ríos sino auténticos océanos de tinta. De ellos disponemos gran copia de ensayos y novelas históricas o pseudohistóricas que nos hablan de su alzamiento y caída en el universo de ese choque de civilizaciones que hubo entre Oriente y Occidente llamado las cruzadas, de la importancia de sus freires en las provincias cristianas de Outremer, de su desastrado final a cargo de la codicia de reyes y papas y, derivado de ello, su influencia en las subsiguientes logias masónicas, restos milagrosos y míticos legados por la orden y todo una mezcolanza de pseudohistorias fantásticas que ha llegado hasta nosotros y que han dejado su huella en el imaginario colectivo del que nos nutrimos hoy en día (incluso en el videojuego Assassins Creed son los malos que quieren conquistar el mundo con saberes arcanos). Su figura, por desgracia, nos ha llegado distorsionada, acorazada de elementos que no le son originales, y, debido a esta situación, es por lo que les animo, para conocer la influencia de estos monjes guerreros,  a que lean este ensayo que nos lleva al mismísimo corazón del temple: Templarios: religión, guerra y política en Tierra Santa, de Eduardo R. Callaey (Nowtilus, 2025).

Para fijar las bases de su trabajo, el autor nos retrotrae al principio, al origen de la fundación de la Orden del Temple, también llamada “de los pobres soldados de Cristo” y que tenían como misión principal la defensa y custodia de los peregrinos que tras la toma de Jerusalén en 1099 iban desde Jaffa hasta la misma ciudad donde Cristo fue crucificado. A estos soldados de Dios el rey de Jerusalén Balduino II les concedió que pusieran su centro de operaciones en las antiguas mezquitas que se hallaban en el lugar donde había estado el Templo de Salomón (de ahí lo de templarios). A partir de este origen tan legendario el autor nos adentra en la historia de estos freires que tanto marcaron el devenir tanto de la historia de los Estados cruzados como de la Europa medieval, a través de la historia de sus Grandes Maestres desde Hugo de Payens (1070 – 1136) hasta el mitificado Jacques de Molay (1245 – 1314). Veremos cómo operaban los templarios en ambas esferas geográficas, como era las relaciones con sus aliados y sus enemigos (a veces difícil diferenciarlos) y como impactó su presencia en los reinos cristianos y en sus dirigentes. Y todo ello en un contexto de distintas cruzadas religiosas, grandes e inolvidables combates, batallas claves, argucias políticas y diplomáticas, y, porque no misterios y enigmas, además de ser narrado de forma asequible para que el lector se sienta atraído por un tema que tanta influencia ha tenido durante siglos.   

Templarios: religión, guerra y política en Tierra Santa, de Eduardo R. Callaey es un libro, un ensayo del mundo medieval bastante interesante, en el que los amantes de la órdenes religiosas, de las Cruzadas, y en concreto de los templarios en particular, van a encontrar una historia cronológica de aquellos guerreros, a través de sus Grandes Maestres, que con el valor de su espada y su fe crearon un mito eterno, todavía vivo en nuestros tiempos descreídos, pero que todavía maravilla a cualquiera que se acerque a él, y este libro, sin lugar a dudas es un buen peldaño para que nos acordemos de nuevo de aquellos pobres soldados de Cristo que crearon una organización legendaria que rozó la grandeza y que como Ícaro cayó en picado por la avaricia de los reyes y papas que les encumbraron en su momento, los utilizaron y que cuando creyeron que ya no eran necesarios los hundieron en lo ignominia… aunque en verdad erraron en sus pretensiones ya que el mito templario supo salir de la papelera del olvido y seguir siendo uno de los elementos claves de la Historia.

Eduardo R. Callaey, Templarios: religión, guerra y política en Tierra Santa. Madrid, Nowtilus, 2025, 350 páginas.


jueves, 30 de enero de 2025

LUISA CARLOTA DE BORBÓN. CRÓNICA DE UNA AMBICIÓN - Elena Ayuso

 

Al siglo XIX, a efectos históricos, se le ha etiquetado como el siglo largo. Y no es para menos ya que ¿qué país o región del planeta puede enorgullecerse de tener una centuria que comienza con una guerra de independencia, varios reinados y constituciones, pronunciamientos día sí y día también, una efímera república, alternancias políticas y que, además, culmine con el desmoronamiento de un imperio global? Pues si España durante todo el XIX tuvo, o sufrió, todas estas situaciones y más, y en ellas fueron muchas las figuras que participaron en ellas aunque algunas de forma más o menos sobresaliente. La que ahora les presento no es, para el público en general, de las más famosas (a no ser que conozcan la anécdota de las blancas manos que no ofenden) pero, casi desde las sombras, es de las que más han influido en el devenir de nuestra historia no solo pasada sino también actual. Se trata de Luisa Carlota de Borbón (1804-1844) y a pesar de haber tenido una vida breve en verdad sí supo dejar su huella en la primera mitad de ese siglo que se le motejado como largo.

