lunes, 3 de mayo de 2021

¿QUIÉNES FUERON LOS ARGIRÁSPIDAS?

 

Los argiráspidas (Escudos de Plata), también conocidos como Hipaspistas, fueron la infantería de élite de la falange macedónica comandada por el gran Alejandro Magno (356 – 323 a. C). Este cuerpo especial, conformado por los mejores hombres del ejército macedónico se colocaban, armados con sus escudos plateados y sus cascos de estilo tracio, en el flanco derecho de la formación de batalla entre la infantería regular y la caballería y además de luchar de forma aguerrida en lo peor del combate también eran utilizados o bien para liderar el asalto a las ciudades, o para realizar acciones de comando, o también para ser la mismísima guardia personal del rey.

Los argiráspidas eran tan buenos luchadores que a la muerte de Alejandro Magno, teniendo incluso la mayoría de ellos una media de edad de sesenta años, siguieron luchando en las Guerra de los Diádocos, o lucha entre los que fueron generales de Alejandro. Con su reputación intacta siguieron guerreando una década más en este caso al lado del general Éumenes aunque lo traicionaron en la Batalla de Gabiene en la que se pasaron al bando de Antígono. Es por eso que este último general después de la batalla recelara de ellos y decidiera desterrarlos a la satrapía oriental de Aracosia en donde al final desaparecen de la Historia.

domingo, 2 de mayo de 2021

LA DUQUESA DE ALBA: LA NOBLE MÁS CASTIZA DE TODAS

 

A lo largo del siglo XVIII, sobre todo hacia mediados y finales, se puso de moda entre los nobles hispanos la costumbre, por diversión, de disfrazarse como la gente corriente o de baja cuna, más concretamente como los manolos y manolas de los barrios más humildes. Lo hacían en sus fiestas privadas o incluso para mimetizarse entre los plebeyos cuando emprendían alguna aventura a altas horas de la noche. Y la que era la más manola de todas era sin lugar a dudas María del Pilar Teresa Cayetana de Silva y Silva-Bazán, la famosa duquesa de Alba (1762 – 1802). Cuando era joven había vivido en uno de sus palacios, en concreto el de Lavapiés, y allí, al principio, le gustaba ver a través de los visillos o a escondidas a los majos y majas que pasaban cerca de palacio, pero con el tiempo paso de simple mirona a querer imitarlos y vestirse como ellos escapándose muchas veces de su residencia para ir a barrios más castizos donde poder divertirse. Además también hizo suya la costumbre de ir acompañada de un petimetre que era a fin de cuentas un tipo vestido a la última que solía acompañar a las damas casadas de alta alcurnia mientras el marido estaba ocupado en otros quehaceres; hacer la corte a su dueña (sin llegar a propasarse); chapurrear algo de francés, y saber bailar los últimos bailes de moda. La duquesa, entre fandango y fandango (que era por aquella época un baile muy atrevido) se dejaba ver vestida de maja o manola en cualquier parte como por ejemplo las corridas de toros, los estrenos teatrales, o cualquier espectáculo que ofrecieran las calles de Madrid. No le importaba ya que, a pesar de ser noble, no tenía que pedir permiso a las altas esferas y le gustaba exhibir su libertad allá donde fuere.