jueves, 28 de febrero de 2019

¿POR QUÉ ENERO ES EL PRIMER MES DEL AÑO?


En esencia, la culpa de ello la tiene un asentamiento celtibérico situado en la actual Comarca de Calatayud (Zaragoza) llamado Segeda. A finales del año 155 a. C los habitantes de aquel enclave quisieron construir una gran muralla alrededor de su oppidum pero enseguida, en cuanto los romanos supieron lo que éstos se proponían hacer, mandaron paralizar las obras alegando que en un tratado acordado tras la Primera Guerra Celtibérica (181 – 179 a. C) se les había prohibido construir murallas en cualquier ciudad celtibérica y que como castigo ante tamaña osadía debían no solo destruir lo poco que habían construido sino también pagar una fuerte sanción además de ceder soldados a las legiones romanas. Pero los de Segeda no se amilanaron y respondieron señalando que lo que el tratado que habían firmado en tiempos de Tiberio Sempronio Graco señalaba que lo que Roma había prohibido era fundar nuevas ciudades amuralladas y que además ellos estaban exentos de cualquier pago.

Roma no podía consentir que un simple asentamiento se alzara contra ellos por lo que decidió aplastarlos por la fuerza bruta. Pero cuando el senado quiso empezar el reclutamiento de tropas se encontró con un grave problema y es que hasta que no se empezara el nuevo año y se convocaran las elecciones a cónsul no se podía reclutar a ningún soldado. Hay que recordar que en la antigüedad el calendario romano era de carácter lunar y por eso el año comenzaba en Marzo. Aquello era un gran contratiempo porque los cónsules que había entonces tenían poco margen de maniobra y si esperaban hasta martius lo más seguro era que los de Segeda ya hubieran terminado de construir sus murallas. Así pues el senado tomó una decisión de lo más inteligente: trasladar el principio de año al 1 de Enero. De esta manera el ejército comandado por Quinto Fulvio Nobilior pudo llegar hasta Segeda antes de que estos pudieran terminar la obra provocando que éstos escaparan a la ciudad vecina de Numancia. Comenzaba así la famosa Segunda Guerra Celtibérica (154 – 152 a.C).

miércoles, 27 de febrero de 2019

EL ORIGEN DEL BALONCESTO


Muchas veces a lo largo de la Historia la meteorología  ha cambiado el destino de muchas personas y también, debido a la necesidad de adaptarse a ella, ha creado un buen número de inventos que hoy en día podemos disfrutar. Uno de ellos precisamente es el baloncesto. A finales del siglo XIX  en el Massachusetts los inviernos eran muy duros. Se producían grandes nevadas y heladas que paralizaban muchos aspectos de la vida hasta que el sol se imponía con la llegada de la primavera. Durante aquellos fríos meses los estudiantes de la YMCA (Sprinfield) se aburrían sobremanera ya que no podían salir al aire libre a disfrutar de sus deportes favoritos. Viendo esta situación el profesor de educación física de este centro de estudios, James Naismith, empezó a estudiar algún tipo de deporte que se pudiera practicar en el interior y de esta manera animar a sus queridos alumnos. Después de estudiar algunos métodos de aprendizaje se dio cuenta de que necesitaba encontrar algún esfuerzo que se centrara más en la destreza que en el contacto físico. Es por eso que un buen día se acordó de un juego que practicaba en su juventud llamado duck a rock (el pato sobre una roca) y que consistía en acertar con una piedra a un objeto que se había colocado en algún sitio estratégico. Así pues encargó que le trajeran unas cajas de madera pero lo único que le pudieron suministrar fueron unas cestas de melocotones que había por la zona (de ahí que todavía se le llame encestar al acto de meter la pelota en el aro). Naismith las colgó en unas barandillas que había alrededor del gimnasio, a una altura de 3,05 metros, y acto seguido organizó un partidillo con los únicos 18 alumnos que tenía, dividiéndoles en equipos de 9. Era el 21 de Diciembre de 1891 y acababa de nacer uno de los deportes más importantes del mundo. Con el tiempo el número de jugadores fue disminuyendo, hasta los cinco por equipo y ya en 1936 fue considerado como deporte olímpico en Alemania.

lunes, 25 de febrero de 2019

LA CATEDRÁTICA - María López Villarquide


La Universidad de Salamanca, heredera del Studium Generale de Palencia, es el centro de estudios superiores en activo más antiguo de España, además de ser  la tercera de Europa. Desde su creación allá  por 1218 en tiempos de Alfonso IX son muchos los estudiantes que han pasado por sus aulas, desde estudiantes anónimos hasta grandes celebridades como por ejemplo Fray Luis de León, Francisco de Vitoria, Fernando de Rojas, Hernán Cortes, San Juan de la Cruz, Calderón de la Barca, Azorín, y así una excelsa nómina ciudadanos ilustres. Esto era debido a la calidad de su enseñanza y a su prestigio, pues ya lo dice su lema Omnium scientiarum princeps Salmantica docet (Los principios de todas las ciencias se enseñan en Salamanca). Aunque, en descargo de la verdad también hubo alumnos de los que nada se pudo sacar y así igualmente dice otro lema a la inversa: Quod natura non dat, Salmantica non praestat (Lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo añade). Pero este último caso no es aplicable al personaje que nos trae a esta humilde reseña. Se trata de Luisa de Medrano Bravo de Lagunas Cienfuegos (1484 – 1527) quien debido a su sapiencia tiene el honor de ser la primera catedrática del mundo. Durante mucho tiempo la figura de esta mujer ha caído en el olvido, como tantas otras desgraciadamente, por lo que la novela histórica que ahora les presento, La Catedrática, de María López Villarquide, sirve para recordar a la mujer de la que Lucio Marineo Sículo decía aquello de:
Tú que en las letras y elocuencia has levantado bien alta la cabeza por encima de los hombres, que eres en España la única niña y tierna joven que trabajas con diligencia y aplicación no la lana sino el libro; no el huso sino la pluma; no la aguja sino el estilo.
La novela escrita por María López narra las vivencias de esta dama que con su tenacidad y buen hacer supo derribar los prejuicios machistas de ese tiempo y poner una bandera en un terreno que parecía vedado a cualquier mujer que tuviera inclinaciones intelectuales. Nacida en Atienza (Guadalajara) Luisa Medrano provenía de una familia ennoblecida que siempre apoyó a la reina Isabel, por lo que cuando su padre y abuelo murieron en las Guerras de Granada, ésta acogió no solo a Luisa en la corte sino también a sus otros ocho hermanos. Ya que desgraciadamente la figura de Luisa Medrano ha quedado enterrada con el paso de los siglos, y además no dejó nada escrito, toda la historia que nos narra el libro la conocemos a través de la voz de otros personajes como por ejemplo la princesa Juana, Fernando de Rojas, o incluso su propio hermano Luis que llegó a ser rector de la Universidad de Salamanca. Gracias a este tipo de construcción novelesca la autora nos lleva a conocer la corte isabelina, en donde existía un gran ambiente cultural e idiomático, además las corrientes intelectuales que había en la universidad. Luisa consigue medrar en aquel mundo y con tan solo veinticuatro años, en 1508, sustituye a Antonio Nebrija como Catedrática de Gramática de la Universidad de Salamanca. Hecho que pasaría a la Historia al ser la primera en conseguirlo.
Como bien nos dice María López Villarquide no sabemos de qué manera murió Luisa Medrano, tal vez de fiebres o envenenada por algún rival, pero de lo que si tenemos certeza es que fue una mujer adelantada a su tiempo, una persona de un calibre parecido a Beatriz Galindo, La Latina, que supo imponerse a un tiempo en el que la educación parecía que solo estaba hecha para los hombres (para los que quisieran aprender, se comprende). Hay que recordar que hasta una Real Orden de 1910 las mujeres no podían matricularse libremente en una universidad y si lo hacían antes de esa fecha la decisión tenía que ser sometida a un jurado especial compuesto, claro está, solo de hombres. Por tanto Luisa fue una pionera a la que es bueno recordar en esta novela histórica titulada La Catedrática, novela que les enganchará desde el principio y con la que podrán darle voz a aquella que por su condición fue silenciada de manera injusta.

miércoles, 20 de febrero de 2019

LOS LUDITAS: EL HOMBRE CONTRA LA MÁQUINA


La ciencia avanza que es una barbaridad,  aunque a veces, al ver como los ordenadores se actualizan a si mismos podemos sentir cierta inquietud pensando cuál será el futuro de la humanidad. Y si nosotros, seres del siglo XXI pensamos así, imagínense el terror que tuvieron que vivir muchos de los trabajadores que hace varios siglos vieron como las máquinas empezaban a adueñarse, poco a poco, de los centros de trabajo que siempre habían sido ocupados por los hombres. A finales del siglo XVIII y principios del XIX, coincidiendo con los primeros logros de la Revolución Industrial, los trabajadores ingleses empezaron a sentir cierta aversión a los nuevos inventos que llegaban a las fábricas y los campos ya que pensaban que éstos les quitaban los puestos de trabajo además de denigrarles como personas. Así pues muchos de ellos se fueron agrupando con la única intención de destrozar las máquinas o sabotearlas para dejarlas inservibles. En 1812 hubo una manifestación obrera en la ciudad de Nottingham que tuvo como colofón la quema de más de sesenta máquinas tejedoras que había en una fábrica. Estos hombres se llamaron luditas ya que tomaron el nombre de un tal Ned Ludd, que años antes de esta revuelta había quemado un taller mecánico. Los luditas consideraban que en la producción era esencial la mano del hombre y por ello siguieron destrozando cualquier tipo de máquina que ellos consideraran peligrosa para sus intereses. Aun así el movimiento fue perdiendo fuerza y en 1813 varios de ellos fueron ajusticiados por violentar la propiedad privada y provocar peligrosos desórdenes públicos. Con estos altercados parece que el movimiento ludita fue desarticulado pero no así el recelo que pueda sentir el ser humano con respecto a las máquinas.

lunes, 18 de febrero de 2019

BREVE HISTORIA DE LOS NACIONALISMOS - Iván Romero


Desde hace unos años, al abrir un periódico, encender la televisión o la radio, a cualquier hora, podemos darnos cuenta que últimamente existe un auge de los sentimientos patrios de lo más exaltados. Con banderas o símbolos nacionales unos reclaman derechos mientras que otros, los contrarios, demandan, con distintas enseñas, deberes hacia la tierra en donde uno vive. Estamos instalados en una espiral de reivindicaciones y exaltaciones patrias que parecían aletargadas hace tiempo. Pero están ahí. Y es en este punto donde hay que pararse, reflexionar y preguntar a los que vocean desde una posición u otra qué es para ellos una nación, un estado, y demandarles que nos definan que son los nacionalismos y cómo estos influyen en las políticas del día a día. Lo más seguro que muchos de ellos no sepan a fin de cuentas de lo que hablan y se hallen instalados en un discurso de frases huecas. Aunque por desgracia a muchos de nosotros puede pasarnos lo mismo. Así pues les animo a que se tomen un tiempo y tranquilamente se adentren en el interesante trabajo de Iván Romero titulado Breve Historia de los Nacionalismos en donde nos desgrana la historia de cómo se concibieron las naciones (las existentes y aquellas que ya no lo están) y cuáles fueron las ideas que inspiraron la filosofía de los nacionalismos desde la misma Revolución Francesa hasta la triste y reciente Guerra de los Balcanes. Por tanto nos encontramos con un libro no solo didáctico sino muy necesario para los tiempos que corren.

El autor comienza, con toda lógica, a definirnos las distintas teorías de nación como por ejemplo el de pueblo o conjunto de pueblos que tienen una identidad común y que toman sus propias decisiones, para después analizar los distintos enfoques que se ha habido para definir qué es un nacionalismo ya sea desde el punto de vista cultural, idiomático, geográfico, o de raza. Han sido distintos autores de renombre como Rousseau, Herder, Fichte o Renan quienes han sostenidos diferentes versiones de lo que nosotros actualmente (y en su tiempo) podemos considerar como nacionalismo. Es interesante observar que cada definición o punto para apoyarse en el concepto de nacionalismo ha influenciado el devenir de un pueblo. Pero ¿Cuál es el encuadre histórico, principal, que nos permite hablar de nacionalismos? Pues sobre todo los siglos XIX y XX. La evolución de éstos podríamos comenzarlo en la Revolución Francesa (1789) cuando el pueblo y sus dirigentes comienzan a darse cuenta de lo que es la propia soberanía nacional y lo que emana de ella. Esas ideas novedosas y revolucionarias fueron exportadas gracias a las conquistas napoleónicas al resto de Europa lo que curiosamente provocó el alzamiento nacionalista de otros países que deseaban sacudirse el yugo que les había impuesto el emperador francés. Países como España, Polonia o Italia, por citar algunos, o el mismísimo Imperio Austrohúngaro, se sacudieron aquellas  cadenas afirmándose en los puntos de unión que había en sus países. Tras la caída de Napoleón Europa consiguió, momentáneamente el equilibrio tras el Congreso de Viena que se desarrollo entre 1814 y 1815. Y aunque era prioritario que Europa volviera al status quo anterior tras la efervescencia revolucionaria el germen de los nacionalismos ya se había instalado en muchos países.

Los verdaderos motores ideológicos del siglo XIX fueron el liberalismo, las bonanzas provocadas por las revoluciones industriales y los nacionalismos. Tras Napoleón muchos pueblos quisieron afianzar sus afinidades y a partir de 1848 podemos asistir a lo que se ha denominado La Primavera de los Pueblos. Se produce las unificaciones de Alemania e Italia y países como Grecia o Bélgica consiguen sus fines en una Europa en ebullición nacional. A largo plazo esto produjo por un lado el auge del imperialismo y las ansias de conseguir colonias y tutelas por medio mundo y desgraciadamente la llegada ya en el siglo XX de los fascismos e ideas totalitarias que irían desembocando en sendas guerras mundiales. La ayuda fraterna (e interesada en muchos casos) produjo que los países se alinearan en uno u otro bando para exterminarse mutuamente. Llama la atención que el auge de los nacionalismos también provoque de rebote la desunión de los imperios pues los pueblos sometidos a ellos también necesitan independizarse como ocurrió por ejemplo a las naciones americanas tras la Guerra de Independencia española o al proceso de descolonización que se fue produciendo gradualmente en el siglo XX en lugares tan remotos como África o Asia.
La última parte de esta Breve Historia de los Nacionalismos se centra por un lado en los llamados conflictos periféricos, es decir aquellos problemas todavía sin resolver como por ejemplo el caso irlandés, armenio, checheno, kurdo o la sangrienta guerra que se produjo en los Balcanes, y por otro lado en los nacionalismos propios, internos de nuestros país, que hoy en día siguen marcando la agenda política: el nacionalismo catalán o vasco y cuáles fueron sus orígenes y desarrollo a través de nuestra historia. Como se puede ver nos encontramos ante un libro que nos hace de principio a final reflexionar sobre la deriva nacionalista que nos embarga hoy día y cuáles fueron las raíces que tuvieron a lo largo de los siglos en distintas partes de Europa. Recapitulando, un libro para leer tranquilamente y hacernos entender como han sido los nacionalismos a través de la Historia. En verdad un libro muy necesario.