Como ya he mencionado en el párrafo anterior Luisa Carlota es algo desconocida para el gran público por lo que es totalmente imperdible corregir ese olvido y para ello les recomiendo el siguiente ejemplar escrito por Elena Ayuso, titulado Luisa Carlota de Borbón. Crónica de una ambición (Nowtilus, 2025)  el cual tiene como misión poner negro sobre claro acerca de aquella que, desde detrás del trono, encauzó el curso de lo la Historia española y que, como nadie, supo desenvolverse en aquella sociedad del Romanticismo. Pero ¿quién era esta regia dama? Su nombre completo era Luisa Carlota Maria Isabella, nacida en Portici (1804) en el reino de Nápoles, hija de Francisco I de la Dos Sicilias y de María Isabel de España (hija de Carlos IV) y como se pude ver estaba destinada a ocupar una posición relevante entorno al trono hispano. En 1819 fue casada con el hermano de Fernando VII, Francisco de Paula, y desde que puso el pie en España tuvo gran ascendiente sobre el mismísimo rey con lo que pronto se convirtió en la enemiga acérrima del clan portugues, sobre todo de María Francisca de Braganza y Borbón, esposa de Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII y que al ser de ideas tramontanas pronto chocó con los sentimientos liberales de aquella fogosa napolitana.

En un principio, mientras vivió la tercera esposa de Fernando VII, María Josefa Amalia de Sajonia, Luisa Carlota y su esposo estuvieron algo relegados en el Palacio Real pero al morirse la monarca, comenzó a revelarse su verdadera pasión: el poder. Pero la que parecía que iba a allanarle el camino, su hermana María Cristina de las Dos Sicilias (1806-1878), pronto se convirtió en otra piedra en el zapato para que su hijo Francisco de Asís pudiera casarse con la futura Isabel II y así poder enraizar de forma definitiva su ambición de reinar, aunque fuera como regente. Mientras tanto llegaba el encontronazo con su hermana, se produjo uno de los hechos fundamentales con la que, en verdad, sería recordada por la Historia y que fue la sonora bofetada que le dio al ministro  Calomarde (manos blancas no ofenden…) con respecto a la abolición de la Ley Sálica, en los incidentes de la Granja mientras agonizaba el mismísimo rey Fernando. Con lo cual defendió por un lado a la futura Isabel II y a la vez, como ya he indicado antes, su propia pasión por reinar, además de ser la artífice en la sombra de oponerse al partido carlista que se organizaría tras la muerte de Fernando VII y la regencia de María Cristina en los primeros.

Como ya indiqué antes Luisa Carlota creía que con su hermana iba a conseguir sus propósitos pero pronto todo derivó en una guerra entre ellas que tuvo como consecuencia el exilio a Francia en 1838 de la enorme familia (11 hijos más esposo) y que fue acogida su tío Luis Felipe I rey de Francia. Aun así no paró quieta y desde allí quiso mover los hilos para que su esposo fuera regente decano de los infantes reales, e incluso ya de regreso a España organizar un pronunciamiento fallido. El 29 de Enero de 1844 fallece de forma misteriosa en la calle Luna de Madrid sin llegar a ver su sueño cumplido: ver a su hijo casado como rey regente de Isabel II. Está enterrada en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial en el Panteón de Infantes, panteón que curiosamente fue erigido en tiempos de su regia sobrina.

El gran trabajo que nos ofrece Elena Ayuso presenta una semblanza no solo de la figura de Luisa Carlota sino también del tiempo que le tocó vivir. Por un lado nos enseña cómo era esta mujer tan adelantada a su tiempo, tanto que, a efectos de hoy en día, se la podría considerar una influencer con respecto a temas de moda, música, qué estaba de moda y que no, que peinado se debía llevar en los bailes y en los salones o incluso hasta que era lo más chic de la cocina de aquellos años románticos. Por otro lado nos muestra cómo era la época y costumbres de entonces además de los peligrosos que eran los rincones del Palacio Real en los que la ambición, la corrupción, las excentricidades o las ansias de poder estaban a la orden del día. Un quítate tú para ponerme yo. A lo que la autora también nos muestra una mujer que no era un simple florero sino todo un espíritu fogoso, defensor de las ideas liberales frente a las carlistas defendiendo a capa y espada de forma tenaz la idea de una España abierta, adelantada y cosmopolita en contra de las ideas oscuras de Carlos María Isidro. Pero el lector que quiera adentrarse en la lectura de este ensayo, y quiera además conocer la figura de Luisa Carlota, mujer influyente y sin pelos en la lengua, ha de saber que la autora no nos presenta una simple hagiografía de una dama sin tacha, sino que también saca a la luz  los defectos que ésta tenía como el de la ambición sin límites ya mencionada o el que muchas veces se creía más culta y lista frente a otros, y, debido a esto, el desdén poco medido hacia otras personas como por ejemplo su propio marido. De todas maneras, creo, que la pieza clave del ensayo de Elena Ayuso, Luisa Carlota de Borbón. Crónica de una ambición, es sacar a la luz una de las piezas claves de nuestra historia y desempolvar el papel único que tuvo en aquellos años en donde España se jugaba su futuro.

Elena Ayuso, Luisa Carlota de Borbón. Crónica de una ambición. Madrid, Nowtilus, 2025, 246 páginas.


jueves, 9 de enero de 2025

LA ARMADA DESCONOCIDA DE JORGE JUAN - Víctor San Juan

 

Uno de las zonas más famosas de Cádiz es sin duda el Barrio del Pópulo. Además de ser un sitio ideal para tapear, también es la zona más antigua de la Tacita de Plata y en ella, si olfateamos bien la Historia podemos encontrar una serie de placas que nos hablan de un personaje un tanto olvidado dentro de nuestra propia geografía. En este barrio se encuentra la Plaza de San Juan de Dios y junto a ella la calle Pelota que conduce directamente a otra Plaza, en concreto a la de la Catedral. Pero a mitad de camino, en medio de ese cordón umbilical, nos hemos de detener frente al conocido Arco del Pópulo y observar a mano derecha una placa que reza lo siguiente: Homenaje de la ciudad de Cádiz a Jorge Juan y Antonio de Ulloa en el CCL aniversario de su partida al Virreinato de Perú para la medición del grado del meridiano. Observamos dicha inscripción y en seguida se nos viene a la cabeza la siguiente pregunta: ¿Quién era el tal Jorge Juan y el susodicho Antonio Ulloa? A lo mejor a algunos les suena el nombre de éste primero y corran a la Wikipedia a buscarlo y a otros les venga a la mente aquellos billetes de las antiguas 1000 pesetas donde aparecía vestido con su traje de capitán de navío de la armada española junto con unos círculos y unas  líneas un tanto complejas. Pues bien este buen hombre, cuyo nombre completo era Jorge Juan y Santacilia (1713 – 1773) pertenecía a una generación de marinos ilustrados que debido a su valentía y conocimientos científicos supieron modernizar la marina española del siglo XVIII. Y, si además, añadimos que esa modernización fue gracias a una increíble labor de espía que realizó en Inglaterra, acumulando datos secretos para la monarquía española que deseaba modernizar su flota, hacen de la figura de este hombre una figura de primer orden para la historiografía hispana y mundial. Así que por un lado tenemos su dimensión de marino, científico, literato y aventurero, pero, como muy bien nos señala Víctor San Juan en su obra La armada desconocida de Jorge Juan (Nowtilus, 2024), tal vez esas dimensiones han ensombrecido el hecho puntual de su labor práctica como constructor naval.

Es por ello que este ensayo sea pertinente para centrar a nuestro marino como verdadero artífice de haber construido la columna vertebral de los navíos que compitieron en igualdad de condiciones con los mitificados ingleses y franceses. Ensenada, hacia mediados del siglo XVIII, se dio cuenta del estado lamentable en que se encontraba la flota española a la vez que observaba como, por ejemplo, el enemigo inglés generaba en sus astilleros, en masa, navíos de primera línea, marineros eficientes y precisa artillería frente a los pocos y anticuados barcos que nosotros botábamos y que rápidamente eran cañoneados y hundidos al batallar contra barcos enemigos. Así pues el todopoderoso ministro encargó a Jorge Juan construir una escuadra moderna para Fernando VI y para ello delegó al  susodicho la misión de arrebatar los secretos de las técnicas de construcción de barcos a los ingleses, muy al estilo James Bond, y aplicar esos avances en beneficio propio. Y es aquí donde observamos sin lugar a dudas la dimensión práctica de Jorge Juan como constructor de barcos de la Armada española y como durante medio siglo éstos compitieron de tú a tú con cualquier enemigo.

He aquí el quiz de la cuestión en lo que respecta al trabajo de este libro: reconocer el papel esencial de Jorge Juan como iniciador de la revolución de los navíos españoles, únicos en su diseño, construidos entre 1751 y 1769, y que dicha labor estuvo algo ensombrecida por la labor, también admirable, del almirante Gaztañeta o la del maestro francés Gautier. Nos asombraremos con auténticas catedrales del mar como el Septentrión, Glorioso, Velasco, Princesa o el gigantesco Santísima Trinidad. Junto a batallas increíbles, penol a penol, como las de Cartagena de Indias, Tolón, u otras no tan buenas para la armada española (aunque igual de míticas) como la de San Vicente en 1707 o Trafalgar en 1808, o el interesante análisis de cómo fueron confeccionados esos navíos,  vibraremos con la épica de estos buques que en su germen fueron creados por el (ahora) desconocido Jorge Juan pero que en aquellos años fueron buques insignias de una escuadra española que luchaba por volver a reinar en los mares.

Buena singladura y buena lectura.

Víctor San Juan, La armada desconocida de Jorge Juan. Madrid, Nowtilus, 2024, 277 páginas.


sábado, 23 de noviembre de 2024

BREVE HISTORIA DE LA BATALLA DE TRAFALGAR - Luis E. Íñigo Fernández

 

Si llegas a saber que mi navío ha sido hecho prisionero, di que he muerto

(Cosme Damián de Churruca y Elorza)

Trafalgar o el arte de convertir una derrota estrepitosa en un estímulo épico para una nación. Es lo que siempre me ha llamado la atención de aquella batalla (21/10/1805) en la que dos grandes escuadras, a modo de titanes enfurecidos, se artillaron de forma suicida buscando la gloria y la supremacía de los mares. Pero como en todos los casos cuando dos se enfrentan alguno tiene que perder y lamerse las heridas eso mismo le pasó en este caso a la escuadra hispano francesa comandada por el almirante Villenueve por un lado y el heroico Gravina por el lado español. Y a pesar de que hubo gran vencedor, en este caso el tullido y genial Nelson, esta batalla siempre será recordada más por la caída de dos imperios que por el alzamiento de uno nuevo sobre las aguas de medio mundo. Trafalgar ha pasado a la historia hispana, muchas veces manipulada por intereses patrios, como un alarde de heroísmo (que lo fue) y también como ejemplo de la lucha desesperada contra el destino. Son tantas las visiones y tantos los estudios que se han hecho de esta batalla que sería imposible reunirlos todos juntos en una habitación, por lo que podemos, por tanto, enorgullecernos de tener en un solo volumen una historia que engloba de manera magnifica cuál fue el génesis del conflicto, su desarrollo y consecuencias en Europa. Así pues paso a presentarles sin más demora: Breve Historia de la batalla de Trafalgar (Nowtilus, 3ª edición, 2024) escrito por Luis E. Íñigo Fernández.

El autor, como buen historiador que es, comienza su épica narración principiando las causas que determinaron la aventura que llevó a españoles y franceses a hincar la rodilla ante el poderío naval inglés. A finales del siglo XVII el estado de la marina española era lamentable. Casi no había barcos en la península además de que los astilleros estaban medio abandonados. La Guerra de Sucesión (1701 – 1713) y las derrotas de Vigo en 1702, y Pessaro en 1718 hizo que la nueva dinastía reinante en esta vieja piel de toro, los Borbones, se tomaran en serio la reconstrucción de la marina que antaño había dado tantas alegrías a la historia española. Dos ministros, primero el italiano Alberoni y posteriormente Ensenada, procedieron a crear una nueva flota pues se dieron cuenta que en este nuevo siglo, el XVIII, esta arma iba a ser decisiva para controlar los mares. Un dato lo ejemplifica perfectamente: en casi un siglo se crearon alrededor de más de un centenar de barcos, poniendo interés sobre todo en el nuevo producto estrella de la marina, el navío de línea. Aun así, hubo algo que estos ministros no previeron, y fue que esta desmedida construcción de barcos acarrearía a las arcas del estado un gasto enorme, provocando que, si se deseaba seguir construyendo, debían abaratarse materiales a la vez que descuidar el entrenamiento de los marineros en detrimento de nuevos barcos. Esto tuvo consecuencias inevitables, como por ejemplo la estrepitosa derrota en la Batalla de San Vicente (1797).

Pasado el tiempo, España e Inglaterra, la gran enemiga del país durante el siglo anterior, firmaron un acuerdo de paz en Amiens en 1802, pero lo que tendría que haber conducido a unas relaciones cordiales y amistosas durante bastante tiempo, devinieron en otro grave conflicto que tendría a Trafalgar como colofón final. Todo esto se produjo porque a pesar del tratado de paz Inglaterra siguió atacando a los barcos españoles, hecho que decantó las simpatías hispanas hacia el bando francés representado en la figura de Napoleón Bonaparte. El hacha de guerra estaba desenvainado y ya no se podía volver a enterrar… solo uno podría gobernar los mares.  Franceses y españoles deciden unir sus fuerzas, a la vez que sus barcos, y derrotar a la pérfida Albión, pero a pesar de tener más efectivos éstos no tenían nada que hacer frente a los ingleses que tenían una marina mejor preparada, una tripulación mejor entrenada y unos navíos excelentes y maniobreros. En sí, la idea original de Napoleón era utilizar a los barcos propios y ajenos, es decir los de su aliado español, para conseguir conquistar Inglaterra desembarcando en sus costas a cientos de miles de soldados a la vez que eliminar el pernicioso bloqueo que se producía frente a sus acantilados. Para ello tendría que controlar el Paso de Calais durante tres días, y la única manera de hacerlo era alejar de allí a la temible marina inglesa. El plan era el siguiente: enviar un potente convoy a América, y allí dar esquinazo a sus enemigos; después recoger a parte de la flota propia en distintos puertos como el Ferrol, Rochefort o Brest  y utilizarlos a la vuelta para transportar a las tropas a través de Calais. Al principio todo parecía ir bien pues el almirante Villenueve dio esquinazo a Nelson en el Caribe pero a la vuelta se produjo una batalla en La Coruña (22 de Junio) que desbarató todos los planes napoleónicos (buen general en tierra, malo en el mar, a pesar de haber nacido en una isla). Con el rabo entre las piernas la flota combinada tuvo que escapar y refugiarse después de varias vicisitudes en el puerto de Cádiz.

Y así pasaron los días. Entre el hastío de la derrota, los miedos de Villenueve por haber decepcionado a Napoleón, y los consejos juiciosos de los españoles que preveían una derrota si salían a mar abierto a enfrentarse contra los ingleses que estaban frente al mando del genial Nelson y Collingwood.  Pero fueron los miedos y las alusiones a la cobardía española lo que provocaron aquella salida suicida hacia la derrota total. La escuadra combinada, en la que no solo había grandes y soberbios barcos como el Santísima Trinidad, auténtico San Lorenzo de los mares, también estaban conformada por grandes marineros que pasarían a la historia por su pericia en el combate como el ya mencionado Gravina, Churruca o Alcalá Galiano. Como era previsible todos los barcos franco españoles se colocaron en una formación clásica de medialuna a la espera de cañonearse con los ingleses a la manera tradicional… pero enfrente tenían a un hombre que revolucionó el arte del combate naval. Antes de empezar el indeciso almirante Villenueve dio la inesperada orden de que todos los barcos viraran sobre sí mismos lo que produce un desconcierto y unos huecos impresionantes que inmediatamente fueron aprovechados por el almirante inglés utilizando el famoso “toque Nelson”. Con la precisión de una flecha Collingwood en una maniobra suicida se coló por el lado del Santa Ana provocando que los barcos ingleses ametrallaran a los enemigos en proporción mínima de dos barcos a uno, uno por cada lado. El destino de la batalla, ya estaba decidido, era cuestión de esperar a ver cuánto cañoneo podía soportar el contrario. Y mucho lo hicieron debido al coraje de los españoles, que no de los franceses que a las primeras de cambio huyeron del lugar, aunque luego fueron apresados ya fueran días después o tras la increíble y wagneriana tormenta que sepultó los pocos restos materiales y humanos de la batalla.

Luis E. Íñigo Fernández, narra esta gesta y más datos de interés en esta gran obra que para deleite de amantes de la historia no solo habla, de manera directa y didáctica, de combates y hechos políticos sino que también nos asombra con su sapiencia sobre como eran aquellos enormes barcos que enseñoreaban los océanos, la forma de vida a bordo, o curiosos hechos sobre la vida de sus protagonistas. Un libro redondo de principio a fin que les aseguro les sumergirá en una acción vertiginosa y trepidante que les llevara a pensar en algunos momentos que se encuentran a bordo de aquellos navíos de leyenda en la que, verdaderamente, como muy bien señala el autor fue "la batalla naval que cambió el destino del mundo".

Luis E. Íñigo Fernández, Breve Historia de la Batalla de Trafalgar. Madrid, Ediciones Nowtilus, 2024, 333 páginas.


viernes, 15 de noviembre de 2024

BREVE HISTORIA DE LA CIENCIA FICCIÓN - Luis E. Íñigo Fernández

 

“Yo... he visto cosas que vosotros no creeríais: atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán... en el tiempo... como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.” (Blade Runner, 1982)

En la Biblia, precisamente en Hebreos 11,  encontramos la siguiente sentencia: Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. O sea la confianza en que algo en que no tenemos seguridad, o que no existe en este momento es cierto y se puede realizar. Es decir que si utilizamos la misma definición para la ciencia ficción vemos que no se aleja demasiado de ella. Y es que el hombre siempre ha querido ver más allá de lo que tiene delante de sus ojos, de lo que hay detrás del ocaso del sol. Tiene la certeza de que lo que les hacen soñar las novelas de ciencia ficción y sus películas es posible, y que los universos que les muestran serán realidad en un futuro no muy lejano. Este género, la ciencia ficción, no es algo novedoso, ni ha surgido de la noche a la mañana sino que es algo que ha acompañado al ser humano desde la antigüedad hasta nuestros días, así que por ello damos la bienvenida al libro de Luis E. Íñigo Fernández, Breve Historia de la Ciencia Ficción (Nowtilus, 2024), en donde analiza las claves de este género y su evolución a lo largo de la Historia.

Podríamos decir que la ciencia ficción nació de forma paralela a la creación de la religión por parte del ser humano. Ya lo podemos observar en las aventuras, mundos, y artilugios que utilizaban los dioses de la antigüedad, ya fueran los promiscuos griegos y romanos, los valientes mesopotámicos con Gilgamesh a la cabeza buscando la inmortalidad, o en el más allá de los egipcios con sus mil y una pruebas para llegar o al paraíso o caer en el olvido completo. Y aunque con la llegada del cristianismo los sueños se convirtieran en anhelos de cielos iluminados por la faz de Dios Padre, la imaginación y el deseo de quimeras se sigue cultivando, ya fuera a través de cuentos populares, de las fantasías de alquimistas que dan vida a golems de barro primigenio, o de inventores que sueñan con máquinas del futuro.

Pero fue el siglo XIX y la literatura de fantasía o terror la que impulsó definitivamente a la futura ciencia ficción como la conocemos actualmente. Visionarios como Julio Verne y sus novelas Veinte mil leguas de viaje submarino o Viaje al centro de la tierra entre otras muchas; quiméricos como H. G Wells con sus inquietantes relatos centrados en los peligros de la humanidad y sus locos intentos por dominar la ciencia (La guerra de los mundos; El hombre invisible; o La máquina del tiempo); y literatos como la romántica Shelley o el oscuro Poe, fueron los que pusieron las bases iniciales de este género que tantos adeptos tiene en la actualidad. Desde ese momento, ya en el siglo XX,  la ciencia ficción se impone dentro del mundo de la literatura con Hugo Gernsback a la cabeza, o las elucubraciones robóticas de Asimov. Y fue en el siglo anterior cuando un invento vino a reforzar estos libros y estas revistas que hacían las delicias de los jinetes del futuro: el cine. Las sagas cinematográficas como la Guerra de las Galaxias, Star Trek, o películas como Encuentros en la tercera fase, Atmosfera Cero, Blade Runner, y cientos de ellas las que han traído luz, y color a la ciencia ficción. Sus imágenes refuerzan nuestra imaginación, y eso hace que más y más adeptos a este género crezcan día a día, ya sean en nuevas corrientes como el cyberpunk o el steampunk, o los que analizan cada libro y cada película desde puntos de vista realistas, feministas, religiosos…

Entrar en el mundo de la ciencia ficción es adentrarse en un universo en continua expansión, en donde solo la imaginación es una frontera en la que no existen límites. Es un mundo en donde caben todas las corrientes, ya sean literarias, a través de libros, revistas, fanzines; cinematográficas mediante películas o series; e incluso visuales en comics de bella factura. Es por ello que analizar la ciencia ficción es muy difícil debido a que no es posible abarcarla del todo ni etiquetarla con precisión milimétrica. Así que si quieren darse una vuelta por este género tan fascinante no dude en pasar un buen rato con Breve Historia de la Ciencia Ficción, con el que conseguirá una buena base para disfrutar de lo que hoy no es posible pero mañana sí y en el que todo es posible y más allá.

Luis E. Íñigo Fernández, Breve Historia de la Ciencia Ficción. Madrid, Ediciones Nowtilus, 2024, 399 páginas.


domingo, 3 de noviembre de 2024

CASABLANCA - Juan Tejero

 

“Si no subes a ese avión, te arrepentirás. Quizás hoy no, quizás mañana tampoco, pero pronto y para el resto de tu vida.” (Humphrey Bogart, como Rick Blaine)

A mí me pasa como a Woody Allen. Ahora la tengo en DVD pero hace ya muchos años, en una galaxia muy muy lejana, la tenía en una cinta de VHS grabada de la televisión (entonces era la Segunda, creo recordar). Y, como decía anteriormente, me pasaba lo mismo que a Woody Allen al comienzo de Sueños de Seductor (1972), la veía una y otra vez, embobado y repitiendo los diálogos que me sabía de memoria. En verdad, aquella cinta de VHS la tenía bastante machacada. Puede parecer locura u obsesión, aunque no creo que sea así ya que las dos películas más visionadas de la historia del cine son sin duda Lo que el viento se llevó se llevó (1939) y de la que voy a hablar a continuación: Casablanca (1942), auténtico epítome para más señas, y el film más afortunado que existe, como muy bien nos recuerda el escritor, periodista y especialista en el Séptimo Arte, Juan Tejero, en su libro, que como no podía ser de otra forma se titula: Casablanca (Bookland Press editores, 2017). Hay cientos de estudios acerca del fenómeno Casablanca además del legado que nos dejó, no solo cinematográfico sino también filosófico, psicológico, histórico, etc. Y todos ellos coinciden, junto con éste de Juan Tejero, en que Casablanca no solo es una película extraordinaria sino que es todo un símbolo o como mínimo una de las leyendas del cine clásico estadounidense y universal por antonomasia. Al igual que todo el mundo va al café de Rick en la ciudad homónima del norte de África, creo que todo el mundo ha visto alguna vez en su vida este film (nunca se fíen de alguien que no la ha visto) y se han dejado influenciar por aquel microcosmos que representaba la Humanidad en aquellos primeros años de la Segunda Guerra Mundial. Y si no la han visto… pues bueno, todavía tienen tiempo de hacerlo, aun pueden redimirse de ese baldón, pero les recuerdo que no lo dejen pasar en exceso ya que como dice el adagio: tempus fugit.

Aun así, para situarnos, y aunque confío en que no haya nadie en la sala que no la haya visto, pues siempre existe algún despistado, el argumento sería el siguiente: Casablanca, como ya he mencionado antes, es una ciudad situada al norte de Marruecos que en 1941, tras la entrada en París del ejército alemán y la caída de Francia con la instauración del gobierno títere de Vichy, se llena de refugiados que ansían escapar de las garras de la guerra y quieren un billete de avión que les sirva de trampolín con el que llegar a la mítica y libertadora América. Pero claro, para poder subirse a ese avión se necesita un costosísimo salvoconducto que se puede conseguir o bien por la vía legal a través de la corrupta policía francesa que está a cargo del prefecto de policía Louis Renault, o bien, y como los refugiados no pueden esperar una eternidad pues muchos de ellos son evadidos con peligro de ser detenidos por la misma Gestapo, recurren a puestos del mercado negro como por ejemplo el que regenta el orondo Ferrari en el Loro Azul. Y ya sea de una forma o de otra, y mientras el tiempo languidece con monótona languidez, como los versos de Paul Verlaine, todos pasan el rato yendo al local más famoso de toda Casablanca: El Rick´s Café, en donde una orquesta distrae los sueños de quienes quieren ver la antorcha de la Estatua de la Libertad.

Ahora nos queda aclarar quién es ese famoso Rick de quien todo el mundo habla. Se trata del oscuro Richard “Rick” Blaine del cual solo se sabe que tiene un pasado turbio y un halo de misterio que cuadra muy bien con los otros misterios que encierra esa pequeña ciudad marroquí. Todo son habladurías: unos te dirán que fue contrabandista de armas; otros en cambian aseguran que fue brigadista en la Guerra Civil Española y otros finalmente, asegurarán, ya rendida toda certidumbre, que es una figura envuelta en tinieblas y que desconocen el motivo por el que no se va a Estados Unidos. Lo que sí es cierto, en cambio, es que es un verdadero apátrida cargado de resentimiento, pasado ya de rosca y con un negro sentido del humor en el que se aprecia el dolor de vivir. Por ejemplo cuando una vez le preguntan acerca de su nacionalidad él solamente dice: “Soy borracho”; mientras que interpelado una vez por el prefecto de policía acerca del por qué esta en Casablanca, él responde alegando que “vine a tomar las aguas” y que “le informaron mal”. He aquí el dueño del único café del mundo en donde los maderos de deriva de la civilización acaban llegando. Y uno de esos maderos es su antigua amante Ilda Lund y su esposo, el heroico luchador de la resistencia: Victor Lazslo. Menuda casualidad, o como Rick diría con pesar: “De todos los cafés y locales del mundo aparece en el mío”. Ya es mala suerte. Y si además de que ese trío amoroso no fuera suficiente en aquel ambiente asfixiante de desesperación, se le añade el robo de dos salvoconductos nazis que permiten llegar a América; la lucha entre los antiguos amores y la aceptación de la realidad; la resistencia frente a los totalitarismos; la guerra, las ansias de libertad y la ironía de vivir en un mundo que se derrumba donde los protagonistas se enamoran.

El libro de Juan Tejero nos lleva a contemplar la epopeya de este icono del Séptimo Arte y de la cultura general, pues al igual que aparece en pantalla Casablanca si fue concebida en un mundo que se derrumbaba en la Segunda Guerra Mundial. Nuestra película tiene su origen en una obra teatral y en concreto en una experiencia personal que le ocurrió a uno de aquellos dramaturgos. La obra de teatro se llamaba Everybody´s comes to Rick´s y fue escrita por Murray Burnett y Joan Alison. Pues bien, la idea de esta obra teatral la tuvo Burnett cuando en 1938 viajó al sur de Francia y allí observó en un pequeño local, muy parecido al de Rick, a un grupo de refugiados del nazismo que añoraban con escapar de Europa, aunque, a diferencia de la película, éstos no miraban con anhelo la sombra de un avión que les ayudara a salir sanos y salvos de aquel infierno. Tiempo después la idea de la obra llegó a la productora Warner Bros, previo pago de 20.000 dólares a Murray Burnett y Joan Alison, pero cambiando el título a algo más exótico, Casablanca, a imitación de otra anterior llamada Argel (1938) en la que destacaban el lacónico Charles Boyer y Heidy Lamarr.

Y es aquí donde aparece la primera casualidad (de las muchas exitosas casualidades que jalonan la leyenda de Casablanca). El 8 de Diciembre de 1941, justamente un día después del ataque japonés a Pearl Harbour, y con el país supurando las heridas del ataque y la consiguiente entrada en la guerra, llegó a los estudios de Warner Bros la idea de producir la película. Por tanto, aunque suene un tanto fuerte, el primer escalón del éxito del film fue la entrada de los americanos en la guerra mundial ya que a partir de ese año, por un lado, los estudios empezaran a producir en masa películas patrióticas, que los actores acudieran a la llamada del deber, y sobre todo que debido a la escasez de materiales fílmicos hubiera pocos repuestos de películas en las salas de cine y que por ello Casablanca estuviera más tiempo en cartelera que otras que antes de la guerra solo duraban alrededor de una semana. Y, hasta finalmente la propia guerra la que hizo el trabajo de publicidad perfecto ya que el 8 de Noviembre de 1942 las tropas americanas desembarcaron en África, apareciendo en todos los periódicos el nombre de la ciudad de Casablanca. Rápidamente y aprovechando el tirón se pensó en estrenar el film antes de que terminara el año y se hizo el 26 de ese mismo mes, día de Acción de Gracias, en Nueva York. Un golpe de suerte tras otro.

Además, Estados Unidos, y los estudios de Hollywood se llenaron de excelentes actores europeos, emigrados desde sus países convirtiendo el plato de rodaje en una auténtica ONU con hasta 34 nacionalidades distintas. ¡Todo un guirigay de lenguas! Así pues se aprovechó esta cantidad ingente de refugiados para configurar una estela de actores secundarios que acompañarían a los actores principales a conseguir el milagro de una película que parecía condenada al fracaso desde el principio. Frente a ellos se encontraban, por un lado, y en una excelente forma artística, a Humphrey Bogart haciendo del sardónico Rick (existe el mito de que el papel se lo ofrecieron a Ronald Regan, pero solo era eso, una leyenda urbana); a Ingrid Bergman como Ilsa Lund; a Paul Henreid como el resistente y sacrificado Victor Lazslo (papel que no le gustaba en absoluto), o al malvado oficial nazi Heinrich Strasser, interpretado por alemán Conrad Veidt,  que curiosamente había huido de los propios nazis que lo perseguían. Y dirigiendo todo aquello, todo aquel conglomerado de actores de distintas nacionalidades y con egos tan dispares, la elección de Michael Curtiz fue todo un acierto pues era un director todoterreno y polivalente. Pero en este campo de actores, actrices y directores, no nos olvidemos de la segunda casualidad que ennoblece esta película. La actriz que iba a hacer de Ilsa en un principio no iba Ingrid Bergman sino Michele Morgan, pero el caché de la sueca era más barato, a lo que hay que añadir que Heidy Lamarr no estaba disponible en esos momentos. Y no quiero dejar en el tintero otra afortunada casualidad, ésta es la tercera: la música. La banda sonora estaba en manos de Max Steiner y está tan bien escogida y elaborada que impregna cada escena. Sobre todo lo más recordado entre todas estas composiciones fue sin duda el tema central interpretado por el jovial pianista Sam (Dooly Wilson): As time goes by. Pues bien, Juan Tejero, nos informa que el tema que toca y que es un auténtico calvario para Rick Blaine estuvo a punto de no existir ya que el compositor odiaba esa melodía y quería que fuera cambiada por otra más amorosa y sensual cantada por Lena Horner o Ella Fitzgerald… menos mal que se impuso el criterio de El tiempo pasará.

Y terminamos con el asunto de las casualidades afortunadas. Cuando se quiso comenzar a rodar la película ya se tenían elegidos los actores, las flamantes actrices, sus secundarios, los platos que recrearían la enigmática Casablanca, pero faltaba algo que sin ello no podía llegar a buen fin: el guión. Fue encargado a los hermanos Epstein, Julius y Philip, y también a Howard Koch que lo llenaron no solo de romanticismo, humor negro, cinismo y canto a la libertad frente a la opresión. Pero dicho guión que ahora nos maravilla no estaba muy pulido y continuamente las escenas se cambian de día en día al igual que los diálogos, se hacían correcciones y se improvisaba en la marcha volviendo loco a los actores, encolerizando, por ejemplo, a Bogart o despistando a la propia Bergman que tan descolocada estaba que hasta el último momento no sabía a qué personaje amaba, si a Rick o a Lazslo, vamos que no tenía ni idea de con quien se iba a subir al famoso avión.

Como se pude ver, y como muy bien nos señala Juan Tejero, Casablanca es no solo una película audaz, llena de improvisaciones o remiendos, sino que este hito del cine es todo un  milagro. Un milagro que siguiera adelante y tuviera el existo que tuvo y que sigue teniendo hoy en día. Pudo ser un simple folletín y no lo fue porque no se quiso desde el principio; pudo ser una mera película romántica y no llegó a ello porque Casablanca toca todas las fibras de nuestro ser; y tampoco fue un arma propagandística del sueño americano y de la América redentora porque es universal en su concepción y su espíritu y si no vean como se cuelan esas notas de la Marsellesa no solo en la banda sonora sino también a través de las puertas del Café de Rick y como todavía nos pone los pelos de punta verla cantarla a coro. Hay películas que se vuelven caducas con el paso del tiempo, otras que envejecen mal, pero hay otras que ganan cada vez que se ven pues son universales, observamos más matices en su desarrollo y en las interpretaciones de sus actores y te quedas con ganas de visionarla de nuevo porque ¿a quién no le gustaría tomarse algo en el Rick´s Café? Yo creo que a todos porque verla por primera vez es como conocer a alguien y porque, verdaderamente, es el comienzo de una hermosa amistad.

 Juan Tejero. Casablanca, Bookland Press editores, 2017, 332 páginas.

También podéis leer mi reseña en la página de Hislibris: https://www.hislibris.com/casablanca-juan-tejero/