miércoles, 14 de junio de 2017

EL ÓPALO MALDITO



En la corte española, en concreto en la Casa Borbón, existe una historia bastante truculenta entorno a un anillo que supuestamente estaba maldito y que algunos creen llevó a la tumba a varios miembros de la familia real. Todo empezó cuando Alfonso XII se enamoró de una aristócrata italiana llamada Virginia Oldoini, condesa de Castiglione, más conocida como la “Perla de Italia”, quien a su vez había sido tiempo atrás amante de Napoleón III. Mucha gente pensaba que con el tiempo se iba a casar con ella pero éste, en vez de ello, matrimonió con su prima María Mercedes de Orleans. Parece ser que este casamiento sentó bastante mal a la aristócrata italiana quien de manera inocente acabó regalando a la feliz pareja un anillo con un gran ópalo cuajadito de oscuras maldiciones. Al rey español le pareció un presente de lo más bonito y decidió que lo portara su joven esposa. Sea o no de resultas de este regalo a los cinco meses María Mercedes fallecía (1878) convirtiéndose de la noche a la mañana en la primera víctima del ópalo maldito. Después Alfonso XII no sabiendo que hacer con el anillo se lo regaló a la otrora reina María Cristina de Borbón-Dos Sicilias la cual murió dos meses después, en Agosto del mismo año. Suma y sigue. Ya van dos.

Aunque aquí no se acaba el rosario de muertes porque a la cuñada del rey, María-Cristina Francisca de Orleáns le gustó tanto el anillo que quiso quedárselo, y como no sabía lo que hacía ese gesto tan caprichoso la llevó a la tumba: muere de tuberculosis en Abril de 1879. El rey no se daba cuenta de lo que tenía entre manos y pasado el tiempo el anillo de oro cae en la inocente  María Pilar, hermana del monarca, quien como es natural murió en Agosto de una enfermedad repentina a la vez que extraña. Pero como todas las maldiciones alguna vez tienen que terminar ésta lo hizo llevándose por delante la vida del propio Alfonso XII (1885). Su segunda esposa María Cristina de Habsburgo rápidamente quiso deshacerse del anillo ofreciéndoselo a Nuestra Señora de la Almudena. Aunque antes de depositarlo junto a la patrona de Madrid pidió que lo exorcizaran rociándolo con una buena cantidad de agua bendita y alguna que otra bendición. Llama la atención que pasados unos días de haberlo donado a la iglesia el ópalo desapareció y nunca más volvió a saberse de él.