viernes, 18 de octubre de 2019

BESTIARIUS - Douglas Jackson


Mientras los domadores provocaban asustados a un rinoceronte y se iba reconcentrando durante largo tiempo la furia de la terrible fiera, desesperaban de conseguir el combate anunciado. Pero por fin volvió el furor que se le conocía de antes. Con su doble cuerno levantó a un pesado oso igual que un toro lanza hasta las estrellas los monigotes que le echan. Con un golpe así de certero dirige la fuerte diestra del todavía joven Carpóforo los dardos del Nórico. Aquél levantó fácilmente con su cerviz un par de novillos y ante él se rindieron un feroz búfalo y un bisonte; y un león, huyendo de él, vino a caer de bruces sobre las armas. Anda ahora, populacho, quéjate de que daba largas…

Cuando acudimos a ver una película ambientada en la antigua Roma, muchas veces aparecen escenas de gladiadores que se baten el cobre en la arena para salvar la vida o conseguir la ansiada libertad en un futuro próximo. Es rara la vez que en algún film aparece alguna figura animal en la arena. Así a bote pronto me acuerdo de dos, un par de tigres en la oscarizada Gladiator, los cuales aguijoneaban continuamente al protagonista con sus afiladas garras; y también en Quo Vadis! donde el fuerte Ursus consigue desnucar tras cruenta lucha a un toro para salvar a su protegida cristiana. Para el que le parezca raro que haya animales en el circo romano hay que aclararle que sí existían y moraban y eran una parte central de los juegos. Estas peleas de animales se llamaban venationes y normalmente se realizaban por las mañanas como aperitivo para futuros combates. En estas peleas de animales aparecían todo tipo de ellos desde los implacables leones, tigres y panteras, hasta los más curiosos como los cerdos, liebres o grullas, e incluso los más exóticos como elefantes africanos, jirafas (no volverían a aparecer en Europa hasta la llegada de la famosa jirafa de los Medici), rinocerontes… y así un largo etcétera pues fueron cientos de especies las que dejaron la vida entre el sol y la arena. Los animales podían luchar de distintas maneras. No solo entre ellos, como por ejemplo un elefante contra un toro, o un león contra un rinoceronte (y a partir de aquí piensen en cualquier combinación que quieran entre especies, cualquiera les será valido), sino también entre hombres especializados en este tipo de combates (bestiarius) y animales (el más famoso se llamo Carpóforo); e incluso sirvieron en ejecuciones (noxii) en los que los animales y el condenado representaban de manera macabra reconstrucciones de mitos o acontecimientos históricos.

Como se puede observar el mundo del circo romano era un universo de sangre, nervio y ansia, en el que todo era posible, desde que un gladiador o condenado fuera aclamado hasta que un animal saliera vivo con una sortija de flores alrededor del cuello. He aquí el punto de partida que el autor, Douglas Jackson, ha querido mostrarnos en su novela Bestiarius. Narra la vida del esclavo Rufo que pasa de ser panadero a  cuidador de animales para el circo y gracias a su buena mano con las fieras, cuidador de la elefanta del emperador Calígula. Nos muestra la vida de Rufo junto a su amo, Fronto, tratante de animales para el circo. Todo este mundo que nos describe es aderezado además con la amistad que surge entre Rufo y Cupido, príncipe esclavizado como gladiador y posteriormente guardia de Calígula. Gracias a ser el cuidador de la elefanta del emperador, Rufo vive junto a palacio, dependiente del cambiante humor del demente señor del Imperio romano.

Una de las bazas de la escritura del autor es que profundiza y te hace entrar dentro de los escenarios que describe como si estuvieras morando allí. Relata la vida en palacio a través de los ojos de un insignificante esclavo por lo que cualquier cosa se nos hace muy novedosa y viva, a la vez que se magnifica todo tipo de acciones que presencia como las intrigas y conspiraciones de los que viven alrededor del poder y la política. Aunque no quiere enterarse de nada, los hechos se suceden delante de sus ojos y tiene que tomar partido para luchar por su propia vida.

Pero Douglas Jackson no se olvida del hecho principal del libro por lo que describe las luchas en el circo de manera tan vívida que parece respirarse el polvo y oler la sangre. Hay momentos no aptos para lectores muy sensibles.  En resumidas cuentas tenemos entre manos una novela de ritmo trepidante, imágenes impactantes, conspiraciones, lujuria, poder…. En definitiva Roma en tiempos de Calígula.

miércoles, 16 de octubre de 2019

EL ORIGEN DE LAS MANDARINAS


Es cosa sabida que las naranjas son una fruta originaria de varias regiones asiáticas como el sureste de China, Vietnam o la India. Pero ¿y su hermana más pequeña, la mandarina? Pues hay que aclarar que ésta variedad de cítrico también proviene de China, y que se la llama de esta manera por el color de la vestimenta que llevaban los mandarines o altos funcionarios de los gobernantes del imperio chino. Se cree que mandarín es una palabra de origen latino, mandare,  que significa “el que manda” pero lo más probable es que provenga del sánscrito mantri (consejero o ministro).

domingo, 13 de octubre de 2019

HISTORIA SECRETA DE LA EDAD MEDIA - Tomé Martínez Rodríguez



El hombre medieval vivía efectivamente en un mundo poblado de significados, remisiones, sobresentidos, manifestaciones de Dios en las cosas, en una naturaleza que hablaba sin cesar un lenguaje heráldico, en la que un león no era solo un león, una nuez no era solo una nuez, un hipogrifo era tan real como un león. (Umberto Eco)

Ya el gran poeta Petrarca dijo in illo tempore: “Hubo una edad más afortunada y probablemente volver a haber otra de nuevo. En el medio, en nuestro tiempo, ves la confluencia de las desdichas y de la ignominia”.  Más claro no lo pudo dejar escrito para los humanistas que le seguirían tiempo después. Una visión de la Edad Media (el tiempo comprendido entre la caída del Imperio Romano y el Descubrimiento de América o la Caída de Constantinopla, según a que historiador se consulte) como de tiempo congelado, en el que no pasaba nada y en el que el Invierno fue perenne hasta que llegara la primavera del Renacer Humano. A los escritores, pensadores y científicos renacentistas esta visión denigratoria les vino muy bien para desacreditar la época posterior y a la vez ensalzar la suya propia, y curiosamente esa es la visión bárbara del Medievo que nos ha llegado hasta hoy pues, por ejemplo, solo hay que ver cualquier película basada en la Edad Media en la que el barro, las enfermedades y el mal tiempo imperaban por cualquier lugar o camino lleno de hambrientos bandoleros sin escrúpulos, mientras que por otro lado se nos muestran las ciudades italianas del Renacimiento bien limpias, aseadas, con gente bien comida y sabios en cualquier esquina que descubren continuamente las excelencias de Roma y Grecia y sus saberes olvidados o enterrados por monjes fanáticos de siglos anteriores. En verdad que el trabajo de publicidad denigratoria que hizo el Renacimiento fue perfecto y es por eso que libros como el que traigo entre manos, Historia Secreta de la Edad Media, escrito por Tomé Martínez Rodríguez  nos viene bien para quitar los apolillados clichés existentes que han sembrado una de las épocas más interesantes y largas de toda la Historia.
Nuestro autor establece su estudio desde lo externo a lo interno o lo que es lo mismo previamente establece el contexto histórico en el que se movieron las gentes de aquellos tiempos para después pasar a como era su día a día y cuáles eran las creencias y motivos personales que les motivaban para vivir y seguir adelante. Por sus páginas conoceremos hechos y datos ya conocidos por el gran público interesado en las gracias de Clío, como por ejemplo los hechos de armas más típicos de la Edad Media como fueron los choques de religiones, es decir las Cruzadas, las invasión árabe de la Península Ibérica, los momentos álgidos de la Guerra de los Cien Años, el comercio entre ciudades, las disposiciones de clases sociales o andaremos a la asombra de la Santa Cruz de la mano de las ordenes monásticas más importantes de entonces. Pero éstos serían el mero marco de una época ya conocida y clicheada hasta el extremo, pero lo que hace interesante este buen libro es que de estos hechos ya mencionados se desprende un halo de leyenda, culto al héroe o a los héroes, y un interés por esa otra historia más oculta que sin ella sería imposible conocer al 100% la Edad Media. Es por ello que junto a los temas religiosos se desprenda lo sobrenatural tanto religioso (reliquias, apariciones marianas, milagros imposibles de asimilar por la razón…) como del imaginario popular, o lo que es lo mismo seres del más allá que ayudaban o atormentaban a los crédulos de entonces; también que de los hechos bélicos y poliorcéticos se adobe su sustancia con grandes mitos como el del Rey Arturo, espadas de nombre eterno y e imposibles de vencer; o que se entronque de manera perfecta la ciencia de la época con la pseudociencia que se atesoraba en los monasterios o sótanos atiborrados de humo y secretos de los alquimistas.
Libros diabólicos y libros de imposible lectura. Mapas que parecen sacados de otra época y que muchas veces no se corresponden con lugares que todavía no se han descubierto. Catástrofes y sueños imposibles amalgamados junto con los misterios de las logias masónicas que habitaban alrededor de las catedrales. Todo esto y más, además de lo ya mencionado, se dan la mano en este apasionante libro en el que la historia objetiva se complementa con la historia oscura pero que en la Edad media configuraban un todo imposible de comprender sin tener a mano las dos caras de esa moneda. Acero y enigmas, órdenes militares y monásticas, secretos ocultos tras el velo del misterio y arqueología son solo algunos de los muchísimos datos que este ensayo nos trae. Una apuesta segura para volver a disfrutar de nuevo de la Edad Media.

jueves, 3 de octubre de 2019

DE OFICIO: APRETADOR


Uno de los géneros literarios  más fecundos del llamado Siglo de Oro fue sin duda el teatro. Las obras de grandes autores como Lope de Vega, Calderón de la Barca, Tirso de Molina… entre otros muchos hacían furor y es por eso que los días de estreno la gran mayoría de los teatros se llenaran continuamente, hasta la bandera. Ahora, cuando acudimos a uno de estos recintos, cualquier persona compra su entrada y procede a sentarse en la butaca que ha querido ya sea en un lugar u otro según haya dispuesto su bolsillo. Pero en aquellos años era un tanto diferente: el patio central, frente al escenario, era el lugar donde se sentaban los hombres y delante de ellos los llamados mosqueteros (hombres también, pero que veían la obra de pie y que por ello tenían el curioso derecho a  gritar a los actores, arrojarles cosas e incluso reventar la comedia si esta no era de su agrado). Los palcos, en los laterales, era el lugar ocupado por los ricos burgueses, los nobles y el clero, mientras que en la llamada cazuela, palco ubicado al final del patio, frente al escenario, eran las mujeres plebeyas quienes ocupaban su sitio. Y es aquí, en la cazuela, donde aparece uno de los oficios más llamativos del mundo teatral: el apretador o desahuecador. Éste trabajo era encargado a un hombre fuerte y de buen temple que se ocupaba de colocar de forma correcta a las mujeres que subían a este palco. Puede parecer sencillo pero hay que pensar que entonces la ropa de las mujeres era un tanto diferente a como es la de hoy en día. Para empezar tenía que distribuir y apretar bien a las mujeres rechonchas  para que no aplastaran a las delgadas además de organizar la colocación de las faldas ya que algunas portaban grandes guardainfantes que ocupaban mucho lugar. Con las manos y buen oficio las iba apretando hasta que cupieran todas aunque a alguna de ellas le faltase el resuello y hubiera que sacarla en mitad de la obra debido a un  desmayado. Llama la atención que este trabajo, actualmente, se parece un poco al que esos vigilantes del metro de Tokio que  introducen a la gente a empujones en los vagones del suburbano